Escuché esa palabra cuando cumplí los cinco.
No entendía su significado...
Me la repitieron tantas veces en el colegio
a medida que crecía que acabó siendo mi nombre.
Para cuando la entendí,
ya era demasiado tarde.
Nadie sabía mi nombre verdadero,
ni siquiera yo
lo podía recordar.
" Acá viene el maricón", "Hola, maricón ",
"¿Ya usas corpiño, maricón ?"
Las risas burlonas encorvaron mis hombros.
Sus puños cerrados me enseñaron a temer.
La indiferencia de mis padres
me hizo consciente de mi orfandad.
Hoy en clase, una profesora propuso un trabajo:
escribir nuestras emociones en un diario personal...
Hoy decidí comenzar... Pero como este mundo me enseñó que debía usar una máscara, decidí escribir dos diarios.
Uno políticamente correcto en el que todos mis sueños, deseos y gustos
coincidan con los de los demás;
y otro en el que desnudo de máscaras y de miedos,
mi alma despliegue
sus alas...
Aunque intuyo que primero debo darles tiempo.
Me han cercenado las alas,
desde la primera vez que intenté volar.
No sé si lo lograré...
No sé si de el suelo pueda despegar.
Pero al menos sé ahora que es mi deber intentar,
porque morir en el intento...
también es volar...