Dictadura de Metal #1 Princesa de Bronce

Capitulo 27: Fiesta*

Texas, Estados Unidos

Al estar ocultándose el sol Olena salió disparada a su habitación llevando casi a arrastras a Regina con ella, Andrés tuvo que irse a su departamento para cambiarse prometiendo que llegaría con su carro para llevarlas a la fiesta. Su amiga comenzó asaltar el armario buscando toda clase de vestidos que se pudiera poner, después de media hora optó por ponerse un vestido de azul marino hecho de terciopelo, de escote cuadro y de tirante, que combinó con unas botas negras que le llegaban hasta la rodillo. Se miro con satisfacción en el espejo, aquel vestido hacía que sus piernas lucieran más altas y se moldeaba a su cintura.

- ¿Cómo me veo?

-Si querías lucir como una golfa lo has conseguido.

Le saco el dedo corazón como respuesta, claramente no le importaba su opinión, sabía que se veía bien y solo eso importaba. Miro con molestia a Regina, quien todavía no se había cambiado con el vestido que había seleccionado para ella.

- ¿Debo de recordarte que no eres mi mama para escogerme la ropa? -preguntó sarcástica.

-No tendría que hacerlo si tus gustos para la moda fueron buenos -se defendió-. Además, estoy tratando de ayudarte a que luzcas bien para Henry.

Regina suspiro resignada, sabía que Olena no se iba a callar la boca hasta que se pusiera ese vestido, así que entro al armario que tenía para cambiar y en ese momento cambio el vestido que había escogido su amiga por otro más discreto. Eligio un top rojo de terciopelo con escote cuadrado, se puso una falda roja aterciopelada que le llegaba por debajo del muslo y con una abertura ahí mismo, combino su atuendo con unos zapatos negros de correas. Salió fuera del armario impresionando a Olena, quien no se esperaba ese cambio tan radical en amiga. Se miro al espejo: la falda relucía sus piernas largas y lampiñas y se ajustaba a su cintura, y el top no estaba tan descubierto.

-Si luces linda cuando quieres.

Entre las dos comenzaron a peinarse y maquillarse: Olena le había planchado el cabello Regina dejando su cabello recto en capas, al igual que su fleco cuadrado que por poco le quemaba la frente. De maquillaje solo quería lo básico, no quería exagerarse como a veces Olena suele hacerlo. Se miro al espejo una vez que estuvo lista, el relicario que siempre traía de niña se veía anticuado con su ropa así que decidió dejarlo en su joyero antiguo de color rosa. Cuando lo abrió para guardar el relicario sonó una melodía dulce y una pequeña bailarina de cabello rubio con un tutu dorado comenzó a girar. Recordó que ese había sido el regalo de su abuela en el mismo año que murió, ese joyero era lo único que le quedaba de ella, podía estar escuchando aquella melodía todo el día y nunca se cansaría.

- ¿Dónde está el idiota de Andrés? -dijo molesta, cerró de golpe el joyero dejando de sonar la música-. Anda vamos que se está haciendo tarde.

 

Bajaron a la sala esperando más de media hora a que Andrés se dignara a llegar, Olena faltaban las palabras para decir lo estresada e impaciente que estaba mientras Regina se sentía rara sin tener su relicario colgado. Jamás se lo había quitado más que para bañarse y no sentir el frio metal en su cuello la hacía sentir extraña.

-Seguramente está teniendo sexo con otro chico que no conoce pero que se encontró en la calle- se quejó, la voz quejumbrosa de Olena hizo que saliera de sus pensamientos-. No sé a qué le vale madres más si no pasar economía o contraer una enfermedad sexual.

-Conociéndolo le importa más su auto que cualquiera de esas cosas.

Antes de que pudiera responder Olena sonó el timbre de la casa, se paró rápidamente para abrirla puerta emocionada, pero su emoción se convirtió en decepción. Eso quería decir que Andrés no había llegado si no otra persona y se imaginó quien era, se apresuró a llegar con Olena y se quedó sorprendida al ver a Henry vestido con una camisa blanca, una chamarra de cuero negro y un pantalón de mezclilla oscuro. Henry también se sorprendió al ver a Regina vestida de aquella manera tan atrevida, no podía parar de mirarla lo que ocasiono que esta desviara la mirada avergonzada. Olena pareció no darse cuenta de lo que estaba sucediendo porque enseguida hablo:

-No te ves nada mal -observó Olena-.

Henry ni siquiera le prestó atención a Olena solo tenía ojos para Regina y eso hizo que se ruborizara levemente. Su mirada descendió hasta su cuello y se quedó sorprendido al no ver que traía su relicario. Olena pudo ver donde miraba Henry y ella sonrió orgullosa, le dio un leve golpe en las costillas a Regina haciendo que se quejará.

-A que se ve muy guapa Regina hoy -dijo picara-. ¿No es así?



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En el texto hay: diosas, reinas y princesas, guerra

Editado: 26.04.2020

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