Dime que te quedarás (amor a lo Escocés #1)

Capítulo 7: El Paraguas

Al día siguiente me desperté temprano sin esfuerzo y me vestí, desde mi ventana se podía ver hacia el edificio de Aiden por lo que me quedé unos minutos asomada esperando hasta que vi una cabellera roja inconfundible salir y cruzar la calle.

Pude verlo sacar su teléfono y llevárselo al oído, el mío sonó un segundo después y contesté.

―Sí, estoy despierta y estoy viéndote cruzar la calle. ― dije antes de que Aiden pudiera decir algo y colgué.

Nancy seguía durmiendo, anoche había esperado a que llegara y me obligó a contarle palabra por palabra hasta que estuvo feliz y satisfecha. Al menos ya no iba a decirle nada a mi mamá.

Salí del edificio y el frío me golpeó, erizando los vellos en mi brazo, subí la vista hacia el cielo y las nubes estaban amontonadas, grises, probablemente llovería.

― Buenos días a ti también― dijo una voz a mi lado, me volteé y vi a Aiden recostado contra la pared con sus manos dentro del bolsillo de su chaqueta deportiva.

―Parece que va a llover. ―comenté volviendo mí vista al cielo.

Por el rabillo del ojo vi como él alzaba su cabeza hacia el cielo también

― Probablemente, lo que significa que deberíamos apurarnos.

Suspiré y dirigí mi atención a él nuevamente. ― ¿Puedes recordarme por qué es que tenemos que trotar a esta hora?

― Porque yo, a diferencia de ti tengo cosas que hacer, como trabajar por ejemplo.

―Hoy es domingo. ― le recordé.

Él se encogió de hombros y se acercó a mí. 
― Costumbre.

Calentamos durante unos minutos y después empezamos a trotar siguiendo el mismo rumbo de ayer, llegamos hasta el parque y regresamos, aumentando la velocidad, empezamos a correr realmente rápido, mi corazón acelerado y mis piernas quemando, Aiden iba más adelante que yo y me esforcé más tratando de estar a su par, llegando al límite, experimentando esa sensación de libertad que me estaba empezando a gustar.

Paré sin poder más y me senté en un banco que estaba en la acera tratando de recuperar el aire, Aiden se detuvo más adelante al no escuchar mis pasos y se volteó, de inmediato empezó a reírse al verme echada en el banco. Lo vi acercarse a un quiosco y comprar una botella de agua.

― Toma ― dijo tendiéndome la botella, la agarré y bebí un poco controlando mi desesperación por mas, no quería sentirme mal como ayer.

Nos quedamos un rato sentados en el banco recuperando la respiración, escuchando a los pájaros cantar. Las calles estaban prácticamente vacías, lo cual era normal, nosotros éramos los únicos idiotas que salían a trotar un domingo a las seis de la mañana, con tiempo de lluvia y haciendo un frio atroz.

Finalmente nos levantamos y caminamos de nuevo hacia nuestra calle.

― ¿Qué paso con los croissant? ― pregunté confundida al ver que seguía derecho hacía nuestros edificios y no cruzaba hacía la panadería. Quizá él no tenía intención de llevarme otra vez para allá después de lo sucedido ayer, pensé con decepción, quería comer otra vez ahí.

― No abren los domingos, hoy toca desayuno en casa.

― Ya veo. ―dije tristemente.

Aiden me miró con curiosidad ― ¿Quién te entiende? Ayer te tuve que obligar para que fueras y hoy estas triste porque no puedes ir.

― Ayer no sabía que esos croissants existían, hoy sí, eso hace la diferencia.

Un trueno sonó en el cielo distrayéndonos de nuestra conversación y caminamos más rápido para estar en casa antes de que empezara a llover. Al llegar a su edificio dije adiós rápidamente y empecé a cruzar la calle

― Espera, ¿a dónde vas? ― llamó Aiden.

Me di la vuelta hacia a él y señalé al edificio detrás de mí. ― A casa de Nancy.

― ¿Y qué paso con el desayuno?

Lo miré confundida. ― Pensé que la panadería estaba cerrada.

Aiden asintió con la cabeza y se acercó a mí.

― Está cerrada.

Fruncí el ceño más confundida.

― ¿Entonces? Me dijiste que tocaba desayuno en casa.
― Sí, en mi casa. Vamos, yo cocino. ― abrí la boca para decirle que mejor otro día, no quería que me agarrara la lluvia en su casa pero él me interrumpió antes de que pudiera decir algo―. Está prohibido decir que no, los escoceses nos tomamos muy en serio los rechazos a las invitaciones, y no creo que quieras que me sienta ofendido otra vez.

Lo miré estupefacta, él de verdad estaba usando lo de ayer para manipularme.

―Estas manipulándome. ― Lo acusé.

Él se rio y abrió la puerta para entrar en su edificio. No tuve otra opción que seguirlo adentro.

Aiden cocinó waffles con huevo y tocino, yo solo me quede sentada observándolo con diversión mientras él hacía todo el trabajo, tardandose más de lo que es posiblemente normal porque lucia como si no pudiese encontrar nada en su propia cocina. Él abría y cerraba cajones rebuscando y después se iba al otro lado de la cocina a hacer el mismo proceso antes de regresar al mismo cajón que había abierto al principio. Le había preguntado si necesitaba ayuda pero dijo que no.



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En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 13.11.2019

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