Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 13 El Día De La Boda. 10AM

Natalia brincó de los hombros cuando la enfermera apareció gritando por la puerta del área de cuidados intensivos. La recepcionista y los familiares de algunos pacientes que aguardaban en la sala vieron como a la doctora se le derramó el café encima de la bata blanca. 

Pero ella prestó  poca atención al estropeamiento de su vestidura porque enseguida dejó la taza con lo que quedaba de café encima del mostrador y avanzó presurosa al encuentro con la enfermera. 

-¿Qué pasa? ¿Por qué el escándalo? 

-¡El paciente de la 431 se despertó y está en una crisis! ¡Debe venir pronto porque mi compañera no puede contenerlo! 

Natalia miró a un camillero que había sido atraído por los gritos, y no fue necesario indicarle con palabras que la apoyara. Ambos siguieron a la enfermera hasta la sala de cuidados intensivos. 

Lo que Natalia vio al ingresar, fue a un energúmeno que se retorcía en contra de la voluntad de una enfermera. 

-¡Alberto!- Natalia llamó su atención. -Tranquilo, todo esta bien. ¿Me reconoces? 

Alberto estaba aturdido. 

-¡El día! ¡Dígame qué día es hoy! ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¡Debo saberlo ahora mismo! ¡Por favor!

Natalia entendió que él estaba conectado a su realidad; que Alberto había repasado que la última vez que estuvo consciente le faltaban tres días para su boda. 

Sin duda, Alberto había despertado y cuando pudo poner la mente en orden, se ubicó en el tiempo y en el espacio, y comenzó a preguntar cuántos días habían transcurrido exactamente.

-Debes tranquilizarte. Soy tu doctora y también soy tu vecina. Te conozco y sé lo que te preocupa. Ahora mismo te voy a explicar lo que ocurrió y hallaremos una solución. Estarás bien. Te lo prometo. 

Le tomó suavemente del hombro. 

Alberto comenzó a serenarse. De estarse contorsionando pasó a quedarse quieto sólo emitiendo el movimiento involuntario de hundimiento y expansión de su pecho debido a la respiración brusca. 

Cuando al fin logró quedarse totalmente quieto, pudo recuperar la voz, y fue en ese momento en el que se volvió hacia Natalia. La miró detenidamente con ojos de súplica y de confusión, como un niño cuando espera aterrado una explicación de su padres a algo que teme. 

-¿Más tranquilo? 

Natalia pudo darse cuenta que aquella mirada era de angustia. Y que él, a pesar de estar ansioso porque ella le respondiera a sus cuestionamientos, estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para controlarse y comenzar a dialogar. 

-Responderé a tus preguntas. Prométeme que estarás tranquilo. Buscaremos una solución. ¿Te parece? 

Alberto asintió con un movimiento presuroso de cabeza y sin dejarla de ver a los ojos. 

-Hoy es dos de Agosto-. Natalia lo dijo lento para que él asimilara bien las palabras. 

Alberto tragó saliva y los ojos se le llenaron de humedad. 

-Es el día en que debía casarme. Hoy dos de Agosto-. Pronunció alarmado. 

-Lo sé. 

-¿Han avisado a mi familia? ¿Dónde están ellos? ¿Están afuera? ¿Por qué no entran? ¿Mi novia está con ellos? 

-No, Alberto, tú familia no está afuera. No supimos cómo localizarla. Creo que los tuyos no saben de tu situación. 

Alberto comenzó a alterarse. 

-¡Pero hoy me caso! ¡Mi novia debe estar angustiada! ¡Ella me espera! 

Se angustió más cuando reflexionó una idea: 

-¡Dios mio! ¡Ella pensará que la dejé esperando! ¡Que no me quise casar con ella! ¡Que desaparecí! 

-Debes controlarte. No pierdas de nuevo la calma-. Natalia lo volvió a tomar de la parte de los hombros. 

-¿Dónde está mi celular? ¡Necesito llamarle! ¡Si me apresuro llegaré a tiempo!

-No tenemos tu teléfono. No sabemos nada de tus pertenencias. Aquí llegaste por tu propio pie pidiendo ayuda. Al parecer, quien te golpeó, se quedó con tus cosas. 

Alberto se llevó una mano a la frente y se quejó de dolor. 

-¡Cuidado! Estás lastimado. Recibiste un golpe con un arma blanca. Al parecer una herramienta.

Alberto estaba confuso pero recordaba bien la noche del baile. Hizo un viaje al interior de su cabeza y comenzó a recordar cuando Bárbara y él vieron acercarse a Jorge con el rostro desencajado y la mirada profunda. 

Corrieron y Jorge fue tras de ellos. Después Bárbara se soltó de su mano. La vio huir entre la gente en dirección al escenario. Él corrió hasta el estacionamiento alejándose de la muchedumbre. 

En el estacionamiento no había nadie. La parte donde había dejado el auto era la más oscura. Cuando estuvo a un lado del coche se recargó para agarrar aire y descansar. Echó la vista hacia donde se podía ver el escenario. Estaba lejos. Pensó que sería mejor marcharse de ahí y al día siguiente hablaría con Diego y Bárbara para aclarar la situación, pues menudo lío en el que estos dos lo habían metido. Ahora Jorge, el esposo furioso de Bárbara, estaba creyendo que él era el amante de su mujer y desde luego eso no podía seguir siendo así. De tal forma que lo primero que haría apenas el sol se asomara sería ir hasta casa de Diego y exigirle que se enfrentara a Jorge para decirle la verdad y a partir de ahí hiciera las cosas bien, que se dejara de aventuras complicadas en la colonia y no lo metiera en más problemas. Si. Eso haría. 




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