Dime que sí

♡ Dudas Interminables ♡

Cuando nos disponíamos a salir, escuché unas escandalosas risas provenir a mi izquierda. Al levantar la mirada, me percaté de ello.

Se trataba de tres chicas que reían como locas, dos de ellas estaban de espaldas a mí y la otra, una castaña menuda me miró, saludandome en el proceso.

No supe que hacer, más que aceptar el gesto con una sonrisa tímida. Mi hija al notarlo, no aguanto la risa y se burlo de mi desconcierto. Le seguí el juego hasta que llegamos al carro.

Por lo menos la veía alegré y eso me animo aun más.

Maneje con cuidado de no perderme, aunque el pueblo era pequeño. No lo conocía del todo. Días atrás había pasado por éstas calles y creí haber visto una gran heladería en una esquina.

Cuando di con ella, noté con  a Anna se le iluminaba la mirada y con una gran sonrisa, busque donde estacionar.

Al llegar, observé el local bastante alumbrado. Subimos las escaleras y entramos al lugar, dejando la puerta abierta para que Anna entrara primero.

Nada más di dos pasos y me sentí en la gloria. A mi derecha se encontraba la vitrina que contenía un sinfín de mil sabores. Las paredes estaban pintadas de un tono crema y el piso era de madera.

Mi hija siempre me llamaba aburrido por escoger todo el tiempo los mismos sabores, pero no quería llevarme un tropezón. Ella en cambio, era distinta. Le gustaba degustar los que estaban más moda y en está ocasión no fue la excepción.

La deje cerca de los helados, para que escogiera cuales quería probar esta vez. Mientras hacía la cola para hacer mi pedido y pagar.

Estaba tan distraído en mis pensamientos, que no me fije del hombre delante de mí.

Lo vi pelear con alguien al otro lado del teléfono y sentí pena ajena por esa persona.

Se encorvó contra el aparato, colocando una de sus manos a modo de palanca para expresarle su molestia a la persona al otro lado. Sin embargo, desde donde me encontraba podía escuchar su pelea y tan entrometido me sentí que decidí mirar a otro lado, seguro la estaba pasando mal.

Cuando toco mi turno. Mi hija opto por chicle y oreo; una combinación bastante peculiar. Y para mí hice el pedido de siempre, vainilla con chocolate.

Teniendo nuestros helados en las manos, nos dispusimos a sentarnos afuera. El aire fresco nos hizo sentir mejor y el rostro contrariado de mi hija de hace un rato, había cambiado por uno más feliz, y eso me dejo más tranquilo.

Cuando ya me disponía a mordisquear mi helado, un carraspeo a mi izquierda, me alertó haciendo que levantará la vista.

—¿Disculpe, me puedo sentar?—pidió con voz tímida el mismo sujeto, que minutos antes estaba peleando contra su teléfono.

Lo mire por un momento, aun confundido. No obstante, cuando Anna lo vio. Su sonrisa se hizo aún más grande. A lo que ella respondió.

—Hola profesor, claro—Ella decidió arrimarse hacía mí, dándole paso de este modo para que él tomara una silla y se posicionara frente a nosotros—. Papá, este es mi profesor de Deporte.

Lo miré y sin más, estreché mi mano a modo de saludo.

—Oh que bien, mucho gusto—saludó.

—Igualmente, espero no incomodar—Tomó mi mano con un poco de desconfianza.

—No, para nada—le dejó saber mostrando una corta sonrisa—. ¿Y cuénteme, qué tal se comporta Anna?

—Para ser sincero, pienso que es una chica muy vivaz y competitiva—agregó muy serio, se rascó la nariz y luego miró entre ambos—. Me alegra conocerlo, estaba pasando por acá y esa cabellera tan particular se me hizo conocida.

—En el liceo, dicen que parezco una hada—refunfuñó mi hija al decir aquello con un mohín en sus labios—. Es extraño, pero me gusta.

—Bueno más te vale que solo se quede en eso.

Todos reímos en la mesa y después de un rato, comencé a hablar con Miguel. Él me comentaba que había venido a hacer un recado y que si no hubiera sido por eso, en éste momento estaría en el bar que queda justo enfrente de su apartamento.

Mencionó que vivía a pocas calles de allí y me invito a que un día de estos, me pasará por el dichoso bar, quizás unas copas y un poco de plática no hacía mal a nadie. Me anime, después de todo era bueno conocer nuevas personas en éste pueblo.

Al momento, nos en fumamos en una conversación trival. Hasta que su celular comenzó a vibrar sobre la mesa metálica.

El aparato se encontraba muy cerca de mí y el nombre que se mostraba en la pantalla se me hizo  familiar. Dado que Miguel no daba señales de contestar, y estaba más que distraído en sus pensamientos. Decide tomar yo la llamada; grave error.

La melodiosa voz que respondió, me dejo perplejo. No podía creer que se tratase de la misma persona, ¿serían pareja?

❤❤❤

Me desplacé de forma apresura por la acera, había quedado ese día con Eliza. Decidimos encontrarnos en la entrada del mercado municipal.

Ella me ayudaría a comprar algunos arreglos para el cumpleaños de mi madre. Cuando por fin logró dar con el lugar, visualizo un puesto de chicha. Así que voy y me pido uno.




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