"Por su bien baje en la siguiente estación, y no mire para atrás, jamás —a Erika le seguía resonando lo que le dijo la mujer mayor".
— Tal vez sea demasiado brutal en su trato con los aldeanos.
Había rumores de aristócratas que trataban muy mal a las mujeres, luego de pensarlo decidió seguir, ya a esa altura de su vida, si alguien la trataba así no sería nada nuevo para ella, recordó cuando estuvo en la casa de un obispo, el tipo, si creía que uno había hecho algo incorrecto, un pecado como le decía, los azotaba para quitarles el mal que llevaban dentro, incluso lo hacía con el mismo luego que tenía relaciones con algunas de las sirvientas de su casa, para expulsar al demonio que lo había obligado a hacer ese acto pecaminoso.
Las horas pasaban monótonas mientras los kilómetros eran devorados por la máquina, en la noche tuvo la suerte que nadie más se sentó con ella, así que acomodó un abrigo como almohada y para cubrirse uso otro. En la tercera jornada, una mujer que estuvo mirando esos días a Erika espero que estuviera profundamente dormida, se acercó y con cuidado le sacó el resto de dinero que tenía guardado en uno de los bolsillos de la prenda que vestía. De madrugada la ladrona se iba a bajar con su botín, no hacía eso siempre, pero si se daba la posibilidad no la perdía. Cuando fue a cruzar el patio de la estación se le acercó una pelirroja.
— Devuelva lo que tomó — dijo la desconocida que vestía de ropa oscura.
— ¿Yo qué? No sé de qué habla.
Tomó con fuerza el maletín para seguir corriendo, antes que diera un paso el portafolio se abrió sin que nadie lo tocara y el fajo de dinero salió y se detuvo en la mano de la recién aparecida.
— Pero... — la ladrona miró asustada a la otra, tal vez sería una bruja o... vio que los ojos de la pelirroja se pusieron brillantes, como rubíes, luego de eso salió corriendo, sin fijarse en nada corrió por unas vías, su pie se le enredó en el faldón de su vestido, cayó en el riel justo cuando un vagón que venía y pasó sobre ella, haciéndola añicos.
Mientras el tren que iba a Eslavia salió de la estación, y el silbato ocultó el grito femenino. Un par de horas más tarde Erika se despertó, como siempre revisó que su dinero estuviera, y se dio cuenta que le habían robado, se levantó preocupada.
— Disculpe señora, encontré esto en el piso, por casualidad será suyo — dijo la misma mujer del pelo rojo que abrió el maletín sin tocarlo.
— Sí, muchas gracias, soy la señorita Erika Auer — respiró más aliviada — pensé que me lo habían robado, debió caérseme en la noche.
— No se preocupe ¿Le molestaría si ocupo este asiento? Los demás viajeros son algo... complicados.
— No me molesta.
"Qué raro que viaje aquí, su ropa y sus modales son de gente de la aristocracia".
— Soy Lilith ¿Dónde va Srta. Erika?
— A un lugar llamado... — buscó la carta y leyó el nombre.
— ¡¡Qué casualidad!! Yo vivo allí, voy de vuelta ahora, fui a ver a unos amigos de mi padre, y ahora voy a mi casa, vivo en el campo. Perdí el dinero que tenía, por eso tuve que venir en esta clase, no quise molestar más a mis amigos.
— Hay tanto ladrón en todos lados — aprovechó de preguntar lo que le daba vueltas desde que le preguntó a su otra compañera de viaje — ¿Ubica al Sr. Daimon?
— Por supuesto, es un buen amigo mío, sabía que estaba buscando una nueva ama de llaves, me dijo que iba a poner un aviso porque las mujeres por estas partes son demasiado campesinas, él quiere alguien que sepa al menos el mínimo de etiqueta.
— He trabaja para... — y dio un resumen de sus empleos.
— ¿Y el último cuál fue?
— Con el Sr. August Von Veltheim — Erika dijo el penúltimo.
— Es una buena familia de Baviera según escuche, espero no le moleste, si no quiere decirme lo entenderé ¿Por qué se fue de allí?
Ella miró hacia la ventana, y se tocó inconscientemente el vientre.
Ya había perdido la cuenta de los abortos que se había realizado, desde la primera vez con 16 años, el primer patrón que tuvo se dio cuenta de su barriga, así que le pagó a otra de las mujeres de la casa que tenía experiencia, y en un río de sangre había perdido a su bebé. Lloró mucho, unos meses después dejo la casa, le habían hecho un ofrecimiento en la del obispo, recomendaba por la madre superiora del convento donde estuvo. Allí al menos dos veces volvió a abortar, y en las siguientes casas pasó por lo mismo. Recordó que uno de los mayordomos la enamoró, pero cuando quedó esperando, él se desentendió y ella ya acostumbrada, fue donde la ayudarían con el problema, no quería traer un hijo a este mundo donde lo más seguro, si era una niña viviría lo mismo que ella.
— La patrona se puso... complicada de salud, y su hija vino a hacerse cargo por un tiempo del lugar, cada una daba instrucciones contradictorias, y los empleados pagamos las consecuencias.
— Con el Sr. Daimon no tendrá ese problema, es soltero, y no tiene familia, todavía no encuentra a la dama apropiada, y eso que no han faltado pretendientes — suspiró — debo reconocer que incluso yo lo intente, fue muy educado para rechazarme, soy demasiado... pelirroja para él — rió discreta.
Lilith la puso al corriente de los aristócratas del lugar, de los chismes y demás. Los días que pasaron juntas se le hicieron muy cortos a Erika. Ahora estaba más tranquila, parecía que por fin su vida iba a darle un regalo, un lugar donde iría como ama de llaves, con un excelente sueldo, y con una persona que por lo que le dijo su compañera de viaje era discreto y tranquilo.
Cuando llegaron estaba el enviado del Sr. Daimon, que aprovechó de pasar a dejar a la Srta. Lilith a su casa cuando salieron de la estación, su primera compañera de viaje, la anciana, la miró con cara de angustia, y se santiguó.
Erika la vio, algo inquieta siguió su camino. Hubiera prefirió que fueran a dejarla a ella antes, el joven que la recibió la miró de forma extraña, pero sería ridículo pasar de largo y luego volver a dejar a la aristócrata.