Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 2 Nueve Días Antes De La Boda

Alberto quiso comprobar la hora echando un vistazo a su reloj de pulso pero había demasiada oscuridad en la calle a esa hora que no le quedó de otra que calcular que ya pasaban alrededor de las dos de la madrugada. Chistó el diente. Había quedado con un amigo que éste pasaría por él apenas le avisara de la llegada de su autobús, pero su camarada no daba ninguna señal de vida. Y para colmo, durante el viaje, se había consumido la batería de su teléfono móvil. 

Iba por el vigésimo suspiro de desesperación cuando de pronto, las luces altas de un automóvil le dieron en la cara. 

-¿Será Diego al fin?- Se interrogó a sí mismo. 

El conductor activó las intermitentes para avisar que ya llegaba. Alberto tuvo que poner la palma de una mano a modo de visera para protegerse del destello. Cuando comprobó que era el taxi de su amigo cogió la maleta del piso. 

-¿Señorita, la llevo?- El hombre del taxi bromeó con confianza. 

-¡Payaso! Te tardaste mucho y me veo muy mal parado en esta esquina. 

El joven al volante desprendió sonoras carcajadas en una actitud de mucha confianza, mientras Alberto abría la portezuela del coche y se colocaba en el asiento del copiloto, encimando la maleta en sus piernas. 

-Dijiste que andabas cerca, que llegarías enseguida-. Reprochó Alberto haciéndose escuchar a pesar del volumen de la música en el estéreo. 

-Disculpame, Brother. Traía un negocio bastante suculento entre manos. 

-¿Un negocio? 

Diego sonrió con un aire de sarcasmo y picardía. 

-Ah, vaya. ¿Una mujer?- Al fin Alberto entendió y sonrió con asombro. -Un buen día de estos, Carmen te va a pillar en alguna movida y te juro que no quisiera estar alli para ver cómo te reparte en pedazos por toda la ciudad. 

-Eso, mi amigo, no va a pasar. Tenlo por seguro. Carmen siempre cree en mis cuentos. Para ella soy una blanca paloma. 

-Cuando en realidad eres todo un gavilán. 

Diego volvió a reír sonoramente. 

-No se como te animas, amigo, pero yo nunca le sería infiel a mi chaparrita-. Alberto se acomodó en el asiento, preparándose para una plática bastante controversial. 

-El amor no es igual en todas partes-. Respondió Diego bajando el volumen del estéreo para permitir una mejor comunicación con su amigo. 

-El amor es el amor-. Rebatió Alberto. -Con un solo significado, la misma sensación. Se siente y ya. Cuando estás enamorado, lo estás y no hay otra explicación. No hay otro punto que observar más que estar ahí para ella en todo momento. 

-Yo también amo a mi mujer, solo que me gusta probar de vez en cuando el menú que hay en otras partes. 

-Eso es ser un sinvergüenza. Y es probable que no conozcas el amor. ¿No te has puesto a pensar que tal vez nunca te hayas enamorado? No se puede ver lo que no conoces. 

-No empieces a sermonear. Cuando te empeñas no hay quien te aguante. 

-Mira, Diego, eres mi amigo y te quiero un montón, pero no estoy de acuerdo con lo que haces. 

-Yo también te quiero, carnal, ¿pero qué quieres que haga? No puedo estar quieto. Me gustan demasiado las mujeres y no me conformo con probar a una sola. 

-No te hubieras casado, entonces. 

-En eso sí estoy de acuerdo contigo. Nunca debí dejarme amarrar por Carmen. 

-¿Dices amarrar? Nadie amarra a nadie. Casarse es una decisión de ambos. 

-En mi caso no lo fue. Carmen salió embarazada y se encargó de que mis papás y los suyos me obligaran. Y para colmo, la criatura murió antes de nacer. Pero ya ni llorar es bueno. 

-Lo lamento. Eso no lo sabía. 

-No te fijes. Hay cosas que no te he contado. Algún día hablaremos de nuestras tormentas. Eso tenlo por seguro. Yo creo mucho en que las cosas pasan por algo. 

-¿Piensas que algún día dejarás a Carmen? 

-Si. No tarda en ocurrir eso. Solo que ella está necia en querer que sigamos. Hasta habla de volver a embarazarse. Pero yo lo veo difícil. 

-Piensa bien en lo que harás. Si ya estás decidido, hazlo de forma correcta. 

-Ese es mi problema, nunca he hecho las cosas bien. Pero basta con tus sermones, ya te dije que me chocas cuando te pones así. Peor que mi papá. 

-Eres mi amigo y… 

-Por cierto, papá te manda saludos y mamá dice que cuando quieras ir a la casa a comer eres bien recibido. Ellos te aprecian mucho. 

-Y yo a ellos. Agradéceles  y por supuesto estaré ahí un día de estos. 

Diego disminuyó la velocidad para después aparcar el auto junto a un edificio de departamentos. 

-Servido. 

-Déjame pagarte-. Alberto jaló la hebilla del cierre de su maleta para sacar la cartera. 

-¿Cómo crees? Entre amigos no hablamos de dinero sino de favores. Tú has hecho tantas cosas por mí. 

-Hombre, es tu trabajo. Las mensualidades del taxi no se pagan solas. 

-Me lo vas a pagar pero con un favor bastante especial. 




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