Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 28 Ahora Que Te He Encontrado

Natalia tenía rato intentando abrir los ojos pero la pesadez encima de los párpados se lo estaba impidiendo. Fue gracias a un rayo travieso de luz solar que logró despegar los de pronto. 

Hizo un movimiento de cabeza para despabilarse. Vio a Alberto tumbado a lado suyo, completamente desnudo y con los brazos abiertos. 

Ella sonrió satisfecha de llenarse los ojos ante aquella vista maravillosa que la vida y sus giros le estaba proporcionando. Alberto era suyo. Al fin. La noche, o más bien la madrugada, se había desarrollado de una manera genial, inigualable. Cuanto agradeció en ese momento al cielo y a las cucarachas voladoras por la forma en la que se había logrado aquella historia apasionada bajo las estrellas de una noche que al principio parecía aterradora y sin otro futuro que la desgracia, pero que después se hubo transformado en un cuento de erotismo y seducción. A veces el amor nace en los sitios y las circunstancias menos sospechados. Haber llegado a ese motel a orillas de la carretera había sido lo mejor que le pasara en aquel desafortunado viaje. Porque ahora Alberto era suyo, y se lo volvía a repetir una vez más en la cabeza. Y era cuestión de tiempo para que él se pudiera olvidar de la estúpida de Brenda y de su maldito (o maravilloso) engaño. Natalia estaba dispuesta a ser la protagonista en la vida de ese profesor apasionado y noble de corazón que había sido despreciado por una mujer horrible que se comportaba como una estúpida y horripilante mujerzuela. Pobre bruja. Le tuvo lástima. Aunque sin conocerla también la odiaba pues de alguna forma era ella la causante de todo aquel lío con los autos y los pelafustanes que los estaban persiguiendo. Y vaya que si era un lío bastante grueso. Aunque, de no ser porque todo eso pasó, ella nunca habría podido acercarse a Alberto. ¿Maldecir a Brenda o agradecerle? Que complicado. En fin. Lo mejor era pensar en lo que vendría a partir de esa mañana. Pues debía ser muy lista de ahora en adelante cada vez que estuviera a lado de Alberto. La moneda todavía no caía del todo a su favor. Tenía que lidiar con el tema de los recuerdos y la nostalgia que Alberto pudiera sentir de vez en cuando cada que recordará a esa tipeja. Pero definitivamente la moneda ya estaba en el aire y solo había que echar a andar los engranajes de ese maravilloso sueño para convertirlo en una situación más real y pues eso iba a comenzar a ocurrir  cuando Alberto aterrizará esa mañana en su nueva realidad. Natalia estaba segura que en cuanto Alberto abriera los ojos se iba a dar cuenta que en esa realidad solo iba a estar ella, Natalia, plantada como una flor recién descubierta en un jardín que él comenzaría a cuidar.

Esa satisfacción la hizo disfrutar cuando estiró los brazos y luego se volvió a acurrucar junto a su cuerpo. Él estaba tan calentito del torso que una ñañara le recorrió a ella todo el estómago. ¿Estaba calentándose de nuevo? ¿Qué tal si lo sorprendía con un mañanero para cuando él se despertara? ¿Y si iba y se duchaba provocando mucho ruido para que él se despertara y llegara sólito a la ducha y ahí mismo, bajó la regadera, volvían a hacer el amor? ¿Sería prudente? 

Sonrió y se levantó a prisa para correr hacia el baño pero de pronto el grito de un hombre que venía del exterior la alertó paralizandola por completo. 

Se acercó cautelosa a la ventana que daba al estacionamiento. Parecían gritos de enojo. Apartó la cortina con precaución. Vio a dos hombres en los cajones del estacionamiento discutiendo y haciendo ademanes con  movimientos exagerados de brazos. Pero lo que la aterró de gran manera fue que ambos estaban alrededor de una camioneta color plata con rines deportivos. 

-¡La camioneta de Pablo! 

Volvió a la cama para irse encima de Alberto y sangolotearlo hasta que despertara. 

Alberto despertó y reaccionó con un gesto de dolor pues Natalia había dejado caer las caderas encima de su par de testículos.

-¡Afuera están los tipos que robaron la camioneta de Pablo! 

El dolor de testículos no fue tan grande porque Alberto se olvidó del incidente y brincó como impulsado por un resorte. Se detuvo justo en el resquicio de la ventana y espió al exterior. 

-Es un grandulón y uno más joven con cara de baboso-. Dijo controlando un volumen bajo de voz. 

También Natalia volvió a la cortina, solo que ella espió del otro extremo. 

Alberto siguió analizando a los tipos y hablo:

-Grabate bien esas caras porque vamos a tener que cuidar de ellos durante el viaje. 

-¿Les vamos a dejar la camioneta?- Natalia puso los ojos fijos en el rostro de Alberto. 

Él sintió la mirada pesada de ella. Giró para lanzarle una mueca de frustración. 

-¿Es que acaso piensas enfrentarlos?- inquirió tratando de conferir a través del gesto un mensaje de resignación. 

-Es de Pablo. Debemos llegar con ella. 

-Dala por pérdida. Ya la tienen muy bien identificada. Esa troca ya no puede volver a Pablo. 

-A Pablo no, pero sí puede venderla en algún lote de autos en otra ciudad. Recuperaría el dinero que invirtió en ella y podría hacerse de otra. 

-En eso tienes toda la razon-. Murmuró Alberto. -¿Pero como haremos para recuperarla? ¡Es muy peligroso! 

-Si se las pedimos de buena forma seria nuestra sentencia de muerte. Pero… 




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