Dias Soleados

Capítulo 3

LESTER:

— ¿Qué escuchas, Ratón? —Clay tira de mis auriculares y los arranca de mis orejas, se los acerca a las suyas y junta sus cejas—. Basura.

Los lanza a mi cara. Yo los sostengo evitando que caigan, bajo la mirada y solo cuento los segundos hacia atrás para que se vaya. Aprieto mis dedos de los pies y retengo mi respiración.

Clay se acerca y toca mi mejilla, suelta un sonido como si fuera a vomitar y antes de alejarse, me grita: —Apestas, Ratón. Báñate.

No es hasta que está lejos de mí que mis pulmones expulsan el aire contenido. Mis manos tiemblan un poco cuando vuelvo a colocarme los audífonos, cierro los ojos y aprieto mis dientes.

La canción que estoy escuchando me abraza como si fuera una persona, desearía que no estuviera tan solo. Desearía que la secundaría acabara finalmente y pudiera escapar de todo esto.

Me muevo a través de las personas, con la espalda encorvada justo como mamá odia y la mirada enfocada en las líneas del piso. Sé que tengo que resistir unas horas más y podré finalmente encerrarme en mi habitación, olvidarme de todo y ser libre hasta que lleguen mis padres.

Le subo volumen a la música, solo algo me da fuerza en estos momentos.

Me aferro a ello.

Llego a mi casillero y tomo un respiro, siento el cuello tenso así que lo muevo de izquierda  a derecha. Hoy es de esos días donde desearía no estar aquí, tal vez ni siquiera estar en mi casa. Solo me gustaría un lugar tranquilo, sin personas y mucho silencio.

Me gustaría poder vivir un día de mi vida sin tener que estresarme por cómo estará el humor en mi casa, por intentar no hacerme notar demasiado o simplemente, para tener la libertad de ser quien realmente soy. Sin tener que ocultarme, bajar la mirada y permanecer en silencio.

Una puerta se cierra, a tres casilleros del mío está ese chico que todos lo miran como si esperaran que hiciera algo impredecible. Intento no ver demasiado a su dirección para no parecer uno de los demás, aunque yo no lo veo por las mismas razones.

Creo que simplemente me parece alguien curioso, interesante quizás sea la palabra correcta. No sé, me gustaría ser un poco más como él, poder ir entre las personas con la seguridad que siempre proyecta.

Él guarda un libro en una mochila cruzada y se pasa los dedos a través del cabello, después se detiene. Mira dentro de su casillero por un segundo y luego voltea el rostro para descubrirme con mis ojos en su dirección.

Entro en pánico y lo único que se me ocurre hacer es quedarme completamente congelado, aun con mis ojos en los suyos.

Me mira con su rostro serio, as cejas levemente juntas y arrugando un poco la frente. Ya hay personas en esta escuela que se encargan de molestarme y ser malos conmigo, no quiero que él se les una a ese grupo.

Trago saliva y antes que pueda pensar en algo para decir, cierra la puerta del casillero con fuerza y cierro los ojos. Estoy seguro que va a empujarme, gritarme o burlarse de mí.

Sin embargo, los segundos pasan y eso no ocurre.

Abro los ojos y lo veo alejarse sin voltear. Eso fue un alivio, pensé que actuaría como el resto de este lugar.

 

✧*̥ ☆˚☆

 

Al llegar a casa no había nadie como siempre. Mi hermana estaba en alguna parte, mi mamá en el trabajo y papá puede que también trabajando o tal vez no, es un trabajador informal así que nunca sé dónde podría estar.

Me siento en el borde de mi ventana y descanso la frente sobre el cristal. Fuera de él, unos pájaros se posan sobre la rama de un árbol fuera del área de mi casa y se introducen entre las hojas. El sol está amarillento y a punto de ocultarse, dejando a su paso sombras de los objetos que se interponen frente a sus rayos.

Toco el vidrio y dibujo una forma irregular, recordando cuantas veces me he encontrado en la misma posición. Yo sentado en un lugar sin más ruido que el que yo produzco, sin otra persona que desee contarme algo sobre su día o quizás, que quiera escucharme.

Supongo que después de pasar tanto tiempo solo me he acostumbrado a todo esto. Me he acostumbrado a comer solo, escuchar música sin nadie que me recomiende otras canciones y a ver películas en silencio. Es fácil la mayor parte del tiempo pero en esos días donde el exterior me presenta una escena melancólica, deja de serlo.

Cuando era niño no me molestaba mucho no tener amigos en la escuela o que no me invitaran a los cumpleaños, en ese entonces veía la vida de una forma mucho más simple y no me comparaba con los demás. Fue después de los once años cuando todo empezó a sentirse como una piedrita en el zapato.

Una que al ver a chicos jugar con la pelota me recordaba que yo no puedo hacer eso, porque un juego de esos es aburrido sin alguien que la patee de vuelta.

Una que al ver la televisión, actores en sus papeles nombraban a sus mejores amigos y vivían experiencias ordinarias que para mí eran extraordinarias.

Unas horas después todos los miembros de mi familia están en casa pero como siempre, mis padres discutiendo y mi hermana encerrada en su habitación.

Mamá se sienta en la mesa y suelta un suspiro. — ¿Es tan difícil separar la ropa de color? —mira a mi papá.

Él está ocupado viendo su teléfono mientras mastica la hamburguesa que mamá compró de camino aquí. —No es mi trabajo, dile a Tania que lo haga.

Muerdo mi labio y sigo comiendo en silencio.

Mamá se frota las sienes. —No es difícil, solo te quitas la ropa y…

— ¡Ya mujer! —Papá eleva la voz—. Si no es tan difícil solo hazlo tú.

— ¡Yo trabajo! —Mamá grita—. En esta casa nadie más me ayuda, tengo que mantenerlos a todos.

Papá bufa. —Pues si no te gusta, puedes irte de aquí. Además, no eres tan indispensable, mi vida antes de conocerte era mejor.

Bajo la mirada, no quiero hacer contacto visual con ninguno de ellos para que no me involucren en sus peleas.




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