Dime que te quedarás (amor a lo Escocés #1)

Capítulo 4: Coronas

Mi primera semana en Escocia fue bastante patética. Nancy trabajaba y yo, digna del premio a la timidez del año, no salía sola porque me daba miedo, una vez que ella llegaba del trabajo era cuando el día verdaderamente empezaba para mí. Me llevó a conocer varios museos y monumentos de importancia, Bodric siempre nos acompañaba y eso me ayudó a conocerlo mejor. Y en la noche, después de haber recorrido la ciudad, nos llevaba a un lugar distinto para cenar.

Llegado el viernes Aiden daría una pequeña fiesta en su casa y no pude evitar pensar en lo genial que era conocer más gente vieja. No había conocido a nadie de mi edad todavía y no esperaba conocer a nadie próximamente, aunque los amigos de Nancy me caían bien a veces era más fácil conectar con gente de tu misma edad.

Una vez listas, bajamos a la calle y cruzamos hacia el edificio de Aiden, él vivía en el último piso, el penthouse, suponía que no le estaba yendo tan mal en la cafetería.

Nancy apretó el timbre y cuatro segundos después Aiden nos abrió la puerta.

― ¡Hey! Las estaba esperado. ―nos saludó con una gran sonrisa―. Pasen, pónganse cómodas, están en su casa.

―Gracias Aiden. ―dijo Nancy entrando al apartamento, conmigo siguiéndole el paso.

― ¿Y tú señorita, no dices hola? ―preguntó el pelirrojo fingiendo estar ofendido.

―Hola

― Me esperaba un saludo más cordial de tu parte después de haber sido rechazado ―añadió dramáticamente

Parpadeé confundida dirigiéndole una mirada a Nancy quien nos miraba devuelta con curiosidad.

― ¿Rechazado?

― Estuve esperándolas a ustedes dos en mi cafetería toda la semana y nunca aparecieron. Imagínense mi desilusión. ― nos acusó, señalándonos a las dos.

La invitación de Aiden, la había olvidado completamente.

―No sabía que nos estabas esperando en tu cafetería, cariño. ― respondió Nancy con dulzura.

― ¿Como que no? Yo le dije a Fabiola que se pasaran esta semana y así les invitaba un café.

― Fabiola no me dijo nada. Lo juro, sabes que yo no me perdería la ocasión de probar un buen café. ― me acusó Nancy, dejándome con la boca abierta. Los dos me miraban acusadoramente.

― Soy culpable, hemos tenido una semana atareada y se me olvidó. Perdón, te prometo que esta semana te lo compensaremos. ― me disculpé.

― No, lo siento. Mis invitaciones tienen fecha de caducidad ― sacudió la cabeza, haciéndome sentir culpable.

―Lo siento de verdad. Es todo culpa del Jet Lag, todavía me estoy acostumbrando. ―me excusé

Los ojos verdes de Aiden brillaron con diversión, disfrutando el hacerme sufrir.

Entrecerré mis ojos ―Me estás haciendo sentir mal a propósito.

― Nunca haría algo como eso ―respondió haciéndose el inocente― Pero dado que no soy una persona rencorosa, haré una excepción por ti.

Puse mis ojos en blanco y miré a mí alrededor.

El apartamento era bastante bonito, más grande que el de Nancy, obviamente. En la sala había unos cuantos sofás de cuero sintético, con un televisor de plasma gigante en la pared al frente de estos, y en la esquina estaban unas escaleras que se dirigían al piso de arriba, a las habitaciones, me imaginé. La cocina se encontraba al otro lado, separada de la sala por un pequeño muro y un bar sobresalía al lado de la puerta de entrada, lleno con una gran variedad de bebidas, whisky más que todo. En la radio estaba sonando una canción de algún cantante escoces con un ritmo pegajoso.

Nos acercamos a la gente que estaba sentada en la sala, había como unas quince personas en la habitación, de las cuales solo reconocí a Rupert y Candice. Bodric debía estar en camino todavía, y según lo que me dijo Nancy, Eduardo y Blair tenían otro compromiso. Candice nos vio y se acercó a nosotras dándonos un abrazo.

― Hasta que llegan, me estaba aburriendo. ―Se veía increíblemente hermosa, había recogido su cabello en un moño alto, tenía un vestido negro pegado que le llegaba un poco más alto que las rodillas, con escote en la espalda, y tacones de aguja rojos que combinaban con su pelo. ― ¿Esa es la falda que compramos esta semana? Te dije que te iba a quedar perfecta― preguntó al observarme.

― Si, tienes un buen ojo. También te ves hermosa, me encanta tu vestido. ― le dije. En la semana, nos habíamos encontrado en el mall y ella había escogido la falda que me había puesto, era una falda blanca alta de volantes que me llegaba a mitad del muslo.

― Está a la orden, sin embargo, tú te verías mejor si te hubieses puesto unos tacones.― dijo con desaprobación mientras miraba a mis sandalias bajas.

― Yo le dije lo mismo pero no me hizo caso. ― añadió Nancy.

― No gracias, soy feliz con mis sandalias, mientras pueda evitar usar tacones mejor para mí.

Bodric llegó al rato, luciendo una camisa de botones azul que resaltaban sus ojos con el pelo rubio peinado hacia atrás, se veía muy apuesto. A Nancy se le iluminaron los ojos al verlo y yo me sentí feliz por ella. El resto de la noche pasó tranquila, me presentaron a un montón de gente con nombres difíciles de pronunciar para mí, por lo que ya no me acordaba ni la mitad de ellos.



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En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 13.11.2019

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