Dias Soleados

Capítulo 13

ANGELINE

— ¿Es él? —me pregunta Lester.

Siento que alguien me aprieta la garganta y la presión en mi pecho es tan fuerte que comienza a doler. —Sí —mi voz es débil, odio como suena.

Douglas levanta una ceja, viéndome. — ¿Qué te pasa? —esta vez el tono de su voz no es frío, pareciera que realmente intenta comprender lo que causa mi reacción.

Me estoy mordiendo la lengua, tengo que detenerme pero es así como suelo controlar mis ganas de llorar. —Nada.

No sé qué debo hacer ahora. ¿Huir? ¿Y si me ve corriendo y se acerca? ¿Entro de nuevo a la tienda? ¿Y si él llega?

Lester se mueve y se coloca más cerca. —Angeline, ¿Quieres irte?

Lo miro a los ojos, seguido me aseguro de donde se encuentra Evan. Aún está lejos y está ocupado hablando con sus dos amigos, no me ha visto. —Sí —susurro.

Él mira a Douglas. —Eh, creo que… yo acompañaré a Angeline a su casa.

Douglas junta el entrecejo y se levanta. — ¿Por qué?

Ya lo sabe Lester, no hay forma que se lo cuente al raro de Douglas. —Porque sí —retiro el rostro—. Solo quiero irme.

Toma la bolsa de nachos y suspira. —Bien.

Estoy apretando la botella fría con fuerza. —Quiero… yo… —necesito ordenar mis palabras—. Yo…

Douglas rueda los ojos y me empuja por la espalda. —Camina Angeline, aun no me he comido mis nachos, igual teníamos que ir a tu casa.

Sigue empujándome y yo giro mi rostro para verificar que Evan aún no me haya notado. Lester también lo hace, se ve genuinamente preocupado por mí y eso lo agradezco.

No sé cómo sucedió esto pero ambos me siguen el ritmo y estamos caminando más rápido de lo normal. Douglas no hace preguntas, solo me sigue aunque no sé porque. Ahora no me importa, la realidad es que estoy agradecida de no estar sola en este momento. Aún si es con este par de chicos que apenas conozco.

Pasamos la casa de Lester y luego, llegamos a la mía. No hay nadie, mis padres están trabajando. Saco mi llave de mi bolsillo mientras sostengo mi Coca Cola con el brazo, mi mano tiembla un poco pero abro la puerta rápidamente y cuando pongo un pie dentro, toda la tensión desaparece.

Douglas y Lester entran lentamente, como si esperaran a que les negara el acceso. Me da igual, honestamente ahora solo quiero sentirme rodeada de personas. No quiero dejar que mi mente vaya a esos lugares oscuros, no quiero recordar nada ahora.

Dejo la botella en la mesa y me siento en el sofá. Ambos están aún de pie, Lester sostiene su bebida con la misma mano que lleva la bolsa de Doritos y Douglas la bolsa de nachos y su Coca Cola. No sé qué decirles, esto es tan raro.

—Um pues, ahora… pueden sentarse —señalo.

Douglas levanta la bolsa. — ¿Puedo comerlos aquí o no quieres que ensucie tu sala?

Nunca como en esta parte de la casa, mamá odiaría encontrar restos de comida en los sofás o peor, que se ensucien. Me levanto una vez más y señalo a la derecha. —Vengan aquí, pueden comer si quieren.

Espero que se queden, necesito distracciones ahora. No quiero escuchar mis pensamientos en la soledad, no puedo afrontar los recuerdos del pasado ahora. Estoy cansada de lidiar con todo eso.

Douglas y Lester se sientan en el comedor, es para seis personas pero únicamente vivimos tres aquí y casi nunca estamos compartiendo una comida al mismo tiempo.

Voy por dos tazones y unos vasos, también por servilletas. Les reparto todo en silencio, ambos me miran de formas diferentes. Lester con timidez, Douglas con frialdad. Quien sabe lo que están pensando de mí ahora, me preocuparía más si fueran personas con más amigos a quienes contarles lo que acaba de pasar pero sé que Lester es de los solitarios de la escuela y Douglas no es amable con nadie.

Sirvo la mitad de la botella en mi vaso y finalmente me siento, colocando los codos sobre la superficie por un segundo antes de sentir que mi teléfono está a punto de salirse de mi bolsillo. Lo tomo y lo coloco a un lado.

Douglas sirve los nachos en un tazón y comienza a comer. Lester hace lo mismo con los Doritos, los acerca a mí y tomo uno. —Bueno, entonces, ¿Qué falta para la tarea? —pregunto.

Mi estrategia para apartar cada recuerdo amargo es cambiar de tema, las veces que sean necesarias, tan rápido como pueda.

Douglas se rasca el cuello. —Queremos entrevistar a alguien que pueda haber sufrido este tipo de discriminación —afirma, se sirve también la bebía en el vaso llenándolo casi por completo, el sonido de la efervescencia se deja escuchar.

Douglas estira su mano para tomar un Dorito. — ¿Conoces a alguien con alguna capacidad diferente?

Pienso en todas las personas que me hablan, no recuerdo a nadie así. —No.

Lester aprieta su ojo derecho. —Yo tampoco, a nadie.

Douglas asiente y se inclina hacia atrás. —Pues yo sí, en ese caso tendré que llevarlos —me señala—. Pero si faltas, estás fuera.

Tomo un nacho del tazón. —No faltaré, ya les dije que se me olvidó —es en parte verdad.

Lo que sucedió fue que Daniela y Beverly me preguntaron si quería ir a tomar café helado después de la escuela así ayudábamos a Beverly a planear su escapada con Seth. En ese momento sí olvidé lo de la tarea, no fue hasta la salida de la escuela cuando los vi que recordé todo.

Pero me apresuré a regresar y cuando Daniela me dejó frente a mi casa, corrí a la casa de Lester. El resto ya se los expliqué.

—Eso espero —murmura.

Douglas, Lester y yo comimos las frituras sin decirnos nada. Eran sonidos cortos: sorber, tragar y beber.

Yo no quería hablar sobre algo en específico, ellos no hacían ninguna pregunta. Fue una situación diferente, extraña, la primera vez que el silencio no era pesado estando con alguien más.

Ellos se fueron media hora después, yo me pasé el resto de la tarde haciendo tareas y escribiéndome con mis amigas. Jonah también me envió un par de menajes y aunque no quería, le contesté.




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