Dias Soleados

Capítulo 41

DOUGLAS:

— ¿Acaso esto es lo que querías? —Seth me golpea el rostro por segunda vez.

Voy a hacer la confesión más estúpida del mundo: nunca en toda mi vida he peleado con nadie. Nunca he golpeado a nadie y sabía en el fondo de mi cabeza que no iba a ganarle a Seth pero quería intentarlo.

Soy bueno intimidando a las personas sin decir o hacer nada, y nunca llego a las confrontaciones físicas.

Hasta ahora, que yo acepté estar aquí.

—Douglas —Angeline se acerca—. ¿De verdad, Seth? ¿Eres un cobarde? ¡Lo golpeaste luego de empujarme! ¡Eres un idiota!

Tengo un ojo cerrado y el otro está borroso, solo puedo escuchar su voz firme. Me duele la mitad de la cara, el corazón está bombeando sangre con fuerza y tengo la mandíbula tensa.

—Ay no —otra voz a mi lado izquierdo, es Lester—. Ay, no, no, Douglas, ¿Estás bien? Tenemos que llevarte a un hospital, tenemos que…

Estiro mi mano, ni siquiera sé dónde están sus rostros. —Estoy bien, solo voy a levantarme.

— ¡Idiota! —le grita Angeline, asumo que a Seth—. Son todos unos idiotas.

Seth se ríe, me desagrada tanto su risa.

— ¡No! —escucho la voz de Lester, más ronca que de costumbre—. Solo vete de aquí, Seth. Ahora.

Parpadeo varias veces para enfocar mi vista. Finalmente logro ver que las personas se están alejando como si nada hubiera pasado, Lester está a mi lado, examinando mi rostro con sus manos cuidadosamente sosteniendo mi rostro.

—Douglas, lo siento tanto —pide Angeline—. No quería que esto pasara, lo siento de verdad.

No es su culpa.

—Douglas —Lester me toca el hombro—. Perdón por no ayudarte.

Siento un dolor en el pecho, aunque no tiene nada que ver con los golpes de Seth. —Estoy bien —siento un sabor en mi labio, es sangre.

—No estás bien —Angeline suspira—. Tenemos que llevarte con un doctor o…

—Estoy bien —me muevo, intentando levantarme. Ambos toman mis brazos y me ayudan a ponerme de pie.

—Perdón, perdón, perdón —repite ella—. Lo siento.

Estiro mi mano y la coloco sobre su cabeza. —Tranquila, no fue tu culpa. Fue el calor del momento.

Sus ojos se llenan de lágrimas, su labio inferior sobre sale mostrando un puchero y luego se acerca a mí para abrazarme, enterrando su rostro en mi pecho. —Perdón.

Bajo mi brazo a su espalda. —Ya, ya, te dije que no es tu culpa.

Angeline me recuerda a Marie por alguna razón, quizás es por la manera en que me está abrazando ahora mismo. Marie hace eso cada vez que hay una tormenta eléctrica, oculta su rostro en mí.

—Creo que… eres un gran amigo, Douglas —su voz se quiebra—. De verdad, eres el mejor.

Me hace sonreír, le doy unas palmaditas. —No me trates bien solo porque estoy sangrando.

Eso la hace sollozar.

Lester suspira. —Perdón Douglas, tenía que estar cerca pero… yo…

Molly, o Mandy, como sea que se llame esa chica estaba con él. No lo culpo, después de todo Lester tiene derecho a salir y conocer chicas, él no es nada desagradable. Es todo lo contrario.

Tomo aire por la boca. —Está bien, a eso vinimos —siento mi rostro ardiendo—. Arruiné tu cita.

—No —Lester susurra—. Vamos a tu casa, les contaremos a tus padres y…

—No —interrumpo rápidamente—. Estoy bien, solo… sí, vayámonos de aquí pero no a mi casa aun.

Angeline se separa, puedo sentir lo húmedo de sus lágrimas en mi camisa. — ¿Cómo qué no? Tu porque no te miras el rostro pero estás mal, no podemos pasear contigo de esa forma.

Me toco mi mejilla, la que no me duele tanto. —Ah, qué mal, mi muy atractivo rostro fue dañado por el idiota —bromeo, esperando que se rían.

Pero ambos chasquean sus lenguas. —No es tiempo de bromear —me regaña Angeline.

—Hablo enserio, no quiero preocupar a mis padres ahora —les digo—. Mañana se darán cuenta de todas formas, solo quiero… irme.

—Está bien —susurra Angeline.

Con la ayuda de ambos quienes sostienen mi brazo como si fuera a colapsar en cualquier momento, me llevan de regreso al auto.

—Um, supongo que yo conduzco —Lester avisa.

Meto mi mano en el bolsillo y saco las llaves. —Ten, conduce con cuidado, no quiero morir esta noche.

Angeline abre la puerta del copiloto. —Solo entra, Douglas. Deja de hacer tus bromitas.

Sonrío y me dejo caer adentro del asiento. Me duele el hombro donde Seth me pateó, me duele ambos pómulos y la nariz. Bajo el retrovisor y finalmente me veo. Mi rostro está rojo, tengo sangre seca en mis labios y me veo mal, muy mal.

—Mi primera pelea —digo en voz alta cuando ambos entrar al mismo tiempo—. Me acabo de ganar mi medalla de chico malo.

—Douglas, no bromees con eso —Angeline reclama.

Lester ajusta el espejo. —Bien, chico malo, ¿A dónde te llevo?

Lo pienso por unos segundos y luego sonrío. —Ve por la carretera, solo conduce.

—Douglas —Angeline se asoma desde los asientos traseros—. Lester no tiene licencia y tú estás lastimado, ¿Crees que vagar por ahí es una buena idea?

—Sí —contesto, quitándome los zapatos y levantando mis piernas sobre el tablero—. Ahora reproduce esa lista musical que has estado armando, con canciones de todos.

—Creo que algo se le movió en el cerebro —le susurra a Lester, aunque pude escucharla.

Él me mira entornando los ojos. — ¿De verdad estás bien?

No sé qué pasó esta noche pero, quizás la mezcla de todas esas emociones, me hace querer vivir mi vida como en esas películas cursis. Quiero permitirme ser normal, tener dos amigos y salir de bailes escolares después de haber peleado con un chico popular. Quiero recordar esta noche para siempre.

—Mejor que nunca —miro a Angeline—. La música, ¿Dónde está y porque no la escucho?

Suspira. —Está bien, ya voy.

 

Luego de conducir nos detuvimos en un puesto de comida rápida que está abierto hasta la medianoche. Nos bajamos y comimos tacos con salsa picante, los empleados nos veían confundidos, en especial por mi aspecto.




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