― Te gané ―grité con júbilo al llegar al final de la calle.
Mi respiración estaba agitada y mis pulmones no podían tener la suficiente cantidad de aire. No estaba segura de sí mi corazón latía tan rápido por la adrenalina de haber estado corriendo o por la alegría de por fin, después de tres meses haberle ganado una carrera a Aiden.
Aiden se detuvo unos pasos detrás de mí inhalando por su propio aire. Se inclinó, llevando las manos a su rodilla intentando calmar su ritmo cardíaco.
Sonreí abiertamente al verlo más cansado de lo que yo lo estaba
― ¿Quieres que te cargue? ―me burlé
Alzó la vista hacia mí, la esmeralda brillando en sus ojos
― Te dejé ganar
La sonrisa se borró de mi cara
― No lo hiciste. ―él se enderezó, recuperado por completo y me guiñó un ojo― Te gané legalmente
El sudor corría por su frente, su cabello rojizo se pegaba al costado de su rostro y una risa fácil, fresca brotó de su garganta.
Amaba eso de Aiden, nunca parecía pensarlo dos veces para reír, para sonreír, él había pasado por muchas cosas malas en su juventud y aún así, Aiden podía ver la felicidad en las cosas simples de la vida y nunca dejaba pasar una oportunidad para reír.
Amaba más hacerlo reír
― No sabía que estábamos en una carrera ―los hoyuelos aparecieron
― Mal perdedor Strachan, mal perdedor
Aiden abrió la boca, listo para responderme pero su celular sonó impidiéndole soltar una réplica. Sacó el teléfono de su bolsillo y observó la pantalla, pude jurar que una esquina de su boca se levantó pero entonces me vio y su labio volvió al lugar normal.
Levantó un dedo indicándome que esperara un segundo y caminó lejos de mí, contestando el teléfono. Desde donde estaba no podía escuchar la conversación que Aiden mantenía con la otra persona... ¿quién lo llamaría tan temprano? ¿Rupert, Lisseth?
Me encogí de hombros decidiendo a esperar a que terminara su llamada y me dijera.
Unos minutos después Aiden caminó de regreso a donde estaba yo, su expresión era diferente, sin embargo no podía deducir el qué, su rostro estaba serio pero en sus ojos había un brillo que no había estado ahí unos segundos atrás
― Me tengo que ir ―avisó dándome un corto beso en los labios para alejarse otra vez― nos vemos en la noche ¿está bien?
Me quedé de piedra en el mismo lugar sin entender qué acababa de pasar.
― ¿Te tienes que ir? ¿A dónde te tienes que ir? ―pregunté alzando un poco la voz para que me escuchara entre los pasos que ya nos distanciaban― ¿quién te llamó?
Aiden miró sobre su hombro sin dejar de caminar
― Tengo cosas que hacer, en la noche hablamos
¿En la noche?
― ¿Vas a estar ocupado todo el día? ―caminé más rápido detrás de él. Esto era tan extraño― ¿Y el café? ¿Y los croissants?
Aiden parecía tener un cohete en las piernas. No entendía cuál era su apuro por irse ¿ni siquiera iba a desayunar?
― Después ―fue lo que dijo antes de cruzar por la esquina hacia nuestros edificios y desaparecer
Cuando por fin llegué a nuestros edificios él ya había desaparecido por el suyo.
¿Qué mierda acababa de suceder?
****
Llevaba cerca de una hora tirada en el sofá alternando entre canales al azar, ninguna programación llamaba mi atención... Había pasado el día en casa de Nancy haciendo otro montón de nada hasta que ella llegó del trabajo y salimos a cenar juntas, hablando de todo y nada. Luego de eso me vine directamente a casa de Aiden, si a Nancy le parecía mal que yo pasara las noches aquí no me decía nada, al final, ella era la que me había incitado en un principio
Él todavía no había llegado y tampoco había tenido noticias suyas. Esperaba que tuviera una muy buena explicación, quiero decir, qué podía ser tan importante para que ni siquiera fuera a trabajar hoy
Al final de la tarde la puerta se abrió y Aiden entró por ella cargando entre sus brazos una cantidad abismal de libros y papeles que lucían importantes, me senté enseguida mirándolo extrañada
― Hola, amor ―saludó con una sonrisa luminosa, caminando hasta la barra en la cocina para depositar el montón de documentos. ― Qué bueno que estas aquí, ya te iba a llamar
Me levanté del sofá, acercándome hasta donde estaba él, inspeccionando los papeles que acababa de dejar
― ¿Qué es todo esto?
Su sonrisa se hizo incluso más luminosa, llegando a sus ojos. Parecía un niño al cuál le acababan de regalar el juguete más preciado. Me acercó hasta él tomándome de las manos y besó cada uno de mis nudillos.
― Esto es lo que estuve haciendo todo el día ―la excitación irradiaba por sus poros― Escucha, ¿te acuerdas el otro día cuando estábamos en el castillo?