Enrique entra en la habitación, y abraza a su hijo, diciéndole:
— ¿Que iba hacer sin ti?, tú eres la fuerza que me ha hecho llegar a hasta este punto. Quiero que te levantes de esta cama y vuelvas a jugar como antes.
Después de varios minutos con su hijo, Enrique sale de la habitación y se dirige a la sala de espera. Donde Milenna lo está esperado con mucha angustia.
En ese preciso momento, Milenna le pasa su teléfono, y le dice:
— Tu padre te ha llamado, por favor devuélvele la llamada, el necesita saber que su nieto está en el hospital.
— Pensé que ya lo habías hecho.
— No, tenía tu celular dentro del bolso y no escuche nada. ¿Pero dime como viste a Johan?
— Bien, creo que hoy mismo estará en la casa.
Milenna abraza a Enrique, y le dice:
— Has tenido una fortaleza formidable, Dios te está dando cada día y en cada momento la fuerza necesaria para resistir y soportar el diario vivir.
Enrique coge su teléfono, y le dice a Milenna:
— Voy a llamar a mi padre.
— Trata de no preocuparlo demasiado.
En ese instante, Enrique le comunica lo que está pasando con Johan a su padre, con todos los detalles. Y después de explicarle, se ponen de acuerdo para el pago de la mensualidad de Laura.
Después de varias horas, Johan es dado de alta y llevado a su casa, en seguida Enrique lo acuesta en su cama, y le dice:
— Bueno campeón, desde ahora te tomaras todos los remedios que te han mandado muy juiciosamente.
De inmediato, Johan le dice:
— Yo ya estoy bien, no quiero inyecciones.
— No hijo, aquí no hay inyecciones, no inventes cosas para no tomarte los remedios.
— Pero estoy bien, yo quiero jugar con Melissa.
Enrique se levanta de la cama y le dice por última vez a su hijo:
— Debes de recuperar tus fuerzas, si no haces caso, no te llevare al parque, ni jugaras con Melissa, ni te llevaré de nuevo a Medellín y te quedaras aquí encerrado en esta habitación para siempre.
— No, no, no quiero, yo quiero salir. Yo me voy a tomar todo.
Enrique sale de la habitación con una sonrisa en su rostro y se acuerda en ese momento de su niñez, y dice:
— A esa edad, yo no tenía la misma fuerza que tiene mi hijo.
En ese instante, Gloria le dice a Enrique:
— Parece que todo está muy bien, estas muy sonriente y hablando solo, ¿qué sucede?
— Nada, solo recordaba algunos momentos de mi vida. ¿Y tú que haces?
— Sigo nerviosa por lo que paso, y por eso estoy tomando este te, para calmarme un poco.
— Ya no te preocupes más Gloria, ya mi hijo se encuentra bien.
— Gracias a Dios, porque estaba a punto de infartarme al ver al niño tan mal y por mi descuido.
Enrique toca su hombro derecho, y le dice:
— Ya no te mortifiques, ahora nos necesitamos que estemos juntos para seguir trabajando, yo tengo mucha fe. Y presiento que lo que estamos haciendo es para nuestro futuro...