Dile al corazón

Capítulo 13: Sustos que dan gusto.

«Cuando decepcionas a alguien no hay vuelta atrás, no esperes que sea igual que antes, sí el puñal esta clavado, no habrá nada que pueda cambiar eso, ni siquiera una disculpa, porque el dolor, el no esperarte eso de la persona en la que más confías y amas, duele, como nunca».

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Bien dicen que los pies te llevan a donde quieres ir, donde necesitas ir. Y yo sabía desde que me levanté, desde que abrí los ojos que tenía que estar aquí, de alguna manera sé que él no está bien, y estoy segura de que no se está cuidando, porque pudo haber pasado un día en el que dejó de cuidarse, pero parecen años, es un hombre grande de 28 años y cuando está pasando por frustraciones o dolor, se ve mucho mayor de lo que es. Sacudo mis manos por el repentino frío que sentía, ya entramos en octubre y aún no me acostumbro a esta brisita, todos los años comienza así, lentamente, para luego agarrarte desprevenido en noviembre, sé que ya debería estar acostumbrada, pero no, es bastante difícil acostumbrarse al frío cuando lo odias.

Di unos cuantos pasos antes de llegar a la casa de Sean, estaba dudosa, no sé qué me encontraré allí esta vez, cada vez que está en su etapa de me rendiré, técnicamente comienza una semana antes, dejándolo a él a la vista de que en verdad necesita una novia, cuando en verdad lo que necesita es una mejor amiga que lo saque a patadas de su propia casa y que comience a ver la luz del sol una vez más, porque sí, cuando está de esa forma se cree vampiro y no sale de allí hasta que decida darle su dosis de sanación. Es casi como un niño en el cuerpo de un... 

—¡Así mismo Gyung Joon! Como me encantas, esa ternura que trasmites, ¿por qué eres tan perfecto? Demonios, quisiera ser Da Ran en este momento. ¡Te odio Luna! —Río llena de energía al verla gritar que me odia con un puchero en su rostro, así nadie le cree que me odia como tanto profesa. Me limite a rodar los ojos, esto era costumbre de parte de Lesia, cada que se ponía a ver una comedia romántica, fangirleaba, alababa al protagonista, envidiaba a la protagonista de manera sana, y yo era la que recibía el odio sin justificación.

—Como me gustaría que una de las tantas veces que la dijeses fuese cierto para hacer algo al respecto, pero no sé qué hacer sabiendo que es tan falso como que me gusta estudiar lo referente al país de mi madre —suspiré con desgana, y me concentré en todos los papeles que tenía regado por el escritorio—. Además, ¿no puedes ver tus dichosas novelas lejos de mí? No me interesa gastar mi tiempo en los k-dramas, el poco que tengo solamente es para mis queridos japoneses —suspiré como colegiala pensando en mis queridos husbandos, cada uno con una perfección diferente, me pregunto ¿por qué no existen? Eso es lo que más me duele en el corazón.

—Porque es Big, dah. No lo has terminado de ver conmigo, te he dicho que sí no lo terminas te acosaré todo el jodido tiempo y ahí sí que querrás desaparecerme de la tierra, ¿no crees que es mejor deshacerte de mí más temprano para que pueda dejarte en paz? —Sonríe tiernamente al ver mi cara de desagrado cada vez que propone lo mismo, una y otra vez. No se cansa de repetir lo mismo las veinticuatro horas del día, y estoy hablando literalmente.

Realmente no entiendo de donde es que saca toda esa energía para verse dos k-dramas a la semana (o incluso hasta más, no sé la cifra exacta) ni tampoco me interesa descubrirla si de eso hablamos, estaré obligada a verlos otra vez con ella, y solo porque a ella le parece así, cuando todos sabemos que es una excusa para volverlos a ver.

—¿Este es el único que tengo que ver, cierto? —Asiente contentísima a mi respuesta. Suelto los deberes y me siento a su lado, como toda prisionera que está entrando a su perdición. La miré enojada, y ella agarro mi brazo con alegría.

—Solo es este, lo prometo.

Exacto. Tal como ese k-drama que vi hace años, cuando estaba en emisión Lesia lo vio, repitiéndose los capítulos mientras esperaba los demás, y justo cuando todo acabó, me obligó a verlos luego de unos 6 meses. Lo recuerdo. Niego con la cabeza alejando aquellos pensamientos que me harían preguntarme un ciento de cosas, sabiendo que no solo quería las respuestas, sino que también estaría dispuesta a ir directamente hacia ellas. Lo sé, me conozco. Entro cuidadosamente a la casa, no se me es extraño que la puerta esté abierta, a esta hora debe estar viendo Netflix, aquella serie que no deja de ver ni porque no tenga internet. Él es otro de los que me quiero deshacer, siempre terminan arrastrándome a ver las series junto a ellos, y claro, se terminan uniendo Wendy, Zack... y Lenin. Pero eso ya es cosa del pasado.

—Mira Sean, sí estás viendo Arrow créeme que me daré media vuelta y no te alimentaré, ¡y está es una de las pocas veces que te cocino y lo sabes! Además, espero que esta información confidencial no se rebele a oídos chismosos, ¿sabes a lo que me refiero no? —Tiemblo al saberme presa de las manipulaciones de Zack, mejor actor que ese no he encontrado en mi circulo social, ni los que estudian teatro en la universidad han conseguido ese don de persuasión tan desarrollado. 

Miro hacia los lados, tratando de ubicar a mi amigo el desamparado por alguna parte, aunque me guste la casa de Sean, para ocasiones como esta me resulta de lo más fatigante el tener que prestar atención a cada jodido detalle. Pongo mis dedos en mi frente, es obvio que conozco la casa tanto como el mismo Sean, siempre estaba aquí cada que terminaba la sesión del gym, y me le robaba su Netflix, en ese entonces no poseía semejante salvación para antisociales como yo.

—De una vez te digo que si estas tratando de jugar el escondite a esta edad, estas muy equivocado de que te seguiré el juego Sean, no estoy para esconderme, estoy aquí para partirte unas cuantas costillas y que, por consecuencia, las mías también queden rotas en el proceso porque de alguna manera te tienes que desquitar —suspiro cuando no escucho respuesta, ¿ahora nos haremos los mudos? Bien, podemos jugar a eso también—. Siempre te entretienes cuando hago esto, ¿no? ¿Te divierte que me preocupe por ti a este grado? Y lo gracioso es que lo hago cada vez a menudo y nunca me canso. Me pregunto que estará mal conmigo, en vez de ser tú el de los problemas, parezco yo la loca hablando con la pared. Es tan normal esto, lo haría todo el día oye.




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