Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capitulo 48 Lo Juro

Le habían preparado una emboscada mientras negociaba. Uno de los matones había rodeado la propiedad y le había salido por la parte trasera. Por eso, los hombres de la camioneta habían huido, o quizás, habían disimulado irse. Seguramente regresarían y lo apresarían. Maldijo al interior de la cabeza. Ahora no podría salvar la vida de Natalia, ni rescatar a Pablo y a Brenda, ni saber si Jorge estaba vivo o muerto. Lo matarían como a un perro en medio de la nada, o en el mejor de los casos, lo llevarían junto a ellos para entregarlo vivo a la malnacida de Nereida.

- Entiendo, esta es la manera de que negociemos. Llegar hasta aquí para negociar el maletín. Yo te lo doy y tu me dejas libre, después me entregas a mis amigos y cada uno se esfuma donde Nereida y su padre no puedan encontrarnos. ¿Estoy en lo cierto? bien jugado, eso es lo que llamo yo un balón bien bajado.

- Lamento informarte que te estás… – una lamentación que venía del interior del hospital interrumpió al delincuente – equivocando. – terminó la frase prestando atención a lo que había ocurrido.

- Tú buscas el maldito maletín, yo solo quiero salvar a mis amigos, además de salvar mi vida. – Alberto puso atención al segundo lamento que venía del interior de la construcción. – hagamos esto ya. Yo te entrego el dinero, tu huyes lejos de tu patrón, pero antes me entregas a mis amigos y todos felices.

- La felicidad no existe. Aquí solo va a ocurrir la mitad de lo que me acabas de decir. Vas a poner el maletín en mis manos y …

Lo que interrumpió al tipo sucedió como en una película de terror: una aparición, intempestiva y demoniaca, se arrojó como fiera hacia el marco de la ventana, enseñando la garganta y sacando de ella un horrible grito de horror.

Le metió tremendo susto al matón, que saltó y cayó de espaldas sobre la arena transformando su rostro en una máscara de horror del día de brujas.

Alberto aprovechó la aparición del espectro para actuar: pateó con fuerza al individuo en la cara y se le fue encima a golpes hasta dejarlo noqueado.

- Bien hecho, Natalia. ¡Bien hecho! – gritó excitado con la sangre corriendo a exceso de velocidad por sus venas.

Se giró para abrazarla y festejar la victoria y el buen tino que tuvo ella de aparecerse así nada más como un ente demoniaco y meterle tamaño susto al bravucón. Por eso era por lo que la amaba, por original, única, atrevida y audaz. Ahí, en ese justo momento supo el motivo por el que se había enamorado de ella: Natalia era una mujer valiente, intrépida y con una locura por defender lo que es de ella. Si. Por eso la amaba.

Pero al girarse, su amada ya no estaba de pie. La descubrió tras el marco de la ventana, derribada, con el rostro demacrado del color de la luna, sin ese color rojizo que se le abultaba en las mejillas. Entendió que ella había empleado la fuerza que le quedaba para defenderle la vida. Esa hermosa mujer había sido capaz de dar hasta su última rayita de energía por él.

No pensó ni un segundo más en lo que debía hacer, concentró toda la fuerza de sus brazos para alzarla con cuidado y correr como un venado huyendo veloz entre la pradera.  

A partir de ese instante, su corazón no dejó de revolucionar a marcha forzada hasta que llegó al auto y lo puso en máxima velocidad para no detenerse hasta estar a la puerta del primer hospital que se le cruzara en el camino.

Ingresó por el área de urgencias, y sin esperar a que el personal médico reaccionara y acercara una camilla, él mismo la llevó en brazos hasta donde uno de los médicos le indicara. Explicó que traía una bala en el pecho y que había perdido mucha sangre. Los médicos le pidieron que saliera del cuarto de urgencias y que aguardara en el pasillo. Pero Alberto, por instinto, por preocupación, por miedo a perderla, no se movió ni un solo centímetro.

Una enfermera se acercó y lo hizo reaccionar.

- Permita que los médicos hagan su trabajo. No debe estar aquí. Sígame.

Obedeció, no sin antes echar un ultimo vistazo hacia la plancha donde un médico estaba desgarrando parte de la blusa de Natalia para comenzar a extraer la bala.

Se despidió de ella dedicándole una mirada de amor y elevando una plegaria al cielo. Puso la mano en el pecho a modo de juramento.

- Voy a regresar por ti, mi amor. Te juro que estaré aquí para llevarte a la iglesia y casarme contigo.

Alberto apretó los ojos para no contener una lluvia de lágrimas, pero fue imposible, porque al abrirlos, decenas de ellas le cayeron encima de las mejillas. Las limpió y apuró saliva.

Escuchó decir a la enfermera que lo llevaría hasta la oficina del médico legista para que explicara lo ocurrido a la paciente. Alberto no sabía si eso era bueno o era malo. Meter a la policía en todo este lío podría complicar la situación y poner en riesgo la vida de sus amigos, y la propia. “Ellos”, los mafiosos, seguramente tenían conexiones por todos lados, incluyendo la policía, y a través de la corruptela podrían dar con él. No. Definitivamente, esto lo tenía que resolver él solo.

- No sé cómo, pero debo parar este lío.

- ¿Qué dice? No lo escuché.

- Nada. Hablaba solo. Disculpe.

Esperó a que la enfermera se distrajera y salió caminando a prisa del hospital.




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