Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 44 Caos

Alberto era para ella sola. Desnudo ante sus ojos, de pies a cabeza, esperando a que ella se quitara las bragas y se montara en su cintura. Era tan bello, así lo veía ella, desde las uñas de los dedos de los pies hasta el copete relamido que se hacía en la cabeza. Y esa barba, ¿qué decir de esa barba que le definía una mandíbula cuadrada y que lo hacía ver mas varonil de lo que era? Se le veía tan bien en ese momento preciso en el que le estaba sonriendo de una forma bastante ansiosa, mostrándole una línea dental perfecta, blanca como una concha nácar que ya la quisieran los anunciantes de las pastas dentales de la televisión.

Natalia estaba sintiendo una mezcla de placer y ansiedad. El corazón le estaba resonando como tambor en ceremonia del mes de septiembre y la respiración acelerada le hacía subir y bajar la parte del pecho. Fue bastante rápida para montar y comenzar a cabalgarlo. Rápidamente le arrancó una serie de gemidos y retorsiones de torso y cadera. Alberto estaba llegándole hasta el cuello del útero en cada arremetida que daba contra la pelvis. Él se detuvo un poco para contenerse. Ella aprovechó ese descanso para inclinarse y plantarle un beso en los labios. Alberto no la dejó escaparse. Le apretó con fuerza la lengua con sus labios y bebió de ella apasionadamente. Natalia sintió que la cara se le encendía como un semáforo. Ese beso había sido tan caluroso que quiso prolongarlo para disfrutarlo lo mas que se pudiera antes de que se le fuera de entre los labios. Él había comenzado a bombear de nuevo adentro de ella. Natalia jadeó tan fuerte. No le importó que pudiera despertar al hotel completo. Ese momento de placer borraba toda duda respecto a si valía la pena o no arriesgar la vida de esa manera, en esa relación, en esas circunstancias, en esa absurda persecución, andar a hurtadillas, a salto de mata, con el temor de que esos hombres, los enviados de Nereida, les hicieran daño. Alberto valía la pena, todo lo que había vivido hasta ese momento a su lado valía toda la pena del mundo. Alberto era todo y ella estaba dispuesta a vivir cada minuto a su lado luchando para llegar a la felicidad. Se iría con él al rincón más apartado del planeta y vivirían felices.

- ¡Sí! - Gritó Natalia sorprendiendo a Alberto.

- Si, que…

- Sí, sí me voy contigo al fin del mundo. Para siempre y para toda la vida.

- ¡Te amo, muñeca! ¡Te amo, Natalia! - La voz de Alberto se entrecortaba por la acumulación de placer que estaba sintiendo, estando debajo de las caderas de Natalia.

- ¡Yo también te amo! ¡Y quiero ser tu mujer para siempre!

- ¿Qué fue eso?

- Que quiero ser tu esposa.

- No, Natalia.

- ¿No? – ella se detuvo.

- Me refiero a ese ruido.

- ¿Cuál ruido? ¡Sigue! ¡No te detengas, papi!

- ¿No los escuchas? Vienen del pasillo.

Natalia comenzó a prestar atención. Agudizó el oído.

- Están golpeando una puerta. Como si quisieran entrar por la fuerza.

- Es la habitación de…

- ¡Brenda! - Terminó de decir Alberto.

Se miraron sopesando la situación por algunos segundos. El primero en reaccionar fue Alberto.

- ¡Vístete! ¡Tenemos que huir!

- ¿Acaso esos tipos nunca nos van a dejar en paz?

- No. Ellos quieren su dinero.

Se pusieron la ropa a la velocidad de la luz.

- Tenemos que salir cuanto antes de aquí.

Los golpes que venían de afuera se escuchaban con más fuerza.

- Están a punto de tirar la puerta. Brenda debe estar aterrada.

- ¡Soy una estúpida! ¡Cometí un error!

- ¿A qué te refieres?

- La amarré de la cama para que no se le ocurriera venir a tu habitación.

La cara pálida de Alberto evidenció un gran asombro. Sin embargo, no dijo nada. Siguió atento al sonido de golpeteos que venían del pasillo.

El sonido de un celular los hizo brincar de susto. Era el de Alberto. Rápido contestó para hacerlo callar.

- Diga…

Escuchó una voz que no reconoció al otro lado de la línea.

- ¿En qué líos andas metido?

- ¿Quién habla? – preguntó con reserva.

- Jorge.

Alberto sintió alivio al saber que era él.

- ¿Cómo estás? ¿Te hicieron daño?

- Me golpearon. Me llevaron hasta una casa de seguridad con los ojos vendados. Pero en cuanto supieron que no se trataba de ti, me dejaron en libertad. Hay cosas que debes saber.

- ¿Qué cosas?

-Pude ver donde era la casa. Pero lo mas importante es que vi a la mamá de tu chica. La tienen prisionera en ese lugar. Tiene las horas contadas.

Alberto enmudeció y miró a Natalia. Ella seguía expectante entre viéndolo a él y escuchando los ruidos de la puerta de la habitación de Brenda.

Alberto siguió escuchando lo que Jorge le decía en el teléfono.




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