Jhonatan le explico a Enrique que su empresa está en problemas y no puede contratar a nadie más.
Raymundo a punto de reírse, queda mirando a Jhonatan, y le dice:
— No seas así. Debe de haber algo, ¿por qué no lo pones a trapear el piso de tu empresa?
— No, seria denigrante para Enrique.
Enrique los mira a los dos, y les dice:
— Vaya, vaya, que amigos los que tengo, ustedes dos dicen que son mis amigos, pero disfrutan de mi estado. Esta conversación se ha terminado.
Jhonatan y Raymundo se levantan, y le dicen a Enrique:
— No te ofendas con nosotros, lo que he dicho es la verdad, cuídate hermano.
En seguida, Enrique les contesta:
— Lo mismo muchachos.
Jhonatan enciende su vehículo y le dice a Raymundo:
— No sabes cómo estaba disfrutando esos momentos.
— La verdad es que te vías muy gracioso cuando le fingías estar quebrado. No te conocía esos dotes de actuación Jhonatan.
— Engañar a tontos miserables no cuesta nada, mejor vámonos de aquí antes que Enrique nos pegue su mala suerte.
En ese instante que se fueron Jhonatan y Raymundo, Enrique sale de la cafetería y en voz baja dice:
— Esto es muy duro, no entiendo Dios, ¿por qué me has salvado de ese avión?, siento un dolor muy profundo en el pecho. Que no voy aguantar más esta situación.
En ese momento, inevitablemente Enrique llora como un niño sin consuelo alguno.
David mira desde el semáforo, que su nuevo amigo está sentado en una esquina en las afueras de la cafetería, y decide ir a donde está él.
El niño toca la espalda de Enrique, y le dice:
— ¿Por qué lloras?
— No entenderías, son cosas de grandes.
— Mi mamá me dijo, que cuando las personas grandes como tu lloran de esa manera, es porque algo muy grave les paso.
— Eres buena compañía pequeño David, ojalá cuando estés grande no tengas la suerte de reunirte con personas hipócritas.
David queda muy confundido con esa palabra, y le dice a Enrique:
— ¿Qué es hipócrita? No sé qué quisiste decir con eso.
— Es una persona que finge ser tu amigo, pero a tu espalda está hablando mal de ti, pero dejemos de hablar de cosas tristes y comamos algo, ¿no tienes hambre David?
— Claro que sí.
Enrique compra varios panes y dos gaseosas, y los comparte con David.
En seguida, el niño llama a varios amigos que también compartían lavando los carros, para que comieran algo de pan.
Enrique al ver más niños con mucha hambre, saco diez mil pesos de lo que había recibido de aquellos amigos, y compro más pan para todos. Quedándole cuarenta y dos mil pesos para irse a Jamundí.
De inmediato, Enrique se acuerda de llamar a su primo, para confirmar a que hora de la mañana está pendiente del giro.
En ese instante, mete su mano en el bolsillo y saca su celular, pero lo encuentra totalmente mojado.
En seguida, Enrique con la mano en la cabeza lamentando no haber cuidado el aparato, trata de encenderlo.
La decepción de Enrique es grande, no podíacreer que esto le esté sucediendo ahora cuando más necesitaba de sucelular...