Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 23 Honestamente

Bárbara tuvo que pujar bastante para agarrar vuelo y hacer volar su mano en dirección a la mejilla de Diego. 

-¡Eres un imbecil! 

-¡Y tu una mujerzuela!

Diego se sobó la mejilla porque realmente estaba adolorido.  Sin embargo lo único que podía hacer era mirarla con desprecio. 

-¡Te fuiste con ese cantante de cuarta!- Reclamó él. 

-¡A Gamaliel déjalo en paz, que nada tiene que ver contigo! Ni te conoce. 

-¿Ah sí?  Pues me va a conocer el muy estúpido. 

-Cálmate,  ¿quieres? 

Diego se apretó un montón de cabello con un puño y exhaló furioso. 

-¡Me traicionaste! Yo te creía muerta,  que Jorge te había hecho daño y… 

-A ver, Diego,  primero,  tú y yo no teníamos nada formal.  Éramos amantes y te recuerdo que tú muchas veces me dijiste que no me amabas,  que yo solo era para ti un juego, yo estuve de acuerdo que lo nuestro era algo para divertirnos. Tuve que conformarme con eso y ahora tú me resultas con esta escena de celos. Francamente no te entiendo. 

Diego hizo por recuperarse y calmar la respiración brusca que le estaba agitando el pecho. Cuando lo logró, tragó saliva y quiso hablar pero no lo consiguió.  Ella aprovechó que estaba trabado y sin palabras, por lo que siguió alegando en su defensa. 

-Yo vi cuando la policía te trepó a esa patrulla junto con Carmen y esa otra mujerzuela.  ¡Eres un cínico! Además de ponerle los cachos a Carmen conmigo,  nos los ponías a las dos con esa otra estúpida. 

Diego pudo al fin disolver el nudo en la garganta, y tras carraspear espero algunos segundos mientras preparaba palabras en su mente que fueran certeras y llegarán convincentes a los oídos de Bárbara. 

-Está bien.  Acepto que me equivoque. No era el hombre ideal que pudiera conquistar tu corazón.  Y tienes razón en decir que lo nuestro era una aventura peligrosa. Así lo acordamos porque tú tenías dueño y yo estaba con Carmen. Y no tenía intención de hacer algo serio contigo. Pero,  quiero que sepas que, ahora todo es distinto. Cuando te fuiste  empecé a sentir una angustia tremenda por no tenerte a mi lado,  por no verte,  y aunque te parezca muy difícil de creer,  la pase muy mal.  Estos días no podía apartar de mi mente tu recuerdo.  Quería verte y era un infierno no saber nada de ti.  Fueron menos de diez días…  diez malditos días… pero para mí fue un siglo. La pasé muy mal.  Me fui de mi casa porque mis papás se pusieron mal con lo sucedido esa noche en el baile y me echaron de casa. Estuve en casa de Ana,  la chica del baile,  pero ahí,  a lado de ella, entendí que no quería estar con nadie que no fueras tú. ¡Con nadie! Ni con ella ni  con Carmen.  Pero tú ya no estabas. No sabía que había pasado contigo. Aún así, salí de casa de Ana y regresé a la mía.  Cuando papá me preguntó qué era lo que me ocurría le conté todo. ¡Todo! todo de ti. Le hablé de esta aventura que se había convertido en pasión,  en amor por ti,  y realmente me empecé a sentir lastimado por no haberte valorado.  No se si sea digno de que dejes a tu esposo o de que dejes de andar de aquí para allá con los hombres… 

-Oye,  no… 

-Perdoname,  no es mi intención juzgarte,  tampoco te volveré a llamar de forma ofensiva como lo hice hace un momento.  Tú sabes que haces con tu vida sentimental y sexual.  No estoy en condiciones de exigir una buena moral cuando yo también me he equivocado y hecho de mi vida un reverendo desastre. Pero… 

-Diego… -Bárbara lo interrumpió mirándolo directamente a los ojos. -¿Estás enamorado de mí? 

Diego suspiró profundo y al mismo tiempo tragó saliva, mientras la miraba con su par de ojos húmedos y profundos. 

-Honestamente-. Barbara se adelantó presurosa antes de que él comenzara a despegar los labios. -Requiero de tu total honestidad. 

Diego puso los ojos como borrego adolorido, sosteniendo una mirada suave y húmeda. 

-Si. Con toda mi alma.  Te quiero. 

A Bárbara le tembló la mejilla y sintió el impulso de arrojarse a los brazos de él pero se contuvo. En su cerebro existía la duda y necesitaba averiguar más.

-¿Lo dejarías todo por mi? 

-Ya lo dejé. Estoy aquí sin ataduras.  Mandé a la fregada mi relación con Carmen. 

Bárbara sonrió y parpadeó nerviosa. Diego se acercó y le tomó de la mejilla con los dedos. 

-Te quiero Bárbara.  Quiero estar a tu lado y cuidar de ti.  No importan las tonterías que hemos hecho. Yo estoy dispuesto a olvidarlas y comenzar de nuevo,  y hacerlo bien. 

Bárbara no pudo soportar más la presión que se le hacía en el pecho y comenzó a llorar. Enseguida se arrojó a los brazos de Diego y lo besó.

-Nena, te quiero. Vamos a arreglar las porquerías que hemos hecho para poder estar juntos. 

-Yo te amo,  Diego. Por estar a tu lado daría mi vida. 

Diego la besó batiendo los labios en los de ella con fuerza. 

-Mi amor- Diego le susurró al oído. -Quiero hacerte mía aquí mismo. 

Ella se apretó más fuerte al pecho de él. 

-Como tu, ninguno.

-Vayamos al auto,  nena. Te voy a hacer el amor como una bestia. 




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