Félix le relata el terrible suceso que vivió con la pérdida de su hijo. Y detalla el dolor tan inmenso que sintió desde ese momento.
Enrique conmovido por el relato de Félix, le dice:
— ¿Qué sucedió con el conductor que causo toda esa tragedia?
— Después de herir a más personas en ese quisco, fue capturado por muchas personas que intentaban lincharlo, pero la policía llego a tiempo y se lo llevo.
Pase mucho tiempo, pero mucho tiempo en volver en si, como ya les había dicho, yo estaba en la calle, yo termine en las drogas, sentía que mi vida no valía nada, que nada tenía sentido. Estaba en una posición tan difícil, donde no tenía fuerza para sostenerme, fuerza para salir de ese círculo vicioso, fuerza para seguir viviendo. Hasta que un día una persona muy amable, me vio tirado en el suelo cerca de un semáforo del centro de la ciudad. Y como si nada, me dio un vaso de frutas picadas y me dijo que yo tengo más para dar. Que me levantará de ese luchar y siguiera viviendo. Porque Dios le había dicho que viniera por mí. Cuando él me toco la mano esa primera vez, sentí paz y esperanza, en seguida él me dijo que fuera al lugar donde él estaba hospedado. Y yo lo seguí... el pastor me hizo bañar, me regalo ropa nueva, me dio comida y de una manera u otra al transcurrir el tiempo, yo cambie...
Lo más difícil que viví en mi vida, la muerte de mi hijo y la imagen de la persona que lo hizo, volvió como una tormenta enfurecida. Tratando de tumbarme y dañar todo lo que el pastor había conseguido conmigo. Pero logré lo que nunca pensé que podía hacer.
Enrique le dice a Félix:
— Vaya, y yo que pensaba en muchas ocasiones, que yo era el único que había pasado, por tanto.
Milenna le dice a Enrique:
— A todas las personas les pasa algo, somos pecadores, pero estamos vivos y durante lo estemos, tenemos que buscar a Dios.
En ese momento, Gloria le dice a Félix:
— Sigue contando, ¿qué fue lo que pudiste lograr?
— Como venía diciendo, logre algo impensado, logre perdonar a la persona que atropello y mato a mi hijo, lo vi en la cárcel. Donde está pagando veintidós años. Ustedes dirán, pero fue muy rápido todo eso, pero yo les testifico que fui tocado por Dios. Mi corazón duro como una piedra, fue blando como un algodón. Y de esa manera, mi nuevo corazón no podía albergar odio. Porque estaba en paz.
Enrique agacha su cabeza. Pensando en Laura y después lo hace también en Hali y Mójame, y dice en voz baja:
— Debo de buscar más a Dios...