Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 6 Cinco Días Antes De La Boda #1

Era el momento para aprovechar. Jorge no se levantaría de su sillón hasta que terminara la transmisión del partido de fútbol. Asi que Bárbara tenía el campo libre para llevar a cabo el plan: se metió la mano en el escote para sustraer una diminuta cápsula de color azul con blanco. La dejó caer lentamente, sin quitarle la vista de encima, y sin dejar de sonreír malévolamente, en el tarro de cerveza que preparaba para su marido. 

Contempló cómo se diluía la cápsula al contacto con el líquido transparente de color ámbar. 

-Está noche te vas a quedar bien dormido, mi amor, mientras que Diego y yo vamos al baile-. Se dijo a sí misma disfrutando de ver cómo la cápsula terminaba de consumirse al interior del tarro. 

Después puso una charola encima de la barra para colocar el tarro, agregando un tazón cubierto de botanas. 

Caminó presurosa con la charola en las manos y cruzó la puerta retráctil de la cocina, y al llegar a la sala lo primero que vio fue el reloj de pared que anunciaba las cinco de la tarde de aquel domingo caluroso. 

-¿Qué?- Inquirió Jorge al verla entrar y quedarse parada mirando el reloj. 

-¿Qué de qué?- Respondió ella con aire retador. 

-¿Qué tanto le ves al reloj? ¿Vas a hacer algo o qué estás esperando? 

-¿Ya vas a comenzar a pelear? 

-Es solo una pregunta. ¿No puedo saber que vas a hacer? 

-Nada. No voy a hacer nada. Solo estaba viendo cuanto falta para mi novela. 

-¿Tu novela? Pero si hoy es domingo. 

-Oh, es verdad. Que tonta. Olvídalo. Sigue viendo tu fútbol. Yo me voy a duchar. 

Apenas Jorge iba a preguntar algo pero ella se alejó rápido para entrar por la puerta de una habitación. 

-¿Saldrá de nuevo?- Se preguntó Jorge al quedarse a solas. 

Después se encogió de hombros y puso atención a la voz emocionada del cronista que narraba el partido.

-¡Vamos, equipo, si se puede!

En la televisión, un jugador libraba el campo y burlaba a los jugadores del equipo contrario, desplazándose de forma veloz en dirección a la portería. Su velocidad animaba al público a gritar. Jorge se contagió de esa emoción. Y cuando el jugador cometió el acto de meter el balón en la portería del equipo contrario, Jorge se emocionó tanto que dio un manotazo a la charola de la botana haciendo un regadero de frituras y provocando que el tarro de cerveza cayera al piso. 

-¡Diablos!- Observó la espuma bullir sobre la alfombra. 

Gritó a Bárbara que se hiciera presente lo más rápido posible pero no obtuvo respuesta. Y tras insistir una segunda vez recordó que ella había dicho que se ducharía. Así que no le quedó más remedio que levantarse de su sillón e ir hasta la cocina para prepararse él mismo otro tazón de botana y llenar de nuevo el tarro de cerveza. 

Bárbara salió de la ducha sólo para correr hasta su habitación y con asombrosa agilidad entallarse en un vestido rojo y arreglarse la melena. En el camino se pintaría la cara, pensó, pues ya se le estaba haciendo tarde y había quedado con Diego de verse a las seis en punto a cuatro calles de su casa. 

Puso atención al ruido que hacía la televisión en la sala. Seguía escuchando la voz animada del cronista dando cuenta del partido, y a decir por la emoción que imprimía a su narración, adivinó que Jorge ya estaba vencido por el sueño, pues de no ser así, acompañaría con gritos y vivas o en su caso, con mentadas de madre, al cronista. 

De todas formas, quiso cerciorarse de que Jorge había sucumbido ante el polvo en cápsula para dormir que había vertido en su cerveza. Tomó el celular y las llaves y fue hasta la sala. Primero lo tocó suavemente del hombro. Jorge no respondió. En su lugar seguía el comentarista narrando el partido. Así que rodeó el sofá para plantarse frente a él y asegurarse de que sus ojos estuvieran completamente sellados por el sueño. Tenía la camisa desabrochada y la boca abierta. Dormía como un león, y así debía seguir hasta el amanecer. 

Bárbara sonrió complacida y le dio un beso en la frente. Después echó el celular y las llaves al bolso y caminó hasta la puerta para salir. 

Un segundo después, Jorge abrió los ojos y se incorporó del sillón para caminar hasta la ventana que daba a la calle. Apartó el velo de la cortina rápidamente y alcanzó a ver que Bárbara caminaba a prisa por las escaleras. Volvió la cortina a su lugar y arrancó un suspiro de coraje desde el interior de su pecho. Apretó los puños. 

-¡Ahí va de nuevo! ¡Es verdad que tiene un amante! ¡Ya no tengo duda! ¡Pero esta vez a mi no me va a seguir viendo la cara de estúpido! 

Fue rápido a su habitación y tomó su cartera y las llaves del auto. Después corrió hasta la puerta y salió. 

Bárbara llevaba dos cuadras de avance cuando Jorge apenas giraba en la esquina del edificio. Vio a lo lejos que su mujer se dirigía hacia un auto de modelo noventero color azul con vidrios polarizados, el cual estaba aparcado en la siguiente cuadra. Regresó al edificio para subir a su auto, un Toyota rojo modelo noventa y tres que había comprado meses después de que se casara con Bárbara.

Se apresuró a encenderlo y salir tras ellos. No debía perderlos de vista. Esta vez estaba decidido a averiguar quién era el hombre misterioso que le estaba quitando a su esposa. 




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