Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 27 Provocador

-¿Que cosa estarías dispuesto a hacer por conseguir lo que te gusta? 

-¿De qué diablos estás  hablando, Ramón? 

Ramón sonrió y lo miró con el rabillo del ojo. 

Pablo notó que en aquella sonrisa había algo muy extraño que lo estaba poniendo nervioso. 

-Sabes bien de lo que hablo. 

-No, no lo sé-. Pablo quiso responder con molestia pero los nervios lo estaban traicionando. Le tembló la voz.

-Sigamos. Ya cargaste gasolina. 

-Vamos. Hay cosas que entre iguales no podemos ocultar. 

-¿Entre iguales? ¿A qué te refieres?- Pablo frunció el entrecejo. 

-Amigo, sin querer vi una notificación en la cortinilla de tu celular, cuando fuiste al sanitario. 

Pablo se quedó sin voz. Empezó a respirar agitado. Había comenzado a irritarse ante la desfachatez de Ramón. 

-Soy directo. Perdón por eso. Y la verdad, desde que vi ese mensaje en esa aplicación de citas entre hombres, me puse a cien imaginando muchas cosas… obviamente contigo en mi escena. 

Ramón llevó la mirada hacia la bragueta de su pantalón para que Pablo lo imitara y guiara sus  ojos a esa parte también. 

Pero Pablo rápidamente volvió la vista a los ojos brillantes de Ramón, en una batalla consigo mismo de no derrocar ante las insinuaciones de ese desconocido. 

-¿Ahora ya sabes a lo que me refiero?- La voz de Ramón sonó apresurada y entrecortada por el apuro de pasar saliva. 

Pablo seguía con el rostro desencajado sin poder articular un solo sonido por su boca. 

Ramón guiñó un ojo y torció los labios en una sonrisa que a Pablo le pareció provocativa. Sin embargo, este prefirió seguir con el rostro vacío de expresión. ¿Era que no sabía qué hacer? Por supuesto que no era fácil lidiar con las sensaciones del cuerpo, mucho menos recibiendo el destello de una mirada caliente, como la de Ramón que no dejaba de acosarlo. 

Fue el sonido de un teléfono móvil el que interrumpió el intercambio de miradas. Ambos llevaron la vista hacia el depósito de monedas que estaba frente a la palanca de velocidades. 

En la pantalla del celular aparecía una leyenda que decía: "Susana, llamando…" 

Ramón alargó la mano y suspiró contrariado por un segundo antes de contestar, esto le sirvió para desconectarse de la emoción que en ese momento estaba sintiendo con Pablo. Su rostro reflejó como mandó señales a su cerebro para desenchufar el cable que le había estado calentando el cuerpo hasta un segundo antes.

-¿Qué pasa?- dijo en la bocina del celular. La voz le salió áspera. -Tengo pasaje. No puedo charlar en este momento. No, no me esperes. Luego te hablo. Hasta luego. 

Terminó la llamada y regresó el celular de donde lo había tomado. 

-¿En qué estábamos?-. La mirada calurosa que había perdido durante la llamada le volvió a aparecer en los ojos. 

-¿De cuántas pulgadas es? 

La pregunta que Pablo hizo a Ramón turbó a este último, haciéndolo atragantarse. 

-¿Perdón?- sonrió Ramón divertido, mostrando una sonrisa de dientes chuecos, que de alguna forma le parecían bastante sexys a Pablo.

- Si, ¿de cuántas pulgadas? 

Ramón bajó la vista y vio sonriente la bragueta de su pantalón, que de nuevo estaba abultada. Respondió:

-En pulgadas no sé, pero en centímetros, pues como 17, aprox… 

-¡No!-. Pablo respondió tajante. -Me refiero a las pulgadas de tu pantalla-. Pablo señaló  con un movimiento de cabeza  hacia el celular. 

Ramón se rió a carcajadas mientras Pablo lo veía con desaprobación. 

-Esa "pantalla" ha de ser muy grande-. Agregó Pablo. 

-Lo suficiente para que yo me vea bien-. Respondió Ramón en un tono irónico. 

-Vaya! ¿Pero qué clase de hombre tenemos aquí? 

Ramón hizo un ademán de fastidio y chistó el diente. Suspiró y dijo con desgano:

-¿Podemos volver a donde estabamos? 

-¿Era tu novia? 

-Si-. Ramón dijo resignado a un probable interrogatorio. 

-¿Así nomas? 

-¿Qué quieres que te diga? 

-La mandas al carajo por teléfono porque estás coqueteando con un hombre y… 

-¿Y? ¿Qué tiene? Ella es otro asunto muy personal. No tiene nada que ver con lo que quiero que suceda aquí…  contigo. 

Pablo volvió a quedarse sin palabras. Lo miró filosamente. Ramón al sentir la mirada inquisidora de su copiloto giró el rostro y le clavó la vista sin parpadear. Fue entonces cuando Pablo sintió un hormigueo en el escroto, debido a que se asomaba en la mirada de aquel hombre de piel morena un destello enigmático que le estaba resultando tremendamente seductor. Además, su actitud, tan relajada y atrevida, lo hacía asombrosamente carismático. Sin duda, Ramón era el tipo de hombre bastante audaz que no tenía reparo en mostrarse tal como era cuando algo le estaba interesando. Pablo no sabía por cuánto tiempo más iba a estarse aguantando las ganas de irse encima de aquellos labios gruesos en tono marrón oscuro, adornados con una barba negra y tupida, y por un bigote espeso que iba de extremo a extremo de su boca y que justo en ese instante se estaba estirando en una inmensa  y sensual sonrisa. 




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