Dile al corazón

Capítulo 5: Problemas familiares.

 

«Cuando el sufrimiento embarga al corazón, es muy difícil que este se vaya con facilidad».

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—¿Sabe usted que debe de concentrarse en lo que le muestro, en vez de mi rostro, Sr. Albertson? —Reclamé, enfurecida hacia él. Lo único que recibí fue una sonrisa despampanante de su parte.

—¿Quién me prohíbe verla, Srta. Sung? ¿Usted? Tengo entendido que la libertad que tenemos para observar, analizar, y desmenuzar cada una de sus partes, me son totalmente permisivas, claro, tendría que ser menos descarado, e respetuoso hacia usted, pero, la conozco demasiado como para dejar de lado la relación que teníamos —se acercó a una ventanilla donde estaban comenzando a producir una enorme cantidad de vestidos que serían enviados a Italia dentro de unos meses—. Y se me está haciendo muy difícil el tratarla de usted, porque es como si estuviera aceptando que no la conozco, y que mis sentimientos son demás falsos, pero tienes que entenderme un poco, es la primera vez de las dos que nos hemos visto que puedo estar mas relajado a tu lado, sin que huyas como de costumbre —sonríe hacia mí, con esa dulzura que poco a poco engalana a mi corazón—. Sé que quieres que te ignore y deje de hablar de las razones, y por qué te amo, aunque me estoy viendo como un idiota, así que esta vez, sí tomaré en cuenta tus peticiones. Lo siento si estoy siendo demasiado intenso, siempre he sido así, y no creo que este dispuesto a cambiarlo, solo a reducirlo porque no me conoces. O no me has recordado.

—Seré directa con usted, sino me permite seguir dándole el recorrido, cosa que usted, al parecer no quiere con desesperación, cosa que yo sí, me iré por donde mismo vine y le pediré a alguien más que haga las cosas que se supone que tengo que hacer, y que, para mi desgracia, usted no permite.

—¿Le caigo mal, Srta. Sung?

Dice eso con una sonrisa llena de diversión. Si me conoce, sabe que odio que me llamen por ese apellido, y cada vez que es pronunciados por sus labios me da la sensación de que el fastidiar a la gente, es su hobbie favorito.

—Fíjese que sí, me está cayendo demasiado mal hasta el punto de no soportarlo. Usted y su hermano son los dos unos entrometidos, deje de malgastar su tiempo en mí, tiene una compañía de la que ocuparse, y yo problemas que resolver. Si me disculpa, buscaré la persona que lo llevará en su recorrido.

Di media vuelta con rapidez evitando cualquier contacto físico, se le ha hecho costumbre el agarrarme de la mano cada vez que quiere algo, y eso es realmente un fastidio, ni que fuese alguien con el que interactúe, ¡apenas lo he conocido! Aunque claro, sé que eso no es del todo cierto, pero se entiende el punto.

Llegué hasta el puesto de Gloria sin muchas ganas, mirándola de mala manera, sabía bien que no era buena idea que lo llevase con ella, pero me daba igual, si es un hombre que merece mi atención sabrá deshacerse de ella, cualquiera que esté con Gloria un par de segundos queda atrapado, no lo digo en sentido literal, pero no sé qué es lo que tiene porque todos quedan embobados con ellos, y próximamente en su cama, yo en cambio soy todo lo contrario, menos accesible, más gruñona, insegura y mala amante —aunque llegar hasta esta categoría, pasará bastantes años, y creo que ni así, seré amante de nadie—. Sin complicarme mucho, señalé hacia el pasillo, indicando en pocas palabras que ella está a cargo. Siempre lo he hecho, todo lo que no quiero conservar, o poner a prueba para mi amistad —o cortejo, en este caso—, los envío con ella, y no es que sea mala persona, simplemente sabe lo que quiere, y si le gusta sexo por una noche, bien por ella, yo no tengo ese tipo de gustos. Me guiñó un ojo al pararse de la silla con sensualidad, me fui no esperando nada más de ella buscando una escapatoria, como él lo había dicho antes, siempre escapaba cada vez que lo veía, pero tenía mis razones.

No vi a Phineas por ningún lado, cosa que motivó a largarme mucho más rápido de lo que en esta ocasión denominaría crisis emocional. Tenía unas ganas tremendas de llenarle el buzón a Wendy de cosas innecesarias, para que me hablara de lo que pasaba con ella y él. Sé que me hizo daño, sé que él fue el primero en apartarme, pero, yo aun sigo preocupándome por lo que le pase, y no puedo evitarlo, es un sentimiento que no se irá de la noche a la mañana, soy una persona demasiado sentimental, y aunque tampoco me recuperará,—no es como si lo quisiera tampoco—, mis años de quererlo como amigo fueron más de los que lo amé como hombre, haciéndome difícil la tarea de olvidarlo. Suspiré, estaba indecisa. Y eso no era bueno, siempre terminaba ganando mi lado impulsivo, ese que casi nunca puedo controlar.

—No, no puedes Luna. No es bueno para ti, él ya dejó las cosas claras, ¿por qué tendrías que ir hacia él? Él no lo quiere así. Él no te quiere como tú a él —arrastré mis manos hacia mis ojos, buscando la relajación hacia mis estúpidos pensamientos. Necesitaba seriamente a alguien que me quitara estas ideas locas de la cabeza, y sé de una persona que estará dispuesta a hacer lo mismo si también podrá olvidarse, aunque sea un poco, de la vida.

Obligué a mis pies a irse a la dirección contraria, y que el taxi que cogiera no fuera el equivocado. Porque me conozco, y sé de qué soy capaz.

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Estaba segura de que no era un buen momento cuando vi un par de puños dirigirse hacia Vincent, y que éste se los devolvía con muchas más ganas de las que el moreno, las daba hacia él. Es como si supiera que todo lo que conllevaban esos golpes, era lo que merecía. Y, por mi poca, —pero evidente— mala memoria, sabía que había algo más detrás de todo esto. Había unos chicos más sentados en los escalones de la casa con un tazón de palomitas, disfrutando del show. Tengo la leve idea de que esos son los compañeros chiflados de Vincent.




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