Los días pasaron y fui creando mi propia rutina, la cual incluía a Aiden en la mayor parte, pasaba toda la mañana y mitad de la tarde con él. Todas las mañanas trotábamos y después íbamos a comer croissant, todos los días lo ayudaba a abrir la cafetería e íbamos a almorzar al restaurante de la esquina y todas las tardes me quedaba un rato más ahí hasta que llegaba la hora en que Nancy volvía del trabajo y regresaba a casa.
Esas horas trotando fueron convirtiéndose sin darme cuenta en mi momento favorito del día, me encantaba mirar como la ciudad se despertaba, me gustaba el aire que se respiraba a esa hora del día, me gustaba correr hasta sentir esa liberación que ocurría justo después de que sientes que no puedes correr más y te das cuenta de que en realidad si puedes, de que puedes seguir si te lo propones, y cuando te das cuenta de que lo lograste, de que seguiste corriendo creando tu nuevo límite sonríes fuertemente. Creo que Aiden sentía lo mismo porque podía verlo sonreír cuando yo lo hacía, compartiendo ese pequeño perfecto momento.
Sobre todo me gustaba ayudarlo a abrir la cafetería y me gustaba sentarme ahí, simplemente observando a la gente, viéndolos en su rutina, ensimismados en su mundo, preocupados por lo que les esperaba el día, poco a poco iba reconociendo a los clientes causales, y me iba encariñando con ellos sin necesidad de conocerlos, sin necesidad de que ellos me conocieran.
Aiden se había convertido en un muy buen amigo también, podía conversar con él durante horas acerca de todo sin aburrirme y realmente iba a extrañarlo cuando regresara a Venezuela, era una de las personas más amables que había conocido, y creo que eso era lo que más me gustaba de él, siempre tenía una sonrisa para las personas que entraban en el café y no solo una de esas sonrisas falsas que la mayoría de la gente sostiene, sino más bien una sonrisa genuina que te hacía sentir cómodo, como si realmente a él le interesara lo que le contabas y la verdad era que si le importaba, siempre escuchaba a las personas atentamente, preguntándoles acerca de sus vidas recordando detalles que yo hubiese olvidado, tratando de hacer que se sintieran cómodos. Y me acordé de lo amable que él había sido conmigo y que todavía era, los primeros días de conocerme, pude ver porque Nancy le había pedido explícitamente a él que intentará hacerme sentir bien aquí y porque él había accedido cuando claramente no tenía por qué haberlo hecho, estaba en su naturaleza, ayudar a la gente. Le gustaba hacerlo y creo que ese era uno de los mejores rasgos que una persona podría tener, pude ver porque a la mayoría de la gente aquí también les gustaba Aiden, su personalidad junto con su envidiable físico atraía bastante.
Me di cuenta que también había tenido razón cuando me decía que muchas mujeres tenían un flechazo por él, habían varias que venían solamente para verlo, algunas ni siquiera pedían algo de tomar solo se acercaban a conversar con él, a veces lo invitaban a salir pero nunca lo vi aceptando esas invitaciones, no sabía por qué, varias de ellas eran mujeres hermosas y hasta donde yo sabía Aiden estaba soltero. Él se limitaba a rechazarlas educadamente pero ellas solo se reían y volvían unos días después, era bastante patético de ver, Lisseth y yo solíamos burlarnos de él por eso ganándonos una mirada asesina de su parte lo que hacía todo más divertido.
Era viernes en la noche y estaba tirada en el sofá de la sala terminando de ver Marley y yo hecha un mar de lágrimas, cuando mi teléfono sonó distrayéndome de la parte en la que el protagonista está en el veterinario y la doctora le dice que el perro estaba sufriendo y no iba a durar toda la noche.
Lo agarro cortando la llamada sin ver la pantalla y me acurruco más en el sofá sin quitar mi atención de la película, esa parte era tan triste, no podía dejar de llorar. Mi teléfono volvió a sonar y gruñí, frustrada.
― ¿Qué? ―pregunté molesta pero mi voz sonó aguda por el llanto, para nada sonando molesta.
― ¿Estas llorando? ― preguntó una voz grave con un encantador acento del otro lado.
― Que te importa. ― respondí todavía molesta porque hubiera interrumpido mi película, sin evitar que mi nariz sonara un poco. ― ¿Qué quieres? Estoy ocupada.
― Estas llorando, ¿por qué estas llorando? ― la voz de Aiden sonó preocupada
Suspiré resignada. ― Estoy viendo una película y tú me estas interrumpiendo.
― ¿Estas llorando por una película? ― ahora estaba riéndose.
― Púdrete. ― respondí molesta porque estuviera burlándose y colgué el teléfono.
Miré de nuevo al televisor pero la película ya había terminado. Perfecto, iba a matarlo cuando lo viera.
Mi celular sonó de nuevo avisando una nueva llamada de Aiden.
― ¿Qué quieres? Me hiciste perder el final ― mi voz ya estaba normal y ahora si sonaba molesta.
― ¿Estas molesta? ― preguntó, sonaba como si estuviera tratando de no reírse.