LESTER
Hemos investigado mucho y Douglas está de acuerdo con mi idea de buscar personas para que nos den sus opiniones y nos digan si se han sentido discriminadas.
También me contó sobre una mujer llamada Judith Heumann, quien fue una activista por los derechos de las personas con discapacidades. Ella tuvo que luchar muchas veces para ser aceptada y para lograr lo que quería, como el hecho que le negaron la licencia para enseñar por no “poder proteger” a sus alumnos debido a que estaba en una silla de ruedas. Sin embargo, se convirtió en la primera maestra en silla de ruedas de Nueva York, luego de un juicio contra el comité de educación.
Tengo que decir que escuchar a Douglas hablar sobre este tema y sobre lo que él sabe me impresionó. No sé, normalmente no esperas que alguien de nuestra edad sepa sobre este tipo de cosas a menos que lo demuestren todo el tiempo pero si lo ves por ahí, no imaginas que esté informado sobre el capacitismo.
Mientras más tiempo pasó aquí con él, más curiosidad siento.
Él estira sus piernas y bosteza. — ¿Ves? No necesitábamos a esa chica.
Oh, cierto. Angeline es parte del proyecto también, reo que por unos minutos lo olvidé.
Hago una mueca. — ¿Qué haremos con Angeline? Digo, no quiero sacarla del grupo, seguro estaba ocupada con algo importante.
Rueda los ojos recostándose en su cama. Aún estamos sentados en el suelo de su habitación, el cual está bastante limpio y huele bien. Es raro que me fije en esos detalles pero lo hago.
—Ocupada comprando ropa y riéndose de otras personas —asegura.
Douglas es un chico muy extraño, en la escuela es realmente frio y su mirada siempre es intimidante. Cuando habla de las personas en la escuela como Angeline lo hace con dureza pero aquí con sus hermanos es tan normal y hasta sonríe. No lo conozco bien y no somos amigos, pero me gustaría preguntarle por qué es así.
Claro, no lo haré.
—Bien —aclaro mi garganta—. Supongo que tengo que irme ahora —comienzo a levantarme levantando una pierna y utilizando mis manos—. ¿Puedes enviarme todo? Yo me ocuparé de arreglar el documento y crearé una lista de preguntas para la persona que entrevistemos.
Tomo mi mochila que dejé a un lado. No usé nada, todo lo fue apuntando él en un documento así que solo permaneció recostada a mi izquierda.
Él mira a su computadora portátil en el suelo junto con un cuaderno y varios lapiceros, seguido se levanta para sentarse en la cama. —Sí, yo te lo envío —mira la puerta—. Vamos, te acompaño.
Se acerca a mí y ambos salimos de su habitación. Escucho voces de niños pequeños acompañadas de otras más. Él baja las escaleras en silencio y llegamos a la parte de la primera planta, cuando entramos a la sala de estar hay un chico más joven pero muy parecido a Douglas. Tiene el cabello oscuro, es delgado y de piel blanca.
Me mira dirigiéndose a mí con el entrecejo junto. — ¿Entonces es verdad? Al fin tienes un amigo.
Douglas se acerca para empujar su frente con un dedo. — ¿Ya te tomaste tus vitaminas?
Rueda los ojos. —Sí, niñero, gracias.
Douglas me habla: —Vamos Lester.
— ¡Espera! —El chico me dice, se ve joven aunque está a la altura de los hombros de Douglas—. ¿Quién eres?
—Lester —respondo en voz baja, no sé qué más agregar así que permanezco en silencio.
Él asiente, con una sonrisa. — ¿Eres amigo de Douglas? ¿Por qué no te quedas un rato?
—Ty… —advierte Douglas—. Ya nos vamos, no le quites el tiempo.
Aunque yo no tengo nada que hacer ahora, regresaré a una casa vacía y pasaré el resto de la tarde con mis ojos enfocados en algún libro.
El chico, Ty, se queja. —Bueno, fue un gusto conocerte.
Escucho más risas, la familia de Douglas parecer ser una numerosa y todos parecen bastante amables. —Gracias.
Douglas abre la puerta para que salgamos, yo doy unos pasos fuera de su casa y cuando llegamos a la reja pensé que sería nuestro momento de despedirnos pero él sale también cerrándola cuando la atraviesa.
Lo miro esperando a que diga algo.
— ¿Qué? —Pregunta—. Tengo ganas de tomar algo frio, iré por una Coca Cola —me avisa.
Asiento, jugando con la correa de mi mochila. —Está bien.
Douglas camina en silencio, sube el rostro al cielo con los ojos buscando entre las nubes algo. Pareciera que está esperando que se aparezca ahí algún objeto volando
Douglas no se ha burlado de mí en ningún momento, cuando usé su computadora para escribir un par de cosas él me tuvo paciencia pues no soy el más rápido tecleando y bueno, en general. No ha hecho ni un solo comentario negativo sobre mi o mi apariencia o nada. No estoy acostumbrado a esto.
Lamo mis labios y respiro profundo. — ¿Puedo preguntarte algo? —digo, bastante inseguro.
Él gira su inexpresivo rostro hacia mí. — ¿Qué?
Sin duda sus ojos son intimidantes, tan oscuros y profundos. —Bueno… yo… es solo que, pues…
Douglas coloca su mano sobre mi hombro. —Ey, tranquilo, dime.
Miro su mano por un segundo y luego de vuelta a él. Si, sus ojos son intimidantes pero también, de manera contradictoria, amables. —Esto —señalo—. Digo, ¿Por qué no eres malo conmigo? Eres amable, Douglas.
Se detiene y por consecuencia, yo también. Él entrecierra sus ojos, presiona su mandíbula provocando una sensación de pánico en mí.
Soy un tonto. ¿Por qué le dije eso? ¿Creerá que me estoy burlando? ¿Por qué estoy aquí con el chico problemático de la escuela? ¿Por qué le estoy haciendo esas preguntas?
Tonto, tonto, tonto.
Douglas levanta la mano, estoy seguro que está a punto de golpearme o empujarme. Claro, tiene sentido, no iba a ser malo conmigo frente a su familia pero aquí en la calle, nadie nos puede ver y puede tratarme mal sin ningún problema.
Pero Douglas no hace nada de eso.
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Editado: 15.06.2023