Dime que te quedarás (amor a lo Escocés #1)

Capitulo 37: Temores infundados

― ¿Qué te parece si hacemos una fiesta? ―preguntó Aiden de la nada en medio del acertijo de nuestro crucigrama

Levanté una ceja, apartando la vista del periódico.

― ¿Una fiesta?

― Si, aquí. La última vez que hicimos una fue la semana en que llegaste ¿recuerdas?

Sonreí, acordándome de aquella noche en la que empecé a hacerme amiga de él, y me junté más a su pecho, acurrucándome en el sofá

― Por supuesto que lo recuerdo. ―mis ojos jugaron con los suyos― sobre todo recuerdo como casi me hiciste perder la noción con tus Coronas

Él se rió rodeando mi cintura con sus brazos y el sofá se hizo gratificantemente más pequeño

― ¿Yo te hice perder la noción? Amor, no es mi culpa tu debilidad por las Coronas

― Eres un tramposo, Strachan

Sus labios se juntaron en una hermosa sonrisa y susurró

― Puede que lo sea

Rodé los ojos, volviendo mi atención al crucigrama abandonado en mi rodilla

― ¿Palabra que empieza por M que incluye una intervención divina?

― Milagro ―sus dientes jugaban con mi oreja despertando al zoológico que guardaba mi vientre

Me encogí en él

― Basta, Aiden ―pedí pero sin querer que mi zoológico personal se volviera a dormir― no me ayudas con mi crucigrama

― Te acabo de descifrar uno ―sus labios bajaban por el sendero de la gloria― y tú no me has respondido

Reí, ante el nerviosismo que me provocaban sus labios descubriendo mi cuello

― ¿Qué no te he respondido? ― logré decir

― Lo de la fiesta. ¿Te gustaría hacer una fiesta aquí? ―tenía que ser un arte esto de hablar y besar al mismo tiempo

Me removí en el sofá, quedando al frente de él. Logrando que sus labios se apartaran de mi cuello y que mi cabeza se despejara otra vez

― Si tú quieres hacerla, es tu casa

Un mechón rojizo cayó sobre su frente y no pude evitar levantar mi mano enredando y desenredando mi dedo índice en él.

― Esta también es tu casa ―comentó con simpleza creando círculos de fuego en la piel de mi cadera― además, creo que sería una buena idea. ―su mano bajó, hasta la parte baja de mi espalda, y mi respiración se volvió lenta, muy lenta.― Rupert ha estado estresado últimamente, él no sale mucho. Puede funcionarle para que se distraiga, se relaje un poco. ¿Qué dices?

Sonreí. Aiden era tan lindo cuando se preocupaba por los demás.

― Lo que tu decidas para mí está bien

Una sonrisa picará se extendió en su boca y llegó a la mía 

―¿Lo que yo decida?

Solté su mechón y bajé mi dedo por su rostro, llegando a su barbilla, recorriéndola. Recorté el aire que nos separaba encontrándome con su boca, sintiendo el cielo en mis labios. Y Aiden dijo

― Entonces haremos una fiesta

***

― ¡Aideeen! ―llamé. Él apareció sobresaltado tratando de abotonarse las mangas de su camisa 

― ¿Qué? ¿Qué pasa?

― ¿Que hiciste con las aceitunas?

Su rostro se quedó congelado por un segundo y miró alrededor de la cocina antes de mirarme de nuevo

― ¿Las aceitunas?

Suspiré intentando mantener la paciencia 

― Si Aiden, las aceitunas.

― Deben estar en la nevera, detrás de tus manzanas.

Me erguí en mi lugar, cruzada de brazos

― No están

El rostro de Aiden perdió un tono de color

― ¿Puede ser que se me olvidó comprarlas?

― ¿Se te olvidó comprarlas? ― dije lentamente, mis facciones permanecieron intactas― ¿Después de que te repetí diez mil veces que no se te olvidaran?

Aiden sonrió con inocencia pero eso no le iba a funcionar

― Te compré tus coronas ―fue lo que dijo.

Mis labios se apretaron más

― Aiden, tú fuiste el de la idea de esta fiesta. Todos van a llegar en unos minutos y no tenemos aceitunas.

Iba a empezar a hiperventilar, le había hecho una lista más temprano a Aiden de las cosas que íbamos a necesitar mientras yo me quedaba aquí acomodando el lugar para los invitados y al señor se le olvidan las aceitunas.

¿Para qué me hace planear una fiesta si no comprará lo que le pedí? No era tan difícil por Dios.

Él se acercó a mí y colocó sus manos a cada lado de mi cintura

― Oh vamos, a nadie le gusta las aceitunas

Lo iba a matar.

Aparté sus manos de mí y lo señalé, acusándolo.

― ¡Lo sabía! No se te olvidaron. No las compraste porque no te gustan

¿Qué se le olvidaron? A otro gato con ese cuento.

Intenté alejarme de él pero su agarre en mi cintura se afianzó y se inclinó hacia a mí, dándome un beso

― Las aceitunas son asquerosas

Aparté mi cara pero su boca siguió el camino de la comisura de mis labios hasta mis cachetes, llegando a la orilla de mi oreja

― No te enojes

Cuando me besaba de esa forma era tan difícil recordar los motivos por los cuales debía estar enojada



#9 en Joven Adulto
#345 en Novela romántica

En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 13.11.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.