Días de campo sangrientos

Capítulo 5

 

   La noche en el campo te demuestra lo insignificante que somos en el universo. La oscuridad, las estrellas y el sonido de ranas e insectos lo abarcan todo. Dejé de mirar por la ventana al sentir la mano de mi novia tocando mi hombro:

   -¿Y a vos, cuál te gustaría ver? -me dijo mostrándome dos VHS- Nos falta tu voto.

   Eran “Torso”, de Sergio Martino y “Bahía de sangre”, de Mario Bava. No había visto ninguna de las dos (hoy las recuerdo porque son las películas que los medios de comunicación, al verlas en fotos, compararon con lo sucedido en la casa de campo del tío de Carla).

   -La que ustedes quieran -dije, mirando a todos.

   -Ésta ya la vi -dijo Carla señalando a “Bahía de sangre”.   

   Decidimos ver “Torso”, una película de los años setenta. Era medianoche, habíamos cenado y escuchado todos los casetes de música de los años noventa que teníamos. Carla conectó la videocasetera a la televisión y los cuatro nos acomodamos en los sillones.

   Cuando la película iba por el minuto diez, escuchamos un ruido afuera que no rimaba con la tranquilidad que hasta ese momento mantenía la noche. Mi amiga puso pausa y se asomó por la ventana corriendo la cortina, no vio nada llamativo.

   -No se ve nada, será el viento -dijo Carla cerrando la cortina-; pero fue un ruido fuerte…

   -Debe ser el viejo Miguel -intervino Iván-, quizá está juntando leña.

   -¿A esta hora? -preguntó Luciana.

   -¿Quién sabe? -le dije abrazándola e intentando calmarla-, no conocemos la  vida de campo… Tal vez, salen a esta hora a buscar leña por algún motivo especial.

   -En fin -agregó  Iván-, sigamos viendo la película.

   Continuamos viendo la filmación. En ese momento, ninguno de los cuatro sospechaba que alguien nos estaba espiando desde afuera. A los pocos minutos, un aullido se hizo presente.

   -¡La puta madre! -exclamó mi novia Luciana dando un pequeño salto en el sillón.

   -Lo único que falta -dijo Iván-, que estemos rodeados de lobos… ¿Era una moda de los noventa?

   -No -señaló su novia, fastidiada-, no hay lobos por aquí; debe ser Blondi, el perro de Miguel.

   Antes de que Carla quite la pausa, comenzamos a escuchar los ladridos de Blondi, estaba cerca de nuestra casa. Decidimos salir los cuatro, todo estaba en silencio y el perro se acercó a nosotros desde atrás de un árbol, moviendo su cola. Lo acaricié y me incliné a hablarle:

   -¿Pasa algo, amiguito?

   Blondi miró hacia la oscuridad como señalándonos algo (nosotros estábamos iluminados por las luces que provenían de los faroles que se encontraban arriba de la puerta)  

   -Debe ser que algún animal se acercó a la casa -comentó Carla.

   Del otro lado, escuchamos un chiflido: Miguel llamaba a Blondi. El perro se fue corriendo con su dueño y volvimos a entrar a la casa. Antes de cerrar la puerta, observé alrededor: oscuridad, canto de grillos, sombra de árboles  y el sonido del viento.

   Nos sentamos en el sillón y continuamos viendo “Torso”, de Sergio Martino.

 

 



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En el texto hay: crimenes, vacaciones, misterio amistad

Editado: 25.11.2021

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