Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 17 Destinado A Olvidarse

El taxi frenó en medio del grupo de personas que veían la escena. Pablo abrió la puerta, y al poner un pie en tierra, enloqueció al ver el desastre. 

-¡Demonios! ¡El auto! 

Vio a Alberto que estaba de pie frente a una de las ventanas del auto negro mirando fijamente al interior. Tenía ambas manos empuñadas y la espalda le subía y bajaba por la respiración agitada. De momento no le importó ir hasta él. Corrió en dirección al mustang para evaluar los daños. Tan pronto llegó, cayó de rodillas ante la brutal escena de ver a esa hermosura de auto con el cofre desfigurado y la defensa delantera rota. El contenedor de basura donde había parado su marcha era grande y metálico. Pablo empezó a llorar. Se levantó y rodeó el vehículo para observar la otra parte del desastre. Ambas puertas, las del lado izquierdo, estaban averiadas. 

Masculló un demonio y volvió la vista hacia el punto donde Alberto veía fijamente al interior del auto. Fue corriendo hasta él y lo forcejeó sin conseguir que dejara de ver el objetivo que lo tenía hipnotizado. 

-¡Eres un grandisimo estúpido! ¡Me has metido en un lío bastante gordo! ¡Hiciste polvo el auto! ¡¿Ahora cómo diablos lo he de pagar?! 

Alberto no le estaba poniendo atención. 

-¿Me estás escuchando grandisimo idiota?- Pero era inútil. Así que Pablo intentó calmarse y viró el rostro para mirar al interior del auto. Adentro estaban los cuerpos de los novios en el asiento trasero, inconscientes. Y en el asiento de adelante el chófer parecía dormir una siesta bastante larga con la cabeza recostada encima del volante. 

Alberto no sabía si Brenda había fingido el desmayo en cuanto lo viera aproximarse a ella o era que de verdad le había faltado la respiración y se le había nublado la vista. 

Pablo acomodó el cerebro para pensar y fue en ese instante en el que se dio cuenta que la situación era más grave de lo que parecía. Alberto había causado el accidente y era obvio suponer que para ese momento ya los curiosos habían llamado a la ambulancia y a la policía. Los uniformados llegarían de un momento a otro y eso, indudablemente, acarrearía más problemas. 

¿Qué hago? Piensa Pablo, piensa.

Tomó el teléfono celular y marcó rápidamente un número. Fueron segundos eternos los que tuvo que esperar para que le respondieran. Al fin, una voz femenina se escuchó. 

-¿Dónde te metes, Pablo? ¡Estoy en Tampico! ¡Estuve marcando mil veces a tu celular para que pasaras por mi al aeropuerto y hasta ahora me contestas! ¡Eres un abusivo! 

-Lo siento, Nereyda. Escucha, estoy en problemas. 

-Desde luego, querido, que estás en problemas. Mi papá me ha preguntado por el coche. Le tuve que decir que lo llevé al negocio de autolavado en cuanto entré a la ciudad porque en carretera se me ha ensuciado. Si él me pilla que le mentí y que no viajé en coche a Monterrey y que anduve en Houston me mata. Así que trae ese maldito auto inmediatamente a mi casa. Le diré a papá que tú eres el empleado del autolavado.

Pablo tomó bastante aire y lo contuvo un segundo para enseguida expulsarlo con fuerza por la boca. 

El resoplo tuvo una connotación amarga y de intriga. Nereyda entendió que algo malo estaba ocurriendo y que tenía que ver con el famoso encargo del auto. 

-Espera, Pablo, dijiste que estabas en problemas. No me vayas a salir con una tontería acerca del carro.

Silencio.

-¿Pablo?

Otro resoplo. 

-¡Pablo, no juegues! Dime que todo está bien. Que mi auto está en excelentes condiciones. 

Al fin Pablo dijo algo:

-¿Cuentas con seguro? 

-¡No! ¿El auto es…  nuevo y…  papá no puede…  ¡Rayos! ¿No me digas que chocaste? 

-Si.

-¡Maldita sea Pablo! ¡Papá me va a matar! El auto no tiene seguro porque mi familia no puede…  por algunos negocios que tiene papá no puede… 

-¿No puede que…?- Pablo comenzó a preocuparse de sobremanera. Si la situación era complicada, parecía que se complicaría más. 

-Mi papá ni nadie de la familia puede involucrar su nombre en ese tipo de trámites, menos en accidentes. 

-¿Qué dices? No te entiendo nada. 

-¡Mira, Pablo, no se como diablos hagas pero tú me traes ese carro tal y como te lo dejé!

-Por supuesto que me haré cargo de los daños que le hemos ocasionado a tu maldito auto. Solo espero que comprendas que en este momento no puedo ir a Tampico. Estoy en Ciudad Victoria. 

-¿En Ciudad Victoria? ¡Rayos! Debes moverte de ahí lo más rápido que puedas. No permitas que la policía averigüe sobre el auto. Está a mi nombre y no pueden tomar ese dato. ¡Retírate inmediatamente de ahí!

-¿Pero, porque? 

-¡Solo hazlo y ya! ¡No dejes que la policía te atrape! ¡Muévete! ¡O te irá muy mal con ellos y si no es con ellos será con mi papá!

Nereyda interrumpió la llamada. Y en ese momento el sonido de una sirena que indicaba la cercanía de la ambulancia alertó a Pablo. 

-¡Diablos! 

Pablo agitó a Alberto haciéndolo reaccionar. 




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