¡dime que sí!

CAPÍTULO 57. ¡Quítate la máscara!

CAPÍTULO 57. ¡Quítate la máscara!

Todos los invitados comenzaron a exclamar, suspirar, sonreír y aplaudir alegremente. Algunas damas sensibles se limpiaban los ojos con sus pañuelos, emocionadas. Zoria, que hasta entonces había estado sentada relajada y con expresión aburrida, se enderezó de golpe y empezó a mirar a su hermana con una mirada llena de odio. Solo yo lo notaba, porque conocía sus terribles planes. Jerlon, enfrente, también escuchaba interesado al rey, estrujando una servilleta en la mano. Barmuto, junto a mí, se tensó. Sentí físicamente lo mucho que lo impresionaron las palabras del rey. Sus dedos que apretaban la cuchara se pusieron blancos.

—Así que quiero aprovechar este magnífico baile para anunciarles el compromiso de Rozía y su elegido.

Rozía, roja y nerviosa por la vergüenza, le decía algo al rey mientras le tiraba del codo, pero él solo la desechó con la mano.

—Rozía está tímida, ya saben cómo son los jóvenes —exclamó el rey—. Mientras se deciden, mientras resuelven, mientras confiesan… ¡Pienso que esta es una buena oportunidad para unir dos corazones enamorados!

—¡Así es, estamos de acuerdo! —gritaron todos alrededor.

—¡Ah, qué conmovedor! —dijo con ternura la Sombra Dianea y se secó una lágrima con un pañuelo de encaje.

—¡Pido al elegido de Rozía que se acerque a su prometida! —gritó el rey—. Rozía, ¿quién es él?

¡Ay, Rozía no le dijo al rey quién era su amado! ¡Qué pasará ahora! Hasta cerré los ojos de miedo.

—Papá, es Barmuto —se oyó la voz clara de Rozía.

Todos se quedaron congelados por la sorpresa, empezaron a mirarse buscando al nombrado por la joven. La cuchara cayó de las manos de Barmuto y, con un tintineo, golpeó el plato. Él se levantó y, marcando el paso, se acercó al rey impresionado. Se arrodilló y miró con valentía al monarca.

—Su Majestad —dijo con voz alta, para que todos lo escucharan—, amo a su hija, la princesa Rozía, y le pido su mano.

Se hizo un silencio. El rey miraba preocupado, interesado y… benevolente. Se acercó a Barmuto y preguntó:

—¿De verdad, muchacho, necesitas a Rozía? Ella no será la heredera al trono.

—No necesito el trono —negó Barmuto—. Solo la necesito a ella, porque la amo más que a nada en el mundo.

Rozía miraba a su amado con ojos llenos de lágrimas de alegría.

—Está bien —dijo el rey—, te entrego a mi Rozía. Pero tengo una condición: debes quitarte la máscara para que pueda ver el rostro de mi futuro yerno.

—No puedo hacerlo —dijo Barmuto con voz apagada—. Mi rostro está deformado por un terrible hechizo mágico.

Los invitados susurraron impresionados y en voz baja. El rey se quedó en silencio, mirando al joven.

—Si mi hija te ama, eso no disminuirá su amor —pronunció Su Majestad.

La princesa Rozía se levantó y se acercó a Barmuto, que también se había puesto de pie y ahora miraba a su amada.

—¡Arsen, te amo! —dijo clara y segura, con la voz llena de ternura.

La joven extendió las manos y retiró la máscara de Barmuto. Él bajó la cabeza y el cabello le cubrió un poco los rasgos deformados del rostro. Pero luego sacudió la cabeza con orgullo y levantó el mentón, mostrando a todos su horrible aspecto. Los invitados quedaron mudos, impactados por la fealdad del prometido de la princesa.

—¡No me importa tu apariencia! No me importa lo que digan los demás a nuestro alrededor. ¡Te amaré por siempre! —dijo Rozía, mirando aquel rostro terrible.

Y lo besó.



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En el texto hay: verdadero amor, magia, aventuras

Editado: 14.08.2025

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