Baviera. Mediados del siglo XIX.
Una mujer estaba buscando trabajo como ama de llaves, sirvienta, institutriz o lo que fuera, en la casa de alguna familia acomodada de su ciudad, pero no tenía suerte, hasta que por casualidad llegó a sus manos un periódico donde un Lord buscaba una encargada para su castillo, que hablará eslovaco y alemán, sin mucho entusiasmo respondió a la carta, a pesar que sabía ambas lenguas, y había tenido un desempeño medianamente bueno en donde estuvo, a sus 35 años era considerada una anciana casi, hasta tenía el cabello gris, pero como fue echada de su último trabajo al descubrirla teniendo relaciones con el Señor de la casa, no tenía carta de recomendaciones recientes, el poco dinero que había ganado se había gastado ya, así que su situación era muy precaria, decidió mando la carta con parte de sus últimos marcos.
Si las cosas seguían así Erika debería ir al barrio rojo, y poner en venta su cuerpo al mejor postor, cosa en la que tampoco le iría bien ya que ese lugar bullía de mujeres jóvenes, y bellas, no como ella, mayor, con expresión neutral, durante su vida había pasado tanto desde que su madre la hizo entrar como novicia a un convento a los seis años, no sería de las que se la pasaría rezando y orando todo el día, esas eran las de ascendencia aristócrata, ella, y otras en su situación se dedicaría a ser las sirvientas de las demás. Su madre le dio su bendición y la dejo allí, así era una boca menos que alimentar para su familia.
A los 14 años el padre de unas de las señoritas de alcurnia que iba a profesar sus votos se prendió de la pequeña, habló con la Madre Superiora, quien la dejo ir como empleada a la casa del Señor, que dio una generosa donación al convento, por la pérdida de la futura religiosa en la que ella debía haberse convertido allí.
Unos meses después que llegó allí el hombre se metió en su cama y abuso de ella, Erika aceptó su destino, que se repitió cada vez que se cambiaba de trabajo, hasta que la juventud la dejó, y en el último lugar, el Señor de casi 50 años, fue solo un par de veces a su cama más por la novedad que por su belleza, entonces los descubrió su esposa que la hecho del lugar sin contemplación.
Ya cuando el dinero se le estaba por acabar recibió la respuesta a su misiva, el Lord que necesitaba una ama de llaves le pedía que viajara lo más rápido posible a su castillo para tomar el puesto.
Estaba feliz, pero se preocupó por como pagaría el pasaje, al ver que el lugar era muy lejano, como si el que escribió la carta hubiera podido suponer sus aprensiones, le señalo que debía presentarse con un abogado de su ciudad, quien le daría, contra la presentación de la misiva, el dinero para la compra del pasaje, y demás gastos que haría por su viaje.
Fue en su busca, la oficina estaba ubicado en el mejor barrio del lugar, ella se sentía descolocada entre tanto lujo, al preguntar por él, la llevaron ante un tipo macizo, con anillos de oro en sus dedos y varios dientes del mismo material, su traje se veía impecable.
— ¿Sr. Baasch?
— Si ¿Señorita Erika Auer? Pase por favor y siéntese — la mujer se acomodó en uno de las sillas que se le indicó, frente al escritorio donde estaba el hombre.
— El señor Daimon me contacto, y me pidió que le entregara esto para que pueda darme un dinero para los gastos de mi viaje a su hogar.
El otro leyó todo tranquilamente, abrió un gabinete y le paso el dinero, mucho para lo que ella creía le entregarían.
— ¿Esta seguro que está correcto el monto?
— Si, el Sr. Daimon me indicó que desea que viaje lo antes posible, y en primera clase, esas son sus instrucciones, vea — le pasó la carta donde le indicaban eso al abogado — ¿De verdad sabe leer, o solo fue para conseguir el empleo?
— Sé, nunca mentiría — tomó inconsciente un crucifico que llevaba en su cuello, nerviosa.
— En la estación la estarán esperando, solo pregunte por el emisario del Sr. Daimon. Bueno Srta. Auer la felicito por haber sido la elegida — su sonrisa a Erika le pareció muy extraña.
— Gracias Sr. Baasch, pero preferiría irme en clase normal, no quiero que me descuente tanto luego de mi sueldo.
— No se preocupe, esto no le será descontando, el señor Daimon se hará cargo de los gastos del traslado, y de un pequeño adelanto para lo que necesite.
La mujer seguía pensando que era un error, ya que era mucho dinero.
— Tanto ¿De verdad está bien la cifra?
— Es lo que el Sr. Daimon considera justo para su traslado, le gusta tener gente en quien pueda confiar, el dinero no es problema para él.
— Gracias, fue un gusto — prefirió irse lo antes posible, el tipo la puso nerviosa, era muy extraña la forma como lo veía.
Erika pagó lo que debía por su pieza, entregó la habitación y se fue algo nerviosa a la estación, su lugar de destino era muy lejos, al menos 5 días en tren, atravesando las montañas, y tanto dinero, además no tenía ninguna idea de cómo era su nuevo patrón. Suspiró resignada, no tenía salida, ya había aceptado así que tomó aire cuando se subió al tren, y trato de relajarse. A pesar de las instrucciones compró un pasaje normal, al menos no iría amontonada con los más pobres, pero no quería ir con los de clase alta, no se sentiría cómoda.
Por suerte le tocó una compañera de asiento muy simpática, una anciana con tres nietos que la esperaban, casualmente iba a la misma ciudad donde Erika debía bajar.
— ¿Usted conoce al Sr. Daimon?
La mujer se puso pálida solo con oír el nombre.
— ¿Por qué lo pregunta?
— Voy de ama de llaves a ese lugar.
La señora se santiguó, dijo algo en un dialecto que la viajera treintona no entendió, luego miró para todos lados.
— Por su bien baje en la siguiente estación, y no mire para atrás, jamás.
La mujer mayor se cambió de asiento, y cada vez que veía a Erika hacia la señal de la cruz.