Más de 7 mil kilómetros y quince horas después, por fin había llegado a Edimburgo. Exhausta no alcanzaba para describir como me sentía en este momento. La figura de Nancy estaba esperándome con un cartel que decía "Bienvenida a Escocia", que logró que se me encogiera el corazón. Ella era todo un ejemplar de pelo negro y ojos azules.
El cansancio fue olvidado mientras la felicidad tomaba su lugar, la había extrañado tanto. Una sonrisa se formó en mis labios y caminé lo más rápido que pude hacia ella, llevando conmigo mis maletas.
― ¡Fabiola! ― saludó envolviéndome fuertemente en sus brazos al llegar a su lado. ― No tienes idea de cuánto te extrañé.
Solté mis maletas y le regresé el abrazo pensando en lo reconfortante que era ver una cara conocida después de tantas horas sola.
― Yo también te extrañé. ―dije apartándome una pulgada de ella―. Bonito cartel.
― Mira cómo has crecido, estás hermosa. ―me alabó examinando mi rostro―. Pero debes estar cansadísima. Los vuelos largos son una tortura.
Asentí dándole la razón, suprimiendo un bostezo.
― Debería escribirle a mamá para avisarle que ya llegué pero en Venezuela debe ser la una de la mañana y supongo que está durmiendo.
― ¿Durmiendo? Como si no conocieras a tu madre, no ha dejado de escribirme en todo el día, estoy segura de que Marisol no se acostará a dormir hasta saber que estás conmigo, sana y salva.
― Seguro me quedé sin batería.―dije cansinamente.
― Vayamos a casa para que puedas cargarlo y comas algo.
Camino a su casa, Nancy me prestó su celular para que le escribiera a mamá y efectivamente, estaba despierta. Le dije que todo había estado bien y le deseé buenas noches. Miré por mi ventana para recibir los primeros vistazos de Edimburgo, la ciudad apenas estaba despertando, eran las siete de la mañana y ya se veían los primeros indicios de actividad.
¡Estaba en Escocia! ¡Estaba en Europa!
El cielo estaba nublado y no había señal del sol por ninguna parte a pesar de que eran principios de julio, el temporizador del auto indicaba que afuera hacían 15 °C. Menos mal había traído abrigos.
Nancy vivía en un pequeño apartamento en el centro de la ciudad, era moderno y acogedor y no sé si era la manera en que estaba decorado o el hecho de que estaba con mi tía, pero me hizo sentir como en casa, y ese sentimiento vino acompañado de un poco de nostalgia. Ya extrañaba a mi familia.
El apartamento tenía una pequeña sala, la cocina estando del lado contrario. Un baño se apreciaba cerca de la puerta de entrada y al lado de la puerta del baño había un pasillo que guiaba hacia las habitaciones, había dos. Una era la de Nancy y la otra era donde me iba a quedar, mi habitación tenía su propio baño también. No era tan grande como la que tenía en casa pero me gustaba, era bonita.
― ¿Y bien? ¿Qué te parece? ― preguntó Nancy, entrando a la habitación
― Me encanta, muchas gracias por todo
― Compré ese televisor hace un par de días, tiene cable, compré también un paquete con un montón de canales en español, así que puedes ver los canales a los que estas acostumbrada ―dijo señalando al televisor.
― No tenías que tomarte tantas molestias.
― No es ninguna molestia, a decir verdad me funcionaste como excusa, extraño mis novelas. ― me dio un leve codazo por las costillas―. Ven, vamos a desayunar y después te puedes acostar un rato.
Después de comer, me di una ducha y me acosté, mi teléfono estaba sonando por el montón de mensajes llegando, los miré por encima y la mayoría eran de mi mamá y Melisa, mi mejor amiga, estaba demasiado cansada para responderles. Puse el celular en silencio y me dormí.
Cuando me desperté, ya no entraba la luz del sol a la habitación, me paré de la cama y me asomé por la ventana, el cielo estaba en su pleno atardecer, había dormido demasiado.
Sintiéndome más energética desconecté mi celular para responder los mensajes y salí del cuarto para la cocina, donde se encontraba Nancy hablando con un hombre rubio que nunca había visto.
― Fabiola, ¿dormiste bien? ―dijo Nancy al verme, interrumpiendo su conversación con el hombre escocés.
― Como un bebé ―respondí mirando al rubio con curiosidad, era igual de alto que Nancy solo que por su cuerpo robusto a simple vista parecía más alto que ella.
― Quiero que conozcas a mi novio, Brodric. ―presentó colocando una mano en el brazo de su novio
― Mucho gusto, es un placer tenerte aquí, espero que te guste Escocia. ― saludó Brodic en español, con un acento marcado.
―El placer es mío ― respondo tratando de disimular la sorpresa en mi voz. No sabía que Nancy tenía novio, esto era nuevo.
No debo haber disimulado muy bien la sorpresa porque Nancy se ríe.
― Si, si, sé que no dije nada pero quería que fuera sorpresa, llevamos juntos unos cuantos meses. Todavía no le he dicho a tu madre así que no digas nada, por favor.