Dime...¿te espero o te olvido?

Capítulo 2: Déjame conocerte.

Como si fuéramos amigo, Bob, me contó como había sido la vida de ella y lo que había sufrido su padre. Al recordar a la hermosa mujer, desee saber lo que estaba sintiendo en ese momento y poder consolarla como nadie lo había hecho antes.

Para mi mala suerte, a varios kilómetros de distancia del lugar donde habíamos comprado, me acordé que en ningún momento le había preguntado sobre el nombre de la chica.

Después de ese día, no la volví a ver pero jamás se fue de mi mente. Cada noche, una y otra vez, veía en mis sueños su hermoso rostro, pero el problema era que siempre su sonrisa demostraba tristeza y a su vez estaba acompañada de su mirada apagada.

Lamentablemente sólo iba a ese pueblo en invierno por las vacaciones pero al tercer viaje la suerte estaba de mi lado. Me había permitido volver a verla y al hacerlo noté que había cambiado y supe, desde ese momento, que ahora me iba a costar mucho más enamorarla.

***

Han pasado más de tres meses desde que mi padre se fue de mi lado y aún siento que fue ayer cuando nos despedimos. Como duele el recordarlo, he bajado mucho de peso y ya no tengo la alegría que tenía cuando estábamos juntos.

Mis notas en la universidad han disminuido considerablemente y las personas que creía mis amigos, de repente han desaparecido y aún trato de comprender el por qué pero llegué a un punto en que me da igual.

He tratado de guardar las cosas de mi padre pero no puedo entrar a su cuarto, cada vez que lo intento ese dolor vuelve a mí más intenso que la última vez.

Haciendo memoria recuerdo cuando mi padre una vez me dijo que el dolor sólo es un etapa que va ir esfumándose con el correr del tiempo y en este momento realmente me cuesta creerlo.

Ahora mismo me encuentro sentada en el parque donde solía venir con mi padre a descansar después de un día arduo. La gente va y viene sin saber lo sola que me siento, dudo mucho que a alguien le importe lo más mínimo y no los culpo, cada uno tiene su vida.

Me encontraba tan ensimismada en mis pensamiento que de repente observé un pañuelo blanco que alguien me estaba ofreciendo. Muy suavemente acaricié mi mejilla derecha y me di cuenta que había derramado unas lágrimas.

—Déjeme en paz. —le respondía a la persona que estaba parada delante mío.

—Siempre es bueno un poco de compañía. —su voz era muy suave y a la vez imponente.

Sin pensarlo dos veces me levanté y me alejé de allí, no deseaba la compasión de nadie y menos su lastima.

Esa noche no pude dormir, en mi mente se proyectaba una y otra vez las palabras del muchacho.

Hacia tiempo que no tenia compañía y lo peor de todo era que no podía a estar junto a alguien y volver a sentir un dolor tan grande. Estaba muy segura que la próxima vez iba a ser peor que ahora.

***

Ese día al verla, sentí como si su dolor, su pena, fueran mías. Fue tan intenso que creí no poder continuar pero sabia que a pesar de no conocernos, ella sobre todo, me necesitaba y yo la necesitaba.

Estuve un momento debatiendo si acercarme o no pero cuando ella levantó la mirada, sus ojos me mostraron que necesitaba de alguien especial y por alguna extraña razón que hasta hoy aún intento entender, supe que me necesitaba a mí.

Jamas creí que se iría de allí, creí que tal vez al acercarme podría conocerla un poco más pero su corazón estaba más destrozado que el mío.

Mientras la observaba alejarse le susurré al aire "Dejame conocerte, pequeña niña"

Muchos creerán que sólo soy el chico guapo que se enamora de una niña a la que nadie le hace caso pero mi historia es mucho más difícil de lo que se imaginan.

Tienen razón, soy de una familia adinerada, lo que nadie puede percatarse es que el dinero no hace la felicidad, por lo menos la mía no.

Todo empezó cuando apenas tenía cinco años, mi familia en ese entonces era muy unida. Tenia un hermano mayor llamado Joshep, me llevaba unos dos años y era lo opuesto a mí.

Aunque no lo crean, soy un chico callado y reservado y en particular no me agrada hablar mucho pero a Josh le encantaba compartir todas sus experiencias, íbamos y veníamos juntos nunca nos separábamos.

Hasta que llegó el día en que se fue de nuestras vidas, en ese entonces cumplía mis quince años.

Nos costó mucho reponernos del terrible dolor que nos causó, por suerte nos teníamos el uno al otro y a pesar de que en parte entiendo lo que le sucede a la pequeña, nunca voy a llegar a entender lo que es quedarse sólo y sin un apoyo.

Después de la tragedia mis padres comenzaron a sobre-protegerme de algo que no podían tener el control, hasta el punto de cambiar por completo mi vida.

Pero mi corazón cambio de dueño y supe que sólo a ella le iba a pertenecer. Traté de alejarme todo lo que podía pero algo más fuerte que yo me acercaba a ella y entendí que el perderla iba a ser lo peor que haya hecho en mi vida.

 ***

Todo estaba tranquilo en casa, me encontraba en el estudio donde pasábamos la mayor parte del día, mi padre solía leer por varias horas mientras yo realizaba mis tareas.




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