Diario Fraga

Amigos

Se sobresaltó, pero no movió un solo músculo, tenía miedo "¿y si esos niños tenían razón?", se preguntaba, lo único que le relajo es que la voz decía que le iba a proteger, aunque eso no evitó que se le erizasen los pelos de la nuca.

—¿Los niños van a dejarme en paz? —preguntó al aire para asegurarse de si había sido su imaginación o que lo que había escuchado era real.

—Te lo prometo —era la respuesta que buscaba, pero hizo que un escalofrío le recorriese la espalda.

Bajó a cenar, su madre aún no había terminado de cocinar, pero de la cocina emanaba un olor embriagador que despertó en Paul la necesidad de investigar que era, se acercó a las ollas, pero cuando estaba a punto de ver su contenido, su madre, le dio un manotazo.

—Aléjate que te vas a quemar, ve a ayudar a tu hermana a poner la mesa.

Paul obedeció, fastidiado, ya que su misión se había truncado, su hermana se burló mientras ambos ponían los platos y cubiertos sobre la mesa.

Louise sirvió una sopa de verduras, que no era la favorita de Paul, pero que se comió lo más rápido que pudo.

—¿Qué tal en el colegio? —preguntó Raymond tratando de romper el silencio que gobernaba la sala.

—Bien, las chicas son muy majas y les encanta mi acento —contestó su hermana.

—¿Y tú?, Paul —inquirió su madre.

—Los niños se han reído de mi acento y me han contado que la casa está embrujada.

—A mí también me han contado la historia, pero es solo un cuento —comentó Amelie.

El resto de la cena transcurrió en silencio, una vez acabó, Paul, subió a su habitación, se puso el pijama y se dispuso a dormir.

El chirrido de las viejas bisagras de la puerta de su cuarto le despertó, "será mamá" pensó.

—Pronto serás mío —sobresaltado abrió los ojos.

Frente a él se encontraba una mujer, con el rostro cubierto con un velo, vestida completamente de negro, Paul no se podía mover, solo podía mirar a los brillantes ojos de la figura frente a él.

—Pronto.

La mujer acarició la mejilla del niño y se acercó a la mesita donde Paul había amontonado todos sus libros, agarró el diario y lo abrió.

—Qué recuerdos —suspiró antes de desvanecerse.

El libro cayó al suelo, Paul se acercó para ver que ponía en la página que la mujer había ojeado.

Querido diario, hoy me he peleado con los hijos del vecino, mal por mí porqué justo hoy vienen a cenar.

Soy yo otra vez, falta una hora para que lleguen, pero estoy tranquilo porque hay una mujer en mi casa, no sabía ni que existía, pero me ha dicho que me va a ayudar para defenderme de quien se meta conmigo, espero que seamos buenos amigos.

Un escalofrío recorrió la espalda de Paul, las similitudes con su propia vida le aterraron, pero el diario continuaba, "si siguió escribiendo es que realmente le ayudó", pensó, iba a leer más, pero los pasos de su madre en dirección a la habitación le hicieron cambiar de idea, se volvió a meter en la cama y durmió hasta el día siguiente.




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