Dictadura de Metal #1 Princesa de Bronce

Capitulo 37: El Peso del Deber

Gales, Inglaterra

Desde niña siempre había soñado con ver las montañas verdes de Gales, su padre cuando iba a de viaje hacia Londres le decía que era una ciudad lúgubre y sin color que no era nada en comparación con las montañas coloridas y el cielo claro de Gales, su padre había nacido ahí y se había criado en Gales hasta que su abuelo decidió que era hora de que manejará la empresa familiar en Estados Unidos y lo mandó a vivir junto a él separándolo de su madre. Siempre se había imaginado los cuentos que le contaba su padre sobre su ciudad natal, por lo que no fue difícil imaginarse aquellas colinas verdes y llenas de flores que tanto soñaba con ver. Abrió los ojos observando el cielo nocturno de Gales, las estrellas parecían brillar más ahí, la luna se veía tan grande y reluciente, sin duda se había enamorado de la ciudad. Sintió una brisca de viento que la envolvió y la llenó de tranquilidad al saber que estaban fuera de peligro. Observó la montaña verde en la que se encontraban, no relucía tanto al ser de noche, pero aun así se podía distinguir el color claro entre la oscuridad. Miro a su lado, estaba Henry observando el paisaje con admiración. Regina no pudo evitar abrazarlo al saber que había conseguido la victoria, este se quedó inmóvil sin saber que hacer por aquella acción tan inesperada, Regina se separó de él apenada, miro a Olena contenta, lista para abrazarla cuando su sonrisa se esfumó al verla.

-Gina no me siento bien…

Una flecha había logrado alcanzarla mientras escapaban, ahora se encontraba totalmente pálida con una flecha atravesando su vientre, sus ojos se voltearon en blanco mientras caía al suelo, pero antes de hacerlo Regina la atrapo en sus brazos y juntas cayeron al suelo al no poder soportar su peso. Se quedó un momento paralizada sin saber que hacer, era como si no creyera lo que estaba viendo, minutos después su cuerpo reaccionó. Regina la puso en su regazo mientras acariciaba desesperadamente sus rizos y le gritaba a Henry que le ayudará.

- ¡Haz algo! -le imploró-. ¡Tienes que ayudarla!

Estaba a punto de sacarle la flecha cuando sintió la mano de Henry sobre la ayuda impidiendo que lo hiciera.

-No lo hagas -murmuro-. Solo harás que se desangre más rápido y será una muerte más dolorosa.

- ¡Entonces haz algo! -le grito- ¡Ayúdame a llevarla a la base…!

 -Gina -susurro levemente, atrayendo la atención de esta-. No creo que puedan ayudarme.

-No lo sabemos -dijo desesperada-. Tal vez tenga alguna hierba medicinal mágica…

-No lo intentes -le pidió-. Tienes que dejarme ir.

Los labios se Olena se encontraban manchados de su propia sangre, miro Regina sus manos, ahora en ellas tenía la sangre de su mejor amiga, no pudo evitar sentirse culpable por todo lo que estaba sucediendo. Si tan solo no le hubiera dicho sobre ese mundo ella no estuviera en su regazo muriéndose, si tan solo se hubiera entregado tal vez ella seguiría con vida, sin tan solo no la hubiera conocida ella no se estaría muriendo.

- ¡Ey! Se lo que estás pensando -le reclamo-. Todo lo que piensas es mentira -su pecho subía y bajaba lentamente como si tratará de conservar su último aliento-. No hubiera podido vivir sabiendo que te fuiste sin decirme ningún adiós -le costaba hablar, podía verlo en su mirada-. Me alegro de haberte seguido a este mundo desconocido…no me arrepiento de nada.

Regina se mordió el labio tratando de suprimir un sollozo.

-Pero yo si -dijo con voz delicada-. Estarías viva en este momento…

-O tal vez no -le acorto-. No lo sabemos porque el destino tiene mil formas de aparecerse y jugar con nosotros. Nunca sabemos lo que nos espera y eso es lo que le da emoción a la vida -levantó lentamente su mano para acariciar su mejilla-. No puedes vivir en el pasado, solo puedes mira al futuro y enfrentarte a él. Recuerda a lo que vinimos -una lagrima recorrió su mejilla-. Cuando tomes tu trono yo estaré ahí para verte hacerlo, aunque no sea físicamente.

-No podré hacerlo… no sin ti.

-Hazlo por mi -susurro débilmente-. Recupera lo que te pertenece por nacimiento… por mí.

Comenzó a cerrar los ojos sin dejar de apretar con fuerza la mano de Regina, teniendo una gran sonrisa en su rostro por última vez. Fue cuando comprendió Regina que este era el último adiós entre ellas, quería darle, aunque sea un pequeño momento de paz.

-Estaré bien -dijo con dolor-. No te preocupes, puedes irte sabiendo que lucharé por lo que es mío y que no descansare hasta conseguirlo.

-Yo la cuidaré por ti -dijo como consolación, Henry tomó su mano y la acarició-. La protegeré como tú lo hubieras hecho.



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En el texto hay: diosas, reinas y princesas, guerra

Editado: 26.04.2020

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