Dios de las estrellas

CAPÍTULO 3: DESCUIDO

Mi garganta arde y quema horriblemente, la siento tan seca y rasposa que hasta respirar me causa un intenso dolor, tengo unas ganas interminables de toser pero simplemente no puedo hacerlo y no se cual es la razón, me pesan mucho los párpados y sin tener los ojos abiertos estos me arden mucho.

Luego de la abrupta interrupción de Marcus hace unos minutos todo tembló en el salón en el cual nos encontramos, de la nada y sin previo aviso un gran estruendo se oyó cerca de nosotros, llevándose medio salon a su paso, luego de ello no se que sucedió pero aquí me encuentro tendido en el suelo y con un horrible dolor de cabeza.

Intento abrir los ojos, y es que arden y pican tanto que simplemente siento que sangraran en cualquier momento, igual creo sucederá con mi garganta y boca, no tengo saliva, están totalmente secas.

Entre abro los ojos lentamente.

Todo esta completamente negro, una densa neblina se cierne sobre todo el salón. Comienzo a toser como desquiciado al primer bocado de aire que ingiero, grave error. Una interminable tos se hizo presente que no menguaba al paso de los segundos.

Llevo ambas manos a los ojos para limpiar las lágrimas y lo mismo hago con mi boca, al notar algo caliente en la comisura de este último llevo mi borrosa vista a ellas, encontrándome con mi mano manchada en sangre.

Rayos— pienso, mientras hago el intento de levantarme. Se me hace imposible ver algo más que no sea esta densa cortina de humo.

Decido gatear por el lugar intentando recordar y ubicar la salida próxima.

No entiendo que paso, recuerdo estar rodeado de estos extraños hombres que parecían guerreros.

Recuerdo que la mujer con los ojos verdes fosforescentes iba a terminar de decir algo pero se quedó a media oración.

El azul de esa inquisidora mirada pasa por mi mente trayendo con ella la imagen de Uriel.

Uriel— susurro al aire. Giro la cabeza en todas las direcciones posibles intentando ubicarlo, pero es en vano, esta densa cortina de humo me impide hasta respirar.

Apresuro mi gateo esquivando y subiendo por pedazos de paredes destruidas, evitando el contacto con retazos de vidrio regados por doquier.

Escuchó un jadeo no muy lejano de donde estoy, agudizo mi oído hasta escuchar de nuevo el jadeo. Me muevo del lugar en el que estoy, avanzando con cuidado de no hacerme daño.

A medida que voy avanzando, me percato de una mano que se encuentra en el piso, me acerco lentamente tratando de enfocar mi borrosa vista. Es la mano de una mujer, lo distingo por lo delicada que se ve, sumándose a ellos los brazaletes dorados rodeando su muñeca.

¿Debería ayudarla o noDespués de todoaquí piensan que soy un criminal o intruso, de seguro me encerrarán? ¿Pero si ya estoy muerto porque lo haríanNo entiendo absolutamente nada.

Decido por dejar los dilemas de lado e ir a auxiliar a esa mujer, después de todo no soy el tipo de persona que dejaría a alguien accidentado que necesita mi ayuda tirado esperando a la suerte. Mucho menos en un lugar así.

Al llegar a su lado me sorprendo con lo que veo.

—ayuda —escucho el susurro lamentoso de Gerona.

—!Dios Mío! —exclamó exaltado al ver el cuerpo recostado de Gerona en suelo.

Ésta se encuentra recostada en el suelo, incrustada en medio del estómago por una roca en forma puntiaguda.
Brota lo que al algo parecer es ¿sangre? No lose, pero se escurre un líquido amarillo fosforescente de entre su vientre y alrededor de la roca.

Llego a su lado y Gerona se ubica con su vista verdosa, entreabriendo sus ojos para verme. Estira una de sus manos bañadas en ese líquido amarillento viscoso y toma mis manos en entre sus enormes dedos.

—Se... señor mio, per... perdóneme por todo lo que he hecho —lo dice en susurro entrecortado casi inaudible, mis ojos comienzan a picar con mayor intensidad liberando un par de lágrimas al ver el sufrimiento de ésta mujer.

—P... por favor señor, no llore, n... no derrame lágrimas —me confundo un poco con lo que dice Gerona, pues pensé que ella al decir "señor" se refería a Dios y no a mi.

—Buscare ayuda, por favor solo resiste —se lo menciono intentando levantarme, pero ella me lo impide sujetando un poco más fuerte mis manos.

—N... no, no es necesario, ya ha llegado m... mi momento de trascender —tose derramando líquido amarillento por la boca —usted está e... en peligro debe salir de aquí, debe encontrar su luz, su estrella, ella lo guiara.

No entiendo nada de lo que dice, pero no pienso dejar que muera.

—No te conozco de nada pero no pienso dejar que mueras aquí y menos de esta forma —me dispongo a buscar ayuda como sea, me pongo de pie soportando aun el dolor de garganta y ardor en los ojos, empiezo a caminar deprisa en busca de ayuda.



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En el texto hay: luz y oscuridad, homosexual, dioses

Editado: 02.11.2018

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