Diez segundos de magia

La noche eterna

No deberías haberme visto, no tendrías que haberte acercado. Ya no volveré a ser la que era. No soy más aquella que amaste: no permitiré que seas el primero en hablar, ni que envíes lejos a mis hijos por considerarlos imperfectos. Esta es mi forma ahora. Me he liberado de todo lo que me ataba a aquel mundo luminoso al que pretendías arrastrarme. 


¿Por qué has venido a buscarme? ¿Cómo es que no soportas ver en lo que me he convertido?

La muerte me ha ofrecido sus brazos y he ido a su encuentro. El Yomi me ha mostrado su fruto y yo lo he probado. No entenderías aquella sensación, la novedad fue casi tan emocionante como el ver la lanza celestial por primera vez. Ahora tú y yo somos tan distintos como el día y la noche.

La inmensa negrura llenó mi ser, el dolor de aquellas llamas que me trajeron aquí fue reemplazado por comprensión y perdón. No debiste venir a perturbarme. El alcance de tu pequeña mente de dios limitado por los temores de los vivos no llegará nunca a igualar esto.

Oh, si hubieses estado allí al momento en que crucé al Yomi…

Si hubieses visto cómo todo dejaba de importar, la obediencia, el dolor, el amor, cualquier sentimiento estúpido al que pude haber hecho caso antes y que me obligaba a obedecerles a ti y a los dioses de arriba.

Ya no más.

Las posibilidades ya para mí son infinitas.

¿Quieres probar un poco? ¿No sientes un poco de curiosidad al menos?

Dejaré de intentar explicártelo, porque podría estar hablando aquí durante siglos y no estaría ni cerca de pintar el panorama completo. Imagínalo por un momento: si pudiera atravesar tu corazón con el Amenonuhoko y revolver tu sangre con éste, tal vez en ti surgiría una mínima parte del poder que me fue dado en esta nueva vida.

Entonces, ahora respóndeme. O, si no quieres decírmelo, reflexiona con la sinceridad de tu impulsivo corazón, amado mío.

¿Por qué insististe en que siguiera tus pasos, como la mujer sumisa que fui? Aún en mi nuevo estado tu presencia es magnética, tu cuerpo me atrae como la luz a una desgraciada polilla. Me detesto por eso, te adoro por la misma razón. ¿Cómo es que pude ceder a tus caprichos, aunque fuese por un instante?

La verdad es que debí escupir mucho más fuerte al verte aquí. A tus pies, el suelo comenzó a derretirse, ¿cómo es que no te diste cuenta, fue solo por la oscuridad? ¿O es que tu deseo de arrancarme de mi descanso era lo único que importaba?

Debiste quedarte en nuestro bello palacio, recordando los días en los que corríamos felices alrededor del Amenomihashira y cuidando de nuestros hijos, en especial del recién nacido. Tu egoísmo marcará a la humanidad para siempre, si es que eso te importa. Lo que es a mí, prefiero lamentar cómo arruinaste lo nuestro al venir a sumergirte en mi noche eterna.

El tiempo de los dos había terminado. Deberías haber dejado nuestro adiós en algo melancólico y luminoso. Pero, ahora que viniste, por lo menos debías cumplir la única condición que impuse.

Si el Yomi es la tierra de la oscuridad interminable, debías respetar eso. No tenías porqué forzar la luz con tu fuego inmundo. Pero sí merecías verme, ahora que lo pienso. Sin quererlo, te he mostrado mi nuevo interior y me alegro por ello.

No necesito cubrir mis carnes pútridas; los gusanos son suaves y mejor compañía de lo que imaginas. Las heridas en mi cuerpo reflejan las que atormentaban a mi alma desde hacía mucho.

¿Ya no vas a recibirme con amor? ¿Ni siquiera vas a oír mis gritos, no permitirás que mis manos sanguinolentas te acaricien, ni unirás mi aliento rancio al tuyo? Mala decisión, Izanagi. Mala idea, cariño mío. Ahora no voy a librarte del dolor de haberme perdido, aunque con esto convierta todo nuestro amor en pura competencia odiosa.

Maldito seas, debiste quedarte en el Inframundo como recompensa a tu atrevimiento. A cambio de tu cobardía, quedarás unido a mí por la eternidad mientras cuentes a cuántos de esos mugrientos humanos traigo conmigo, hacia la noche más negra. Sabes que si prometo algo, no descanso hasta cumplirlo. Hemos nacido de las mismas deidades, amor mío. La furia también me desborda a montones hasta rebalsar y cambiarlo todo a mi alrededor.

Supe que incluso asesinaste al fruto del esfuerzo que me llevó al Yomi. La cantidad de seres que surgieron de aquel horrible pecado serán causa de mi satisfacción y provocarán daño o alivio a aquellos seres inferiores que habiten la tierra que hemos creado juntos.

¿No quieres llevarme contigo? ¿Tampoco quieres quedarte? Ahora tu rechazo será castigado.

Haré que te arrastres y lamentes ese asco profundo que vi en tus ojos ante la llama que encendiste en mi refugio. Y, si no lo haces tú, lo harán aquellas criaturas débiles que viven en las islas que surgieron debido a nosotros.

No podré olvidarte nunca, querido mío. Cuando lo desees, con solo pedir perdón y entregarte a mi abrazo, te daré la bienvenida a la oscuridad. Reinaremos juntos sobre esta noche eterna. Porque algún día tendrás que cruzar hacia aquí. Mi ejército estará esperándote, listo para destrozar cualquier intento de rebeldía, pero también dispuesto a obedecerme en caso de que yo decida que tu arrepentimiento es sincero.

Deja que me cobre mil almas diarias, no es un precio tan grande por el inmenso amor que alguna vez prosperó bajo la luz del sol. Pero, si cumples y creas mil quinientas más, jugaré con gusto esta competencia. Nuestra unión dio grandes frutos. Juntos dimos origen a la creación misma. Permíteme que abra paso al regulador de tanta riqueza. Deja que me lleve al inframundo parte de lo que me corresponde. O ven a mí y que el caos se encargue de todo allí afuera. 

¿Qué dices, amado mío? ¿Vamos a llevar adelante este juego? La eternidad no volverá a ser aburrida, eso también te lo prometo.



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En el texto hay: traicion, amor, crimen y locura

Editado: 14.10.2022

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