¡dime que sí!

CAPÍTULO 4. De a dos, el miedo se disipa

CAPÍTULO 4. De a dos, el miedo se disipa

Al principio no entendí. Miraba al chico y pensaba en otra cosa. Pero luego, cuando lo comprendí, sentí miedo.

—¡Barmuto, no! ¿Qué estás diciendo? ¡Ya he sido la causa de tu sufrimiento! Por mi culpa y por mi magia, recibiste ese horrible y monstruoso rostro. Nunca me perdonaré por haberte lanzado ese espantoso hechizo de Pramosa. No pasa un solo día sin que lo piense. ¿Y ahora quieres ir conmigo al Valle de las Sombras y volver a ponerte en peligro?

—Marta, basta —el chico se sentó en una silla y bajó la cabeza. Su voz sonó apagada y resignada desde detrás de la máscara.— No te castigues. No fue tu culpa. Fue una coincidencia, simplemente estabas en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Ese hechizo podría habérmelo lanzado Magda, o Tenebris, o cualquiera. Me estoy acostumbrando, y eso es lo más aterrador. La verdad es que me cuesta mucho. El rostro era parte esencial de mi vida como actor. Expresar emociones sin gestos es imposible.

—Arsen… —me incliné hacia él.

—No, escúchame —Barmuto me miró a través de las rendijas de su máscara, y sus ojos dolidos brillaron con terquedad.— He pasado por mucho en la vida. He estado al borde de la muerte más de una vez. Pero el teatro, la actuación, la poesía, el arte, la creación… eran mi refugio del dolor. Allí era feliz. Y ahora ese mundo está cerrado para mí. Quiero un cambio. Quiero arriesgarme y ganar. O perder y resignarme. Porque tengo una oportunidad, y está allá, en el Valle de las Sombras.

Evidentemente, la sorpresa en mi rostro lo dijo todo, porque Arsen explicó:

—Se dice que las Sombras pueden cambiar el pasado. Al menos, eso cuentan los rumores. Pero el precio de un rito mágico así es altísimo. Para cada uno, distinto. Algunos entregan años de vida, otros sus recuerdos más preciados, otros… un sentimiento. Yo estoy dispuesto a dar lo que sea, con tal de recuperar mi verdadero rostro. Porque sin el arte, no soy nadie.

—Arsen, pero ahora tienes muchos nuevos admiradores, ¡la gente te quiere! No miran tu cara, sienten la fuerza y la belleza de tu talento.

—Yo no lo siento. Ese es el problema. Algo dentro de mí se ha roto, ha desaparecido, se ha deshecho… Y no quiero ser un artesano que actúe por inercia. Se ha ido esa chispa, ese entusiasmo, la esencia. ¿Me entiendes?

—Sí —asentí en voz baja—, te entiendo.

—Yo, igual que tú, quiero entrar al Valle de las Sombras en secreto, sin pasar por la frontera, sin perderme a mí mismo. Así que iremos juntos. Y además, Orest es mi amigo. También quiero ayudarlo. Y ayudarte a ti.

—Gracias, Arsen —le dije.— De acuerdo, iremos juntos. Pero Martusei no quie…

Barmuto no me dejó terminar. Me interrumpió a media frase y prometió:

—Yo me encargo de mi padre. Mañana partimos.

Con esas palabras, el bufón se levantó, me asintió y salió por la puerta.

Mañana. Tal vez mañana podría ver a Orest. Si lograba encontrarlo. Porque el Valle de las Sombras ahora es un país grande, con una capital en su centro. Y, en el fondo de mi alma, no pude evitar sentir una pequeña alegría de que no iría sola. Porque, se diga lo que se diga, de a dos todo es mejor, más fácil… y menos aterrador.



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En el texto hay: verdadero amor, magia, aventuras

Editado: 14.08.2025

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