Esta oscuro.
Siento helado el aire a mi alrededor, pero no puedo abrir mis ojos. ¿Porque no puedo
moverme? Mi cuerpo esta paralizado, adormecido y no reaciona ante mi desespero
y tengo miedo, existe una probabilidad que nunca reaccione yo no quiero ser parte
de ese porcentaje. ¿Alguien me puede oir? Estoy gritando, o eso intento, con todas mis
fuerzas, pero nadie me escucha, ni yo misma puedo oirme. Solo en mi cabeza mis
pensamientos se vuelven como una marea alta, las violentas olas me ahogan abro mi
boca y grito ferozmente, pero el agua se cuela entre mi garganta y nada sale solo esta
en mi mente. Como si solo yo pudiera escucharme interiormente.
Nada.
Nadie, solo yo sigo aqui, esta vez conte el tiempo; pasaron 30 minutos segun mi cuenta,
en ese periodo deduje que despues del accidente vino la ambulancia y me traslado a
un hospital cercano, puro sentido comun. Asi que en este momento tenia la sensacion
de estar en la camilla de un hospital, espere que los doctores volvieran, ellos sabrian
que me pasa. No me impaciente hasta que dos presencias aparecieron en mi espacio,
y aunque sigo recostada en mi comoda cama no he podido identificar sus voces con
claridad asi que solo me dedico a escuchar su conversacion.
Las palabras de ellos, dos hombres, son muy cultas para alguien cotidiano, ¿No
seran los doctores?, mi pregunta no se tarda en contestar por una voz gruesa y
gastada que resuena en la habitación.
- Alfredo, te vuelvo a recalcar que lo prometido se mantendria en pie sólo si el
nombre de mi familia no jugaria entre los periodicos, menos los medios de
telecomunicaciones. Nunca permitiré que mi hija pase semejante exposicion otra
vez, menos por él y se lo deje bien en claro.
- Señor Richard, no volvamos al mismo tema.- dice el tal Alfredo, su voz suena
cansada y más tensa como si de esta conversacion pendiera su vida.
- ¿Quién te crees para decirme lo que debo pensar sobre semejante situación?
¡¿No te das cuenta las terribles consecuencias que propiciaron al firmar el
contrato?!- se escucha una respiración agitada por una furia exponente- Tú opinion
es la de un secretario hacia su jefe, mas ella es mi hija, Alfredo, mi deber como
padre es cuidarla y no lo hice, no pude...
Un pequeño quejido se extiende y logro ver la tristeza en su voz. Su hija debe ser
muy afortunada, ella debe estar muy alegre, ella debe tener un alma muy bonita
por el buen padre que la vida le a obsequiado, su padre la debe amar tanto.
Yo no lo tengo conmigo, aún cuando paso por semejante accidente supe que
nunca estaría a mi lado y con el tiempo deje de extrañar su cariño, pero lo admito
aquella escena paternal me dejaba un sabor amargo porque trataba de recopilar
mis recuerdos más bonitos con mi padre, pero cuando examine mi corazón decidí
sincerarme conmigo misma.
"Debo admitir que lo aceptaría sin rechitar, si tan solo él fuera mi padre"
- Señor, controle sus emociones, su hija, los medicos la normalizaron, además
le aseguro que yo mismo la protegeré con mi vida, de ahora en adelante no podrá
estar en peligro. Esta vez no le hablo como su trabajador sino por nuestra amistad
que siempre ha estado, porque junto a usted pase madrugadas hasta anochecidas,
por lo tanto no dejaré mi lealtad con la familia Damonte.
"Ella tambien estuvo en el accidente", la idea se deslizo por mi cabeza.
¿Ella podria ser la chica que estuvo cerca del accidente?
Un carrapeo se oyó.
- Alfredo, nadie debe saber lo que en realidad sucedió.
- Confirmado, señor.
- Bien, entonces así lo dejamos, mi amigo.
Luego las pisadas fueron alejandose de mi lugar hasta que solo se oyeron
murmullos y luego silencio, otra vez me encontraba sola.
¿Qué habia sucedido realmente esa noche?
Quiero dormirme otra vez junto a mis hermanos, mi tres angelitos de
la guarda, ellos el alimento que me hace despertar todos los días para
trabajar y darles la vida que merecen.
Porque despues que el abuelo murió solo quedo la abuela llena de tristeza,
un alma solitaria en pena, la queriamos porque eramos familia por eso
la sacamos de la depresión, saliamos a jugar y a lugares rusticos con ella.
Pensé llevarnos de viaje hasta que la abuela enfermó.Yo no tenía padres,
ella era una madre para mí; mi abuelo habia muerto, correción yo lo consideraba
mi padre, él terminó su misión y ahora mi abuela se estaba preparando
para partir con él. Yo simplemente tenia que ser fuerte por todos, pero
hoy no podia serlo.
Hoy fue el día de la muerte de mi abuelo.
Una parte de mí se enfurecia porque ¿Por qué no lo puedo volver a ver?
¿Por qué era tan egoista la muerte?, aunque las dos eramos egoistas, la
muerte tanto como yo no considerabamos a los demás, pero de cierta
manera estaba pensando en que ella justo hoy hizo su aparición
sorpresa en la vida de mi padre, sí, ella era impredecible.
Tú no podías contar con la muerte cualquier día, pero si contabas con
ella, de alguna manera extraña, te esperaba.
Así que aquí estaba en medio de la pista con mis absurdos pensamientos
que posiblemente sean suicidas, me era imposible no distraerme en el
silencio de la calle y el ruido en mi interior. Me era imposible ser fuerte
ante cada pisada la sensación de olvidarme a mí misma crecía.