-¿Dices que Diego te dijo que lo vería en la taquilla?
-Si, Bárbara. Ya te lo dije varias veces en el camino. Diego me pidió que pasara por ti en este auto que consiguió y te trajera hasta la taquilla. Que lo esperaras. Y si a él se le seguía complicando el asunto con su mujer, que entraras con tu boleto. Yo lo esperaré. Ve adelantando si gustas-. Le dijo Alberto mientras guardaba el celular en el bolsillo del pantalón y echaba seguro al auto.
-No te preocupes, Alberto. Será mejor que te espere porque la entrada está a reventar. Si nos separamos nos vamos a perder y no quiero entrar sola. ¿O esperas a alguien tú?
-No. Para nada. Pero no debes preocuparte. No haré mal tercio. Solo estoy haciendo el favor a Diego. Cuando entremos yo me disperso.
-Yo no tengo problema porque seas nuestro trío-. Dijo Bárbara viéndolo a los ojos y sonriéndole muy provocativa.
-Caray. Eres muy bromista, Bárbara.
-Y tú muy tímido. ¿Tienes novia? Sé muy poco de ti, a pesar de que ya tenemos un año de ser vecinos de puerta a puerta.
-Si. Si tengo novia. Me caso con ella la próxima semana.
-¿De verdad? Eso es una excelente noticia. ¿Diego ya te preparó tu despedida de soltero? ¡Me encantaría estar presente!- De nuevo, la mujer hizo alarde de exagerada coquetería.
-No, para nada. Aún no hay planes.
-¿Pero cómo así sí estamos a un par de días? No te preocupes, déjamelo a mí. Ya verás que te la pasaras muy rico.
Bárbara se le acercó demasiado para acomodarle el cuello de la camisa. Alberto no pudo evitar temblar de los nervios al tenerla tan cerca, pues esa mujer era demasiado sexy y era dueña de un cuerpo espectacular que botaría de loco a cualquier hombre. Y ella lo sabía. Sabía que era poseedora de grandes dotes físicos. Era por ello que le estaba arrimando a propósito ese par de pechos que asomaban por el borde del escote.
Pero Alberto no era cualquier hombre. Era el tipo de caballero que, estando enamorado, no tenía ojos para ninguna otra mujer que no fuera aquella que presumiera ser la dueña de su corazón. Así que hizo por controlarse y simplemente sonreír como tonto ante las insinuaciones y ante la exposición del material voluptuoso de la mujer. Además, como quiera que fuera el caso, esa hembra tenía dueño, o dueños más bien, y uno de ellos era precisamente su amigo, y Alberto jamás sería desleal ante una amistad, deseando a la mujer de otro.
Bárbara notó que Alberto estaba turbado ante sus lanzamientos de picardía. Realmente, aquel hombre de mirada tierna le resultaba sumamente atractivo. Era un tipo de hombre distinto a Diego y a Jorge, y a todos los hombres que habían pasado por su vida. Ese hombre tímido, de ojos dulces, le estaba pareciendo interesante. Y lejos de desilusionarse por la idea de que pronto se casaría, se sintió más atraída por él.
-¿Y quieres mucho a tu novia?- Bárbara no dejó de atacar mostrando sensualidad por todas las partes de su cuerpo.
-Mucho.
-Ha de ser muy linda y por supuesto, afortunada.
-Es hermosa. La más linda.
-Gracias por la parte que me toca.
-Perdón, es que ella es la más linda de mi vida. Cada hombre enamorado tiene a su mujer más linda del mundo. Quizás para Diego tú lo seas.
Bárbara se echó a reír con escándalo.
-Eres un bobo, pero muy encantador. Y no, no creo que yo sea la mujer más linda en la cabeza de Diego.
-¿Pero por qué no? Si ambos han decidido dar rienda suelta a lo que sienten el uno por el otro, a pesar de…
-¿De qué? Continúa, no te quedes a medias. ¿A pesar de estar casados? Dilo. Así con todas sus letras. Diego y yo somos amantes y le ponemos el cuerno a nuestras parejas.
-Bueno, el caso es que ambos sienten esa pasión y quizás sea algo muy fuerte que los une, y tal vez sea una fuerza superior que no tienen con sus parejas.
-Eso sí. Entre Diego y yo ha nacido una gran pasión. ¡Mucha pasión! Pero no sé si sea realmente amor. ¿Tu crees que Diego me ame?
Alberto se quedó callado por algunos segundos. La miró a los ojos y suspiró, sopesando lo que iba a decirle.
-No sé si te ame, pero le gustas demasiado, y por tí ha sido capaz de hacer muchas locuras. Tal vez debas aprovechar que él está dispuesto a hacer muchas cosas por ti y ambos puedan hacer las cosas bien.
-¿Hacer las cosas bien? ¿A qué te refieres?
-A qué hagan lo que tengan que hacer, terminen lo que tengan que terminar para estar juntos. Porque lo que sí me queda claro es que ni tú amas a Jorge, ni él ama a Carmen.
-¿Y como estás tan seguro, Alberto?
-Porque cuando se ama a una persona no la engañas. Así de sencillo, Bárbara. Amar es sentir que vibras por esa persona cada vez que la tienes enfrente, y cuando eso ocurre, no dejas entrar otro sentir. No tienes ojos para alguien más.
Bárbara frunció los labios y prefirió enfocar la vista en otro punto que no fueran los ojos de Alberto.
-No era de filosofia del amor de lo que quería hablar esta tarde.