«Las palabras más sencillas pueden ser las más complicadas, puedes decir te amo sin mucho esfuerzo, pero eso no implica que sea cierto, los que sienten, los que de verdad te quieren; se les hace difícil las palabras, o quien sabe, tal vez solo sea la persona».
.
Duramos poco más de media hora viendo la televisión, la pequeña revoltosa no pudo aguantar más, por lo que su tío la colocó en la cama con suma delicadeza, miré todo el desorden que habíamos hecho esta noche, haciendo una mueca de disgusto, tocaba limpiar. Y Sean opinó lo mismo al verlo también. Minutos después, tratando de no matarnos mutuamente por quién haría qué, me preguntó la razón por la que me encontraba allí, una hora inusual a la que comúnmente iba.
—Eres impulsiva enana, algo debió de hacerte de que vinieras aquí, pero ¿qué? No hace mucho estabas radiante de la vida, no me imagino a persona más espontánea que tú, lo que me deja solamente a que algo la chiquilla se está cuestionando ¿no es así? —Suspiré, dándole la razón.
—La verdad es que sí, te conté que tenía unas preocupaciones quejosas en mi cabeza hace unos días, ¿cierto? —Asiente—. Pues esa preocupación me está dando dolores de cabeza, y no precisamente siendo una molestia, no, solo que… —cierro los ojos recordando la sonrisa despampanante que hacía doler mi corazón—. Alguien que me importa está enamorado de mí, de esa manera a la que quiero a Callum ¿sabes? Y yo no lo quiero lastimar, por eso huyo siempre, odio que me lastimen, y hacerlo también, es estúpido lo sé, un dilema de los que siempre me pasan por la cabeza, ya sabes que me enrollo con todo, es de naturaleza —me entró la risa boba, a lo que él me acaricia el cabello, comprensivo—. No soy buena en estas cosas, ya lo sabes, las pocas veces que me han pasado las he cortado al instante… pero con él no es lo mismo, es alguien que en serio me importa y me duele el tener que hacerlo. No soy tan fría en algunas cosas, y odio estar teniendo que hacer esto. Mi corazón se siente pesado al ver que él, se ha esforzado mucho en decírmelo, después de todo lo charlatán que es con estas cosas.
—Entiendo, pero ¿sabes qué? No puedes evitarlo. No te sientes de la misma manera enana, no tienes porque deberle nada, y sé que es duro lo que te estoy diciendo, pero así son las cosas. No hay nada que hacer cuando las cosas están claras; cuando tus sentimientos lo están y no le corresponden —sonríe con ternura hacia mí, me arropo más en su abrazo, pensativa—. Además, el amor no siempre es correspondido, él debe estar más que claro en eso, de que queremos que lo sea con esa persona es evidente, pero no siempre es así, esta es la vida que toca, y no se puede hacer nada con ello. Se tiene o no se tiene. Así de fácil es —gruño al saber que era cierto, de que tenía razón y que yo simplemente estaba siendo una tonta.
No es de extrañar. Siempre lo era.
—Odio que siempre tengas las palabras correctas roble, a veces hasta pareces un adulto. No me queda más que admitir que en verdad eres mayor que yo —recibo una colleja por su parte, ante lo dicho.
—Soy adulto. Solo que algunas personas no me permiten serlo a su lado, lo que es molesto, ya que tiendo a pensar que estoy siendo un idiota la mayor parte del tiempo —bufa, como si lo que dijese fuese la total verdad. Alzo una ceja, incrédula.
—¿Eso es cierto? No soy yo la que actúa como un niño pequeño cuando toca reñirlo por sus excesivas horas de trabajo, por sus inmensas ganas de pelear con cada boxeador que entra al gimnasio con la clara intención de buscar pelea con cualquier iluso, ¡y sorpresa! Siempre eres tú —digo sarcásticamente al recordar el último suceso que tuvo con un pelele de esos fofos—. A veces me pregunto sí en verdad eres un adulto de veintiocho años, o un nene de 15, la verdad.
Tuerce los labios con molestia, viendo como le sonreía resplandeciente.
—La enemistad entre nosotros está tan palpable Luna, ¿no la sientes? La puedo hasta tocar con las manos. Comadreja que solo sabe echar lo malo cuando le conviene —suspira—. Mala suerte la mía tener que haber pasado momentos vergonzosos de mi vida con una persona tan arguyente como tú.
—Cuando te pones en ese plan ni quién te quite el sombrero chaval —comenté divertida al ver que estaba en su fase te insultaré para esquivar lo que dices, chiquilla.
Refunfuña a lo bajo, olvidándose de que estaba allí, miro la hora y decido que ya es tiempo de marcharme, sino el que me terminaría echando era otro, y no precisamente porque éramos amigos de la vida. Pedí un taxi, esperé por el mientras enchinchaba al roble, sí que tenía paciencia, aunque sus comentarios no me hacían la menor gracia en ocasiones, disfrutaba de molestarle.
—No regreses más. Eres insoportable. Apenas puedo aguantarte Sung —recoge mi bolso y me lo brinda sin sutileza. Completamente harto de mí.
Sonrío brillantemente.
—Yo también te quiero roble, no te preocupes, cumpliré tus deseos al pie de la letra, no vaya a ser que extrañes mis visitas inesperadas —le guiñé un ojo antes de subirme al auto, más segura de lo que tenía que hacer cuando vea a Vincent—. Nos vemos, Rhodes. En unos días sabrás de mí.
—Días, es bueno escuchar que no será ni mañana ni pasado —sonríe con sorna, arruinando mi despedida emotiva.
Aguafiestas. El carro arrancó, dando lugar a la bella noche del cielo. Me quedé mirándolo con una sonrisa, sí, sin duda hoy te extraño más Callum. Cierro los ojos con calma, pensando en la última vez que lo vi. Ah, extrañarlo más de lo que debería no es algo bueno, me descoloca. Tanto, que no sé ni que pensar en el día.
.
,
—Luna.
Giré expectante a lo que me tenía para hoy mi jefe demoníaco, que solo disfrutaba de hacerme sufrir como a los demás empleados, sin la mínima pisca de lástima o remordimiento. Mi solo mirar lo hizo rodar los ojos, sabiendo lo mucho que le irritaba esa forma mía. Fíjate que a mí también la tuya Phineas, pero tengo que aguantarte, pensé.