Dilema

Pròlogo

Callie

Era muy niña cuando la abuela Sandra pisó esta casa, pero no lo era tanto como para saber lo que estaba ocurriendo y para olvidar aquellas palabras que dijo mientras estábamos cenando. A pesar de solo tener seis años, sabía que algo no andaba bien con la familia, la única abuela que nos quedaba viva había estado demasiado cerca de nosotros, lo hacía como una especie de protección anticipada, como si de pronto ella estuviera entrenando para nuestros cuidados.

Si, tenía solo seis años y sabía que mamá no estaba bien, sabía que ella pronto nos dejaría solos, a papá, a mi hermano y a mí. Una vez que mi madre falleció y le dimos un último adiós, mi padre pensó en que sería mucho mejor iniciar de cero en otro país, en otro continente quizás, pero es que ninguno de los tres quería dejar esta casa, aunque mi padre insistía demasiado, sabía que en el fondo no tenía el valor suficiente para dejar todos estos recuerdos que guardaban cada una de las paredes de esta casa. Me encantaba la idea de que papá siguiera guardando el recuerdo de mamá, me gustaba pensar que él seguía demasiado enamorado de ella; en varias ocasiones lo vi en su recamara, sosteniendo el retrato donde estaba toda la familia, la primera foto conmigo en brazos, supongo que esa foto tenía una historia, pero cada que me descubría observándolo me llamaba a ir a donde él y me sostenía entre sus brazos, me cantaba una canción y me quedaba dormida, conforme fui creciendo, la recamara de mi padre se volvió un sitio de exclusividad de Bobby Henderson.

Durante un tiempo mi hermano buscamos de todas las maneras posibles conseguirle una pareja a papá, y bueno, después de diez años desde la muerte de mi madre y de no haber encontrado a alguien a quien papá considerará indicada, mi hermano y yo nos hemos dado por vencidos, no seguimos buscando a nadie para mi papá, esa mujer llegaría cuando fuera el momento adecuado, lo sabíamos, aun no perdíamos las esperanzas. Dos meses después del cumpleaños de papá, nos reunió en la sala, estaba nervioso y no dejaba de jugar con su corbata. Mi hermano y yo no parábamos de reírnos porque en verdad que se veía muy gracioso. entonces papá dijo algo que nos dejó callados a ambos, no supe si lloré o me reí, todo sonido emitido por mi garganta era similar en esos momentos:

— ¡Me voy a casar!.— Ese día supe que... la familia que estábamos por formar iba a ser un comienzo nuevo y estaba de alguna manera emocionada por ello.




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