Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 35 Planes, Juntos

-¿Qué va a pasar ahora con nosotros?- Preguntó Natalia mientras veía aproximarse el letrero que daba aviso de la entrada a la ciudad de Tampico.

-No me gusta hacer planes-. Respondió Alberto. -Ya sabes que esas cosas últimamente no se me dan. 

-Natalia quiso reírse, pero el calibre de la pregunta que había hecho era de un mayor peso que su sonrisa.

¿Realmente Alberto sentía algo por ella? ¿Podría él corresponder al amor que ella estaba sintiendo?

Alberto soltó por un momento la mano derecha del volante para llevarla justo encima de la de Natalia.

Ella se estremeció.

-Ya ves, no tenia pensado comprar un auto y mira, regresamos en uno. 

-Vamos a tener que pensar muy bien qué hacer con ese dinero. ¡Es mucho!- El rostro de Natalia se contrajo en una mueca de angustia.

-Lo cuidaremos. Es nuestro futuro. 

-Aunque no puedo estar tranquila pensando en la forma en cómo llegó a nuestras manos.

-Tranquila. no hay modo de que esos tipos den con nosotros. Estoy pensando en que te vayas de Tampico unos días, mientras yo arreglo un permiso de un año en mi trabajo para seguirte.

-¿Pero, a dónde iríamos?

-A la ciudad de méxico. ¿Te parece bien?

Natalia alargó los labios con una sonrisa emocionada.

-¡Estaría de pelos! Siempre he querido vivir en una ciudad así de grande y hermosa.

-Pues bien, no se diga mas. Nos iremos a la ciudad de méxico. aquí es peligroso. Se supone que estos tipos trabajan para la tal Nereyda y obviamente llegaran aquí a Tampico. así qué será mejor que hables con tu madre y se vayan lo más pronto posible de la ciudad.

-¿Y tú? ¿Que hay si dan contigo?

-Podrán dar por lo del auto de esa tipa, pero ellos no saben que yo estaba en el hotel donde tú los despojaste de la camioneta de Pablo. así que no hay relación.

¿Y si te hacen daño por lo que pasó con el otro auto?

-Eso debe arreglarse. Debo hablar con Pablo hoy mismo.

-Esta bien, Alberto, haré las cosas como tu me digas. Me iré a la Ciudad de México y allí te estaré esperando.

-Vamos a estar juntos. Te lo prometo.

-¿Como novios?

-Claro. Después de lo que hemos vivido en este viaje por supuesto que somos algo. ¿No crees?

Natalia sonrió y le apretó la mano.

-Estos días.- Continuó hablando Alberto. -Han sido tan intensos, Y así como ha habido cosas muy malas y desagradables, También las hay muy hermosas, Como haberte conocido y haber compartido estos momentos contigo. No sabes cuanto valoro todo lo que has hecho por mí. ¡Eres mi ángel! Un ángel muy hermoso que voló hasta mí para rescatarme. 

-Yo me siento muy sorprendida por todo lo que he hecho. Jamás imaginé hacer lo que hice. ¡Y por un hombre! 

-Eso merece una recompensa- Alberto sonrió. 

-Y esa recompensa es tu amor.

-Nuestro amor.

-Te amo, Alberto.

-Preciosa, Te prometo que te voy a hacer muy feliz.

-En estos momentos puedo decir que soy una de las mujeres más felices del mundo.

-Vamos a estar bien.

Iba Natalia a preguntarle si la amaba pero comprendió que el tiempo, aunque había sido bastante extenso en experiencias, era muy corto aun. Probablemente lo metería en aprietos con esa pregunta, así que prefirió ahorrarsela para después. Lo que más quería en ese momento era lo que Alberto le había dicho: Que iban a estar juntos. Y que se pertenecían. Ahora él era para ella. Y Natalia sabía que de ella dependía en gran medida que ese amor creciera.

Él volvió a poner la mano en el volante. Y ella se inclinó un poco para recargarse en el hombro de él. Alberto le besó la coronilla y suspiró. Ella correspondió con un beso en el hombro y suspiró también.

En un santiamén ingresaron a la colonia donde vivían. Les pareció que el tiempo había transcurrido por lustros y que aquellas calles habían cambiado por completo, pero solo era la pura sensación por haber vivido tantas cosas en aquel inesperado viaje en tan poco tiempo. 

Brenda lanzó un suspiro hasta lo más alto. Traía en el pecho una sensación de angustia bien atorada. ¿Qué era exactamente lo que iba a pasar cuando bajaran de ese auto?

Alberto se estacionó muy cerca de la banqueta. Cuando sustrajo las llaves del auto suspiró y miró con amor a Natalia. 

-Hemos llegado-. Le dijo.

-Mi mamá ha de estar furiosa.

-¿Le contaste todo lo que pasó?

-No. De hecho, ni las llamadas le contestaba.

-¿Pero sabe que estuviste en Ciudad Victoria?

-Eso sí. Pero se negó a que fuera. Entonces, ese día solo salí de casa y no volví.

-Es complicado, seguro que Doña… ¿cómo dices que se llama tu madre?




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