¡ Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor !

Capítulo 8) Confesiones.


Sophia pasó el resto del día evitando a su esposo, sentía los nervios de punta y no tenía la energía mental para ver su rostro contraído, hasta que Sebastián la vio caminando  por la terraza y le invito una copa sin oportunidad de escaparse

Cuando Sophia observó como subía a su habitación para ducharse y cambiarse de ropa lo había imaginado desnudo bajo el agua, sintiendo un leve calor, tomo un sorbo de agua para refrescarse mientras movía la cabeza alejando los pensamientos morbosos de ella.

Su cuerpo parecía decidido a tener lo que su cerebro le decía que era un peligro. Su traidor cuerpo exigía algo más que caricias, algo más que besos. Lo quería todo.

Al llegar a la sala Sophia vio a Sebastián tomando un sorbo de licor, su esposo la miró por un segundo y con una mirada indescifrable se acercó y le extendió una copa.

Ella tomó la copa de champán que le ofrecía sin quitar su vista de su enorme espalda y su firme trasero.

Sophia se quedó pensativa mirando las burbujas en su copa, intentando no pensar en el hijo que tendría de Sebastián, lo imaginaba correr por toda la casa llamando a su padre cuando lo viera llegar de la empresa.

  
Sebastián tomó un sorbo de champán mientras la miraba los ojos sin argumentar, el momento se había convertido en uno muy tenso

-La cena está lista -dijo Elena entrando a la sala notando el ambiente-. Espero que tengan apetito.

Sophia miró a Sebastián con cierto enfado recordando aquellas palabras tan hirientes.

La cena fue tensa. Sophia sabía que no estaba ayudando nada mostrándose tan hostil, pero le dolía que Sebastián siempre pensara lo peor de ella. Parecía convencido de que haría lo imposible por quedarse con la empresa aunque pasaba por alto la cláusula donde dice que deben procrear un hijo de ambos, el heredero universal de la presidencia empresarial de la familia.

 

Era evidente la tensión sexual que había en el ambiente a la hora de estar sólos y muy cerca, era más notable cuando estaban enojados.

Saber que la deseaba hacía que fuese imposible ignorar su deseo por él y su traidor pulso se aceleraba cada vez que sus ojos se encontraban. Esas tensas miradas desataban algo dentro de ella hasta que tenía que girar la cabeza para no traicionarse a sí misma.

-¿Más vino? -preguntó Sebastián.

Soohia cubrió su copa con la mano.

-No, gracias, ya he bebido suficiente.

Él esbozó una sonrisa.

-Siempre es sensato saber cuándo parar, eres muy inteligente Sophia

-¿Tú sabes cuándo parar lástima que sueles perder el control sin medir las consecuencias?

Sebastián se echó hacia atrás en la silla y esperó un segundo antes de responder

-En lo único que pudo contenerme fue aquella noche, cuando tú me seduciste

Sophia enarcó una ceja, burlona.

-Me alegra ser tu perdición

Él seguía sosteniendo su mirada, con una intensidad a la vez emocionante e inquietante.

-Eso depende de a qué te refieras con perder el control. Si te refieres a perderlo durante el orgasmo, sí, eso es lo que pasa.

Sophia sintió que le ardía la cara. Al recordarlo perdiendo el control, teniendo un orgasmo, era suficiente para hacerla temblar. Algo dentro de su interior quería volver a repetir esa noche.

-Te has puesto roja como un tomate -dijo él entonces.

-No es verdad. Es que hace calor aquí.

Sebastián se levantó de la silla para abrir la ventana, dejando entrar el fragante aíre del jardín.

-¿Mejor?

Sophia sintió un cosquilleo mientras se acercaba a ella, haciéndole el amor con los ojos, como si ya estuviera viéndola desnuda, sus miembros enredados, sus cuerpos unidos en el más íntimo de los abrazos.

Casi podía sentirlo dentro de ella. La sensación empezó como un ligero cosquilleo y se convirtió en un redoble de tambor que crecía en intensidad a medida que pasaban los segundos.

Tuvo que tragar saliva cuando levantó su barbilla con un dedo.

-¿Qué vamos a hacer? -le preguntó Sebastián. -¿A qué te refieres?

-A esta situación, a lo que hay entre nosotros.

Ella se levantó como si Sebastián hubiera tirado de una cuerda invisible. Estaban a unos centímetros el uno del otro.

-No lo sé -respondió, con voz ronca-. ¿Fingir que no ocurre nada?

Sebastián pasó la yema del dedo por su labio inferior.

-Parece una buena idea en teoría. ¿Cómo propones que la pongamos en práctica?

Sophia pasó la lengua por el labio que él acababa de acariciar y, al notar el sabor salado de su piel, sintió de nuevo ese cosquilleo entre las piernas.

-No lo sé -respondió, intentando que su tono no la delatase-. ¿Se te ocurre alguna idea?

Los ojos de Sebastián sostenían los suyos.

-Solo una -respondió Sebastián con voz ronca.

-Espero que sea buena -dijo ella, con una voz apenas audible.

-Lo es.

Tomándola por los brazos para apretarla contra su torso, Sebastián inclinó la cabeza para apoderarse de sus labios...

Y fue como una chispa sobre paja seca. Sebastián la besaba apasionada, urgentemente, empujándola contra él, explorando su boca con sabiduría y Sophia respondió automáticamente derritiéndose sobre él; el desesperado deseo de estar más cerca apartando las objeciones que su cerebro intentaba poner.

Sebastián levantó una mano para acariciarla por encima del vestido. Era una tortura tenerlo tan cerca... pero entonces, como si hubiera leído sus pensamientos, o su cuerpo, o las dos cosas, él bajó uno de los tirantes del vestido, el cálido roce de su mano provocando escalofríos de placer. D
Sophia tembló de arriba abajo cuando acarició su clavícula con la lengua...

Intentó respirar cuando bajó la copa del sujetador, pero su vientre se encogió de deseo al sentir su cálido aliento sobre el desnudo pecho, sus dientes y su lengua llevándola a un frenesí de deseo que nunca hubiera creído posible. Cuando envolvió un pezón con los labios para chuparlo, se erizó el vello de su nuca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.