¡ Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor !

Capítulo 7) Habitaciones separadas.

La señora Mendez admiraba atentamente como el agua se movía de un lado a otro, formando grandes olas, el fuerte viento despeinaba su cabello mientras los árboles se movían de lado a lado

camuflajeandose con su vestido verde de mangas largas, sumida en sus pensamientos, recordando lo que había sucedido en el camino para llegar hasta Provenza, Sophia se dio cuenta de que Sebastián hacía un esfuerzo por mostrarse amable y solícito c...

camuflajeandose con su vestido verde de mangas largas, sumida en sus pensamientos, recordando lo que había sucedido en el camino para llegar hasta Provenza, Sophia se dio cuenta de que Sebastián hacía un esfuerzo por mostrarse amable y solícito con ella, era algo que le costaba mucho ya que Sebastián era un hombre ermitaño y sin humor.

Los interminables campos de lavanda, las colinas cubiertas de verde, los pastos al pie de las montañas, un lejano campo cubierto de amapolas rojas que bailaban con la brisa del verano

Los interminables campos de lavanda, las colinas cubiertas de verde, los pastos al pie de las montañas, un lejano campo cubierto de amapolas rojas que bailaban con la brisa del verano...

El aíre era fresco, limpio, y escuchar el canto de los pájaros era una delicia después del estruendo de la ciudad. 
 

Después de servir unos refrescos, el encargado sugirió enseñarle a Sebastián la propiedad mientras su esposa ayudaba a Sophia a instalarse.

Ella siguió a la mujer al piso de arriba, donde había preparado una suite con un enorme tálamo de nogal abrillantada y pulida y sábanas bordadas. Sophia no pensaba contarle que Sebastián y ella no iban a compartir habitación, de modo que se limitó a sonreír al ver las flores que había colocado en jarrones sobre la cómoda y las mesillas. -Todo está muy bonito.

-Esta ha sido siempre la habitación principal -dijo la mujer-. Durante décadas, las novias de la familia han pasado aquí su luna de miel porque tiene la mejor vista del campo de lavanda. Es una pena que no puedan quedarse más tiempo. 

(**)

La esposa de Sebastián estaba frente a un estanque de peces rojos, donde un par de ranas croaban alegremente.

-A ver si lo adivino: se te ha olvidado traer la plancha para el pelo -bromeo él.

Sophia suspiró.

Su esposo la tomó del brazo para llevarla hacia un paseo flanqueado por álamos cuyas hojas se movían con la brisa.

-No tienes por qué ponerte nerviosa hemos compartido habitación y cama y no a pasado nada, solo serán un par de noches. Además, no podemos romper la tradición. Todos duermen en esa habitación después de su boda, ha sido así durante cientos de años.

Él esbozó una sonrisa mientras tomaba su mano. Sophia estaba nerviosa ya que no tenía certeza de poder controlarse más tiempo.

-No me mires con esa cara de enfado y sonríe como una recién casada. Hay un jardinero cortando el césped a unos metros de nosotros.

Sin querer, Sophia clavó la mirada en sus labios, en esa pecaminosa boca que ya había hecho tanto daño a su equilibrio. Era imposible ignorar la reacción de su cuerpo. La proximidad de Sebastián, incluso su mirada la hacía sentir escalofríos. Sus pezones se levantaron al rozar su torso y se le encogió el estómago cuando se apoderó de su boca.

Los labios de Sebastián eran firmes y suaves a la vez y sintió un cosquilleo extraño cuando pasó la lengua por su labio inferior. Pero, de inmediato, invadió su boca y su lengua buscó la suya en un erótico duelo que, sin la menor duda, él iba a ganar al final.

La tenía a su merced y se derritió, apoyándose en él, mareada al sentir la potencia de su masculino deseo. No quería perder el control, pero su cuerpo ansiaba esas eróticas sensaciones.

Sebastián enredó los dedos en su pelo, inclinando la cabeza para besarla a placer, y Sophia se perdió en la fiebre de un beso que la hacía olvidar el pasado y el futuro.

Él la empujó suavemente, haciendo que sus cuerpos entraran en contacto y, al notar su erección, cualquier pensamiento sensato voló de su cabeza. Lo deseaba y no podía pensar en nada más.

-¿Sigues queriendo habitaciones separadas? -susurró Sebastián.

Sophia intentó llevar aíre a sus pulmones sin poder argumentar

Era frenesí irresistible. 

Sebastián pasó la yema del pulgar por su labio inferior, sus ojos azul intenso la hipnotizán.




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