Dime que te Iras (amor a lo Escoces #2)

Capítulo 37

Aiden no me dijo a donde iríamos, ni siquiera una pista, ni siquiera me dejó hacer maletas.

— Pero no tengo ropa, Aiden —dije cuando me informó que solo tenía dos minutos para subir al apartamento, buscar mi pasaporte y bajar.

— Tiendas de ropa hay en todas partes — fue su única respuesta

Y yo, estaba emocionada por esta aventurilla que estábamos teniendo, que parecía de película, de telenovela, cuando los protagonistas se reconcilian y deciden irse a no sé dónde por no sé qué tanto tiempo, que esta premura, que este viaje parecía irreal. Inverosímil.

Nos estábamos yendo sin decirle a nadie, sin planear nada, como si no tuviésemos más responsabilidades en el mundo.

Solo irnos, él y yo. No pensar en más nada

Y después de todo lo que confesó en Medialuna, cosas que ni siquiera a mí me confesó antes, luego de ese sexo fantástico, si antes no estuve segura, ahora lo estaba.

Ciegamente

— ¿A dónde vamos? — pregunté por lo que sería la quinta vez mientras esperábamos en la sala de un aeropuerto

No tenía idea de cómo Aiden consiguió pasajes, de que vuelos salían a esta hora de la noche, no tenía idea de que hora era porque Aiden me decomisó el celular, sí, como a los niños.

Aiden no soltaba prenda

Escocés terco

— Déjate sorprender — fue su seca respuesta

— ¿Quiere que te recuerde lo que sucedió la última vez que me quisiste dar una sorpresa? — pregunté mirando a mi alrededor pero las pantallas que anunciaban los vuelos estaban muy lejos para mi vista de águila.

— Terminaste conmigo — respondió con un bostezo

— Exacto. Así que, amigo, ¿no has aprendido la lección?

Aiden alzó una ceja, encontrándose con mi mirada

— ¿Vas a terminar conmigo? — preguntó

— Depende...

— ¿De qué?

— De si te portas bien conmigo o no.

Aiden se inclinó sobre el asiento hacia mí, su aliento rozó mi mejilla erizando mi piel de esa forma en la que solo sucedía cuando él estaba cerca

— ¿Quieres que te recuerde lo bien que te trate hace una hora? Porque si conté bien, te hice llegar unas...

Le tapé la boca con mis manos, conteniendo una risa y sacudí mi cabeza

— Los caballeros no tienen memoria — solté.

Aiden se echó para atrás y soltó una risa antes de tomar sus audífonos y ponérmelo en mis orejas

— No te los quites — advirtió

Escocés mandón.

Subimos a un avión, y sin saber en qué momento, me quedé dormida como un bebé.

Aiden me despertó no sé qué tanto tiempo después.

— Hemos llegado. — susurró apartando hebras de mi cabello que ocultaban mi rostro.

— ¿A dónde? —pregunté pero Aiden sacudió su cabeza y no respondió.

Escocés tonto.

Bajamos del avión y Aiden me tapó los ojos con su mano para que yo no chismoseara donde estábamos.

— Si sigues así, te pueden detener porque pensaran que me estas secuestrando — chisté

Aiden solo rio y seguí caminando a ciegas conducida por él

Si se suponía que debía haber un cartel que diga "Bienvenida a Tailandia" pues me lo perdí y dado que tampoco conté las horas de vuelo porque me dormí, por lo que yo sabía, podíamos estar en Egipto

— Como dijiste que odiabas los aeropuertos tanto o más que los hospitales, te estoy evitando el mal rato de ver uno — dijo con risa en su voz

Rodé los ojos y bufé

— Me gustan los aeropuertos solo si vienes conmigo — solté

Aiden volvió a reír antes de depositar un beso en mi mejilla

— Pero mira que romanticona me has salido.

— Lo aprendí de ti. —Tiré de vuelta— "Cuando ella me falta me quedo a oscuras"... Hasta te salió bonito ¿eh?

— Búrlate, búrlate, que bien que vi unas lágrimas en tus ojos anoche.

Fruncí el ceño, hacía calor, la luz solar quemaba en mi piel

Este sol, esta intensidad no era de Escocia.

Apostaba una teta a que no estábamos en Escocia.

¿Y si de verdad estábamos en Egipto?

— ¿Cuando me dirás dónde estamos?

— No te desesperes. Voy a quitar mis manos pero no abras los ojos aún. No hasta que yo te diga ¿está bien?

— Esta bien — dije entre dientes

— Promételo

— Lo prometo Aiden. Lo prometo... Escocés mandón.

— ¿Qué dijiste?

— Que te quiero.

Joder, hacía calor, como extrañé el calor

Aiden quitó sus manos y aproveché para alzar la cara hacia el cielo y recibir los rayos del sol en su plenitud.

Este era el verdadero sol.

— Ven, no abras los ojos.

— No los estoy abriendo.

Me ayudó a entrar a un auto que realmente tampoco supe de dónde sacó y el calor se esfumó.

Era una de esas pocas veces en mi vida que yo de verdad deseaba quedarme en el calor.

Aiden manejó por unos minutos, recordándome que mantuviera los ojos cerrados

Mis ojos estaban tan cerrados que por poco me quedaba dormida de nuevo. Logré coger algo de sueño en el avión pero seguía cansada, la emoción del momento me impedía empezar a roncar.

Por fin, Aiden detuvo el auto y cuando abrió la puerta para ayudarme a salir, lo reconocí.

El olor

La brisa

El calor

— Aiden — susurré

— Ahora sí, abre los ojos

Lentamente, con la luz solar de frente a mí, cegándome, los abrí

— Bienvenida a Ibiza, mi vida.

Mi vista se quedó fija en el mar frente a mí, azul, cristalino, infinito, la brisa que alzaba mi cabello, el sol, ¡Que sol! Tostando mi piel.

— ¿Ibiza? — pregunté con la boca abierta, con mis ojos en el mar

¡El mar! Un verdadero y cálido mar frente a mí. ¡Había palmeras de verdad!

— La noche en la que nos conocimos me dijiste que siempre quisiste visitar Ibiza, que era tu paraíso soñado, pensé que sería una excelente idea si la conocías conmigo como tu guía turística.

Miré hacia Aiden y joder, pero que bien que le sentaba el sol a esta maravilla hecha hombre.



#907 en Novela romántica

En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 19.04.2022

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