Diario Fraga

Siempre te protegeré

Aquella mañana, Paul, se levantó lleno de energía, bajó corriendo las escaleras, sujetando los pantalones de su pijama para que no se le cayesen, en dirección a la cocina, de ella emanaba un olor dulce, producto del desayuno que estaba cocinando su madre.

—¿Qué vamos a desayunar?, mamá —preguntó tratando de asomarse a los fogones.

—Tostadas, y he intentado hacer croissants con los ingredientes que he encontrado en el mercado del pueblo, no sé cómo estarán.

—Seguro que buenos, mamá, toda la casa huele como una pastelería —intervino Amelie, que acababa de entrar en la cocina.

Desayunaron los tres juntos en el jardín, admirando el frondoso bosque que había detrás de la casa, después Louise acompañó a los niños al colegio.

A Paul le daba miedo entrar al aula, no quería que sus compañeros se volvieran a burlar de su acento, o de la que ahora era su casa.

—No te preocupes Paul, yo estoy aquí para protegerte, ya sabes que somos amigos —se le erizaron los pelos de la nuca al oír el susurro.

—Dime como te llamas —le respondió Paul —necesito saber como llamarte si necesito ayuda.

—Mi nombre es Dorotea, pero no hará falta que me llames, siempre estoy contigo.

Un niño pasó por detrás de Paul golpeándole en la nuca, el niño se giró para ver quien había sido, pero el culpable había salido corriendo y había entrado en la clase. Paul caminó hacia el aula, y al ingresar en ella sus compañeros le recibieron con insultos y un pupitre lleno de dibujos de él, su casa y el supuesto fantasma. Paul se quedó mirándolos en silencio, tratando con todas sus fuerzas contener las lágrimas.

—¿Qué pasa niño fantasma? ¿Vas a llorar? —se burló uno de sus compañeros.

—¿Vas a hablar solo otra vez? —continuó otro, probablemente el que le había golpeado antes, pero en ese momento a Paul no le importaba.

Agarró uno de los dibujos, en él había un monigote, que supuestamente era él, estaba tumbado en el suelo y rodeado de un charco, frente a él había otro monigote con un cuchillo en la mano, había una flecha señalándolo, al otro lado ponía fantasma. Paul temblaba de ira e impotencia, salió corriendo al baño, encerrado en un pequeño cubículo, dejo salir las lágrimas que tanto había luchado por contener.

—¿Qué pasa niño fantasma? ¿De qué te escondes? —decía uno de sus abusones —la profesora está preocupada por ti.

Paul subió los pies al retrete para que el niño no fuese capaz de verlos por debajo de la puerta, pero lo hizo muy tarde, el chico golpeó el cubículo con tanta fuerza que hizo saltar a Paul, que metió un pie en el retrete.

—Sé que estás ahí, ¿por qué no sales?, tenemos que volver a clas...

Solo se escucharon un golpe seco y el crujido de los huesos de aquel niño cuya sangre ahora estaba derramada por el suelo y se colaba por debajo de la puerta del cubículo donde se escondía Paul, que tras salir de su escondite, no pudo retener un grito de horror al ver el cadáver. Todos lo que le escucharon corrieron a la escena, le sacaron de allí e hicieron llamar a sus padres.

—No sabemos con certeza lo que ha pasado —les decía el director a sus padres —hemos encontrado a su hijo al lado del cadáver, no creemos que lo haya hecho él, es una acción demasiado grotesca para haber sido hecha por un niño, pero de todos modos deberá testificar ante la policía.

—Lo entendemos —respondió Raymond.

—Perfecto, esperemos que su hijo pueda ayudar a identificar al culpable.

Paul dejó de escucharles, no podía dejar de escuchar el sonido de los huesos rompiéndose y atravesando la piel del abusón. A través de la ventana pudo ver como se llevaban el cuerpo del niño, cubierto por una sábana, ante la mirada destrozada de sus padres, y otros vecinos que habían acudido para descubrir qué pasaba, entre ellos pudo distinguir a una persona sonriendo, vestida completamente de negro, y que pasaba desapercibida, en un pestañeo desapareció.

—Ese niño ya no te molestará más mi pequeño.

Dorotea acariciaba suavemente su mejilla mientras le susurraba al oído, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Paul, su miedo había causado que ella hubiese asesinado a un niño, la miró, a aquellos ojos brillantes que le devolvían la mirada, sin embargo, en ellos no encontraba vida, solo frío y oscuridad.

La puerta del despacho se abrió, Paul sobresaltado se giró, pero al volver la vista Dorotea ya no estaba.




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