Más allá del primer beso, nuestro primer amor nos abre un mundo de posibilidades y nos ayuda a descubrir aspectos de la vida que nos acompañarán para siempre.
Hay un montón de cosas nuevas para experimentar en la vida, hay momentos que, sencillamente, no podemos olvidar. Esto es algo que pasa cuando hablamos de nuestro primer amor. El primer amor de Sophia sigue dentro de su piel, de su corazón muy dentro de su mente.
Sebastián Méndez el hombre que verdaderamente amaba, el hombre que hizo latir su corazón por primera vez, aquel individuo que por alguna razón no se permitía olvidar, después de tantos días lo volvería a ver en condiciones dolorosas.
Al adentrarse a la capilla fue la primera persona que vio, con su perfecta cabellera, trajeado de negro con el semblante cabizbajo y unos lentes negros como las penumbras de la noche, por algún motivo sintió sus ojos puestos en ella, lo que hizo que se tensará.
Desde que era una adolescente con las hormonas revolucionadas se juró intentar olvidar su sonrisa, sus labios y la maldita mirada sexi con la que solía ver a las mujeres de su entorno desincluida ella, la hija del mejor amigo de su abuelo.
Era difícil de aceptar pero estaba enamorada de ese petulante mujeriego.
Giró la cabeza para dejar de mirarle y poner atención en la palabras del sacerdote mientras sostenía la mano de su padre, quién con ojos llorosos sostuvo su mano ante la fina atención de su madre quién al ver como observaba a Sebastián entrecerró los ojos para alejar sus ojos de ese hombre.
Cuando los ojos de Sebastián la observaron en ellos vio, asco y cierto recelo, ya que Ulises sentía un fuerte aprecio por ella así que se imaginó que su abuelo dejó la empresa en manos de Sophia, ante esa idea apretó los puños fuertemente bajando la espada al sentir la mano de Cielo.
En cuanto terminó el servicio religioso, Sophia salió de la catedral, con los ojos hinchados de llorar y sin ninguna fuerza de voluntad.
-Deberias de comportarte y olvidar a ese hombre-
Escucho la voz de su madre con los brazos cruzados
-Olvida ese amor enfermizo, esto no puede seguir así Sophia-
Cuando Sophia se fijó para enfrentar a su madre vio a un señor observandole, su madre desvío la vista para ver al señor
-Perdone, ¿señorita Sanetti? -la llamó un hombre bien vestido de unos cincuenta años-. ¿Sophia Anahí Sanetti?
-¿Quién quiere saberlo? -preguntó su progenitora al lado de su hija, quién suspiro.
El hombre se acercó
-Permita que me presente: soy Victorino Pietro, el Jurisconsulto de Ulises Méndez Di Reglero.
Sophia estrechó su mano, sorprendida ante la fina atención de su madre
- No entiendo por qué usted se encuentra aquí, ante nosotras- dijo su madre sin dejar de observar al hombre
-La señorita Sanetti está invitada a la lectura del testamento
Sophia y su madre se quedaron abonadas ante su comentario
Pero que tenía que hacer Sophia allí?
Simplemente era la hija del mejor amigo de su padre
-Debe de haber una equivocación
-Para quela lectura se pueda llevar a cabo deben de estar todos los benefactores
-Señorita usted es propietaria del 50 por ciento de la empresa del fenecido Ulises
El abogado sonrió.
-Es una de sus herederas junto a Sebastián y Cielo, sus dos nietos.
La sensibilidad de Sophia dio un giro dentro de su interior, tenia un puesto en la compañía pero jamás imaginó tener acciones en ella, el accionista era su padre Eduardo el mejor amigo de Ulises.
-Esto es algo erróneo- dijo su madre -es imposible Sophia no tiene ningún lazo para heredar parte de la empresa familiar de Ulises-
-Esto mismo opino- añadio Sophia viendo cómo su padre salía de la capilla -En esa familia solo soy la hija del mejor amigo del difunto Ulises, él me quería como una hija pero a dejarme parte de la empresa, es extraño
-Es benefactora de la empresa y de otras posesiones pero tendrá que cumplir con algunas estipulaciones del testamento
-¿Qué condiciones? ¿Qué estipulaciones? Qué testamento? Sophia no tiene nada que ver con ellos, él único que la veía como familia era Ulises y no está en discusión
-La lectura del testamento tendrá lugar en la casa del fenecido mañana, a las cinco. Nos veremos allí.
La madre de Sophia abrió los ojos y la miró suspirando viendo como el abogado de alejaba
-Ulises dejó la mitad de la compañía a Sophia- se quejó ante la vista de su padre quién con cierta tristeza asintió
-Hasta después de muerto Ulises se quiere salir con suyas, nunca dejará de persistir-
Sophia analizó el comentario de su padre mientras su madre se dispuso a caminar y hablar con su esposo sumergido en sus pensares.
-¿Qué haces todavía ahí parada?- Gritó su madre haciendo que se encaminará a la camioneta
(**)
Era más que evidente que al ser invitada a la lectura era propietaria de las demás posesiones y de la empresa por la que su familia trabajó tanto, para después de tanto sacrificio venga a parar en la manos de Sophia, la mujer que según Sebastián dominó los sentidos de su abuelo.
Dió un golpe en la pared jurandose que haría lo inevitable para Sophia se quedará con la empresa de su familia.
Llegó la cinco de la tarde y una Sophia rebelde se adentró con la mirada fria
Al menos aquel día se había vestido de manera más apropiada, aunque no demasiado. La falda vaquera dejaba al descubierto sus largas y bronceadas piernas y la blusa blanca, atada a su estrecha cintura, dejaba al descubierto unos centímetros de abdomen. No llevaba una gota de maquillaje y su melena se dejaba caer sobre sus hombros con cierto descuido, pero aun así parecía recién salida de una pasarela.
Sophia era una mujer muy bella y no se era la típica dama de sociedad estirada, rígida y sin altivez
Sebastián respiró profundamente para contener el aíre en sus pulmones. La belleza natural de Sophia era fascinante parecía una especie de musa. Sebastián se volvió frío tratando de comportarse de lo más natural posible ante la constante vista de Cielo puesta en él, para Sebastián era difícil aceptar que Sophia Anahí Sanetti hacia revolucionar algo muy dentro de su ser.
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Editado: 04.03.2023