Dime...¿te espero o te olvido?

Capítulo 7: ¿Cuándo volverá?

Ya había comenzado el peor día para mi.

Al levantarme lo primero que hice fue empacar varias ropitas de Jazmín mientras ella aún dormía, iba hacer todo lo posible para que siguiera durmiendo. A pesar que la noche anterior le había avisado que nos íbamos, al mirarla tranquila en sus sueños, no pude levantarla. Solo me tomó unos minutos terminar de arreglar todo, con el bolso en mi hombro, agarré a mi princesa con mucha suavidad para que continuara descansando y sin hacer ruido me fui de allí con ella en brazos.

No pasó mucho hasta que ví a un hombre que parecía dirigirse en la misma dirección en que íbamos.

—Disculpe señor —lo detuve —mi hermanita y yo nos dirigimos a la última cabaña que hay al final del camino.

—¿Se refiere a la cabaña de la señorita Swol?

—Así es señor, a la misma. En el camino mi hermanita se me quedó dormida —ya comenzaba a sentir el cansancio en mis brazos.

—Entiendo —dijo el hombre —, por favor, suban. Llegaremos más rápido de lo que tenían planeado.

Y debo admitir que el señor no se había equivocado, al llegar le entregué un poco de dinero a pesar de que me lo quería negar.

Sin demorarme llamé a la puerta y de inmediato abrió Lisi.

—Hola —saludó con una sonrisa muy radiante.

—Shhh shhh —le dije suavemente mientras ella observó que Jaz se hallaba dormida.

Sin más, entre después de ella y la seguí hasta el estudio para luego, con mucha suavidad dejar a la pequeña recostada en el. Paso apenas unos segundos hasta que Lisi volvió aparecer con una manta la cual colocó con mucho cuidado sobre Jaz. Antes de retirarme le pedí que la mantuviera lo más entretenida posible.

—¿Estás bien? —quiso saber.

—No te preocupes, lo estoy —la besé con dulzura —. Vuelvo en unas horas.

—Ok, la cuidaré muy bien.

—Se que lo harás, mi amor.

***

Lo ví marcharse con el rostro totalmente serio y diferente a como lo conocía. A pesar de que me dolía verlo así, eso no me iba a molestar por el momento. Le había dado mi palabra que cuidaría de su hermana y estaba dispuesta a cumplirla.

Sin demorar me fui a la cocina para preparar unas galletas con mi receta especial y un rico té de limón, solo esperaba que fuera su favorito o por lo menos que le gustara.

Últimamente me había comenzado a especializar en cocina y ahora que tenia una invitada, debía sacar a relucir mi habilidad.

***

Llegué a casa listo para comenzar el día, antes de entrar me detuve un momento para respirar hondo y tomar el valor necesario.

Normalmente no se discutía con los padres ya que ellos siempre hacían todo lo posible para ayudar, pero en mi caso, en nuestro caso eso no era cierto.

Una vez listo entré con todo, mientras caminaba por el pasillo escuché algo que me llamó mucho la atención, parecían... gemidos. Continúe caminado hasta llegar a la pieza que ocupaba antiguamente mi hermano y lo que oí no se lo deseo a nadie.

—Haaa haaaaaa, mi... amor —se podía diferenciar la voz de una mujer, el problema era que no parecía de mi madre —. Que bien... Asiiiii.

—Decime que te gusta...

Ya no podía esperar más, sin que se enterarán abrí la puerta y pude ver muy claramente que la mujer, en verdad no era mi madre.

Ella al mirarme comenzó a gritar. No me detuve a pensarlo, todo el enojo que había acumulado durante varios días explotó en ese momento. Sin pensar fui hasta él y lo agarré del brazo tirandolo al piso, comencé a patearlo allí mismo una y otra vez. Estaba tan enloquecido que ni siquiera escuchaba a la mujer que parecía estar gritando. En un momento dado, ella se me lanza por atrás tratando que me alejara de él y provocando que perdiera de vista por unos segundos a mi padre.

—¡¡ERES UN MALDITO MAL NACIDO!! —escuché que decía para luego sentir como me daba una piña justo en mi cara provocando que comenzara a sangrar por la nariz — ¡¡QUIÉN DEMONIOS TE CREES QUE ERES PARA GOLPEARME!! ¡¡DEBÍ HACER ESTO HACE MUCHO TIEMPO!! —cada palabra era una piña o una patada.

—Eres...un...maldito cobarde —le dije cuando pude respira un poco.

De inmediato dejo de golpearme para luego agarrarme firme del cabello.

—No te voy a perdonar tus estupideces esta vez, hijo —la última palabra me la había dicho con tanto odio.

—Para nosotros solo eres un signo pesos, nada más —aún me mantenía agarrado firmemente, en ese momento me di cuenta que no conocía de verdad con las personas que estábamos conviviendo —. Te juro que sino cumples con tu palabra, tu dulce hermanita no va a estar para contarlo.

—¡¡ERES UN MALDITO!! —sin importarme el dolor, me solté de su agarré y me di la vuelta para volver a golpearlo pero esta vez en el rostro.

Estuvo un par de minutos desorientado, eso me permitió continuar; cuando sin saber de donde, sentí como algo impactaba detrás de mi cabeza causando que cayera de rodillas al piso. Con la vista borrosa pude observar a mi padre, levantándose para acercase y arrodillarse frente a mí.




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