Días de campo sangrientos

Capítulo 7

 

   Me acerqué al trote hacia donde estaba Iván, ambos nos quedamos atónitos y en silencio observando al perro muerto flotando en el agua.

   -¡Que hicieron hijos de puta! -Gritó Miguel detrás de nosotros.

   El viejo corrió hasta la pileta y se metió para sacar a Blondi; mientras la cargaba en sus brazos Carla y Luciana se hicieron presentes, habían sido despertadas por los gritos.

   -¡No! -gritó Carla observando al canino- ¡Qué pasó!

   -¿Me preguntás qué pasó? -habló Miguel ya afuera de la pileta- ¡Alguno de ustedes le clavó un cuchillo!, son unos pendejos de mierda…

   Carla nos miró cómo preguntándonos si sabíamos  algo.

   -No fuimos nosotros -dijo Iván mirando a Miguel y a mi amiga-, recién nos levantamos y lo vimos ahí, en el agua…

   -¡No, no fueron ustedes!, claro… Hijos de puta.

   -¡Miguel! -intentó calmarlo Carla-, es verdad. Ayer a la noche, Blondi ladró mucho… Seguramente, había alguien más por aquí.

   Miguel pareció no escucharla y se fue con su perro en brazos hasta su pequeña casa. Los cuatro nos quedamos mirándonos e intentando encontrar respuestas; ya había amanecido por completo y los rayos del sol indicaban que sería otro día caluroso como el anterior. Nos sentamos en las reposeras a desayunar con un cuadro de fondo angustiante: la sangre de  Blondi mezclada con el agua de la pileta.

   -¡No lo puedo creer! -exclamó Carla, tomándose la cabeza con sus dos manos- Pobre perro, con razón ladraba… Había alguien.

   -Sí -afirmó Luciana-, sabemos que nosotros no fuimos y Miguel, menos; quiere decir que alguien, mientras dormíamos estuvo cerca de la casa…

   -Blondi lo quiso echar o lo delató con sus ladridos -agregó Iván- y el extraño lo mató.

   -¡Es terrible! -comenté- Quiere decir que hay alguien más por esta zona… Y está cerca.

   -Sé que hay otras casas -dijo Carla-, pero se encuentran a cuatrocientos o quinientos metros; y no creo que a sus habitantes les interese salir de noche a espiar casas lejanas y matar perros…

   -Habría que ver el cuchillo -señaló Iván-, tal vez podamos saber a quién pertenece o si es de alguien de la zona; quizá Miguel logré darse cuenta.

   -Sí -habló Carla-, tenemos que ir a preguntarle; además, debemos hablar con él, no quiero que se haga la idea de que nosotros matamos a su perro… Pobre hombre.

   Continuamos tomando unos mates, la limonada y comiendo unas galletitas por media hora y, después de comenzar a vaciar la pileta, decidimos ir los cuatro a conversar con Miguel. Cuando llegamos a su casa (pequeña, pero bien construida y con comodidades), llamamos dos veces y nadie nos contestó; luego, Luciana nos señaló a unos cincuenta metros: Miguel se encontraba haciendo un pozo con una pala para enterrar a su perro. Fuimos hasta allí.

   -¡Que quieren! -nos dijo.

   Estaba sin su remera y me sorprendió su cuerpo, parecía muy trabajado. Carla volvió a repetirle que ninguno de nosotros había sido y que queríamos ayudarlo. Nos entendió y pidió disculpas por enfurecerse.

   -No es nada -le dije-. Y estábamos pensando que quizá viendo el cuchillo podamos saber quién fue…, tal vez algún vecino.

   -Ya vi el cuchillo -señaló Miguel-, lo conozco. Pertenece al cuarto de herramientas que tiene tu tío -mirando a Carla.

   -¡Qué! -se alarmó mi amiga-, no puede ser.

   -La llave -mencionó Miguel- está en la casa de tu tío, al lado de la alacena de la cocina.

   Ayudamos a enterrar a Blondi, el hombre le colocó una flor, y volvimos a la casa de Carla (estaba a cien metros de distancia) para ver si la llave seguía ahí. Mi amiga entró primero junto con Miguel, la llave permanecía en el mismo lugar.

   -Vamos a ver el cuarto de herramientas -dijo el hombre que había perdido a su perro.

   Así lo hicimos y nos asustamos al ver que el candado había sido roto. Se encontraba tirado en el piso.

   -Sin duda -comentó Miguel levantando el candado-, algún loco, en la noche, estuvo dando vueltas por aquí… A los que habitan las tres casas más cercanas los conozco hace años, jamás harían esto.

   -¡Es una mierda! -expresó mi novia. 

   -Como tu sueño -dijo Iván, mirándome.

   -¿Qué sueño? -preguntó Carla.

   -Tuve una pesadilla -les comenté- en donde Blondi le ladraba a un hombre encapuchado que observaba la casa.

   -¡Por Dios! -dijo mi novia.

   -Siempre −me aconsejó Miguel− debés hacer caso a los presentimientos y avisos.

   Pero -continué hablando-, sólo fue un sueño; no soy de tener visiones del futuro y esas cosas.

   -Tal vez -me dijo Iván-, te dormiste escuchando los ladridos de Blondi e imaginaste eso.

   -Puede ser… Es lo más probable.

   Miguel, debido a lo ocurrido, nos pidió que estemos alertas y trabemos bien las puertas antes de dormirnos; él, haría lo mismo.



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En el texto hay: crimenes, vacaciones, misterio amistad

Editado: 25.11.2021

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