Después de celebrar el gran progreso y levantamiento del negocio, Enrique viaja hasta Medellín, para conocer a la persona quien va administrar el nuevo negocio.
Milenna se quedó atendiendo el negocio de Cali, acompañada de su prima Niji.
En ese momento, Milenna le dice a su prima:
— Gracias por acompañarme, todavía no he superado esos momentos de susto, cuando me quede sola y apareció un ladrón amenazándome con un arma de fuego.
— No debes de agradecer nada, para eso está la familia.
En ese instante, Enrique recorre Medellín. Y de inmediato se acuerda de Laura y de todo lo que vivieron.
Antes de llegar a casa de su padre, Enrique hizo parar el taxi en una esquina muy famosa donde venden mucha fruta picada.
Enrique se baja del taxi, y le dice a vendedor que tiene una gorra blanca con gafas oscuras:
— Por favor, véndeme un vaso de frutas de todo lo que tengas.
En ese instante, Enrique se sorprende y se queda viendo muy de cerca al vendedor. Y le dice:
— ¿Jonathan eres tú?
Jonathan se avergüenza del trabajo que está haciendo. Y le dice a Enrique:
— Desde que te vi bajarte de ese taxi, busqué la manera de esconderme, pero no pude, ahora puedes burlarte de mí, como yo lo hice contigo hace tiempo... ¡adelante! Búrlate.
Enrique lo queda mirando, y le dice:
— No seas infantil Jonathan, ni antes y ni ahora, me pondría burlarme de lo que está viviendo las personas.
— Te ves muy bien Enrique, no sé, hay algo muy diferente en ti.
— Soy cristiano, bautizado en la Iglesia Monte de Sion, y me case nuevamente.
— Vaya, has dado un giro gigante en tu vida, nunca me imaginé verte en una Iglesia.
— Sí, uno nunca piensa como va a terminar, puedes finalizar tu existencia con Dios o puedes finalizarla sin él. Tu escoges.
— Eso sonó como si me estuvieras evangelizando.
— Porque no, puedes ir cualquier día de estos a visitarme a Cali. Y yo te llevaré a la Iglesia.
— Lo pensaré.
— A todas esta. ¿Dónde está Raymundo?
— No sé, perdimos contacto, él también le ha ido muy mal.
Enrique coge el vaso de fruta que le hizo Jonathan, y le dice:
— Ya me tengo que ir, pero me gustaría que trabajaras en un local que pienso montar en esta ciudad.
— ¿Es enserio?
— Sí.
— ¿No habías dicho que volviste a tener negocio?
— Lo tengo junto a mi esposa, nos costó mucho levantarlo, pero por fin lo hicimos, pero que dices, ¿aceptas?
— Claro que sí, a punta mi número de celular.
Enrique grava el celular de Jonathan y luego se despide de él. Yéndose a casa de su padre, para concretar el nuevo negocio...